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Un cura carlista en tierras entrerrianas

El presbítero Domingo Ereño llegó a Montevideo exiliado de España. Abrazó la causa federal. Residió en Entre Ríos y se vinculó con Urquiza, de quien se distanció tras la batalla de Cepeda.

El 23 de marzo de 1871 fallecía el Presbítero Domingo Ereño. Llegó a América exiliado de España, de donde debió partir tras formar parte del bando perdedor en la disputa entre carlistas e isabelinos por la sucesión del trono tras la muerte de Fernando VII. Abrazó la causa federal y conoció a Urquiza de quien se distanció tras la batalla de Cepeda.

Rubén Bourlot
Especial para EL DIARIO

En 1871 falleció en Buenos Aires el presbítero Domingo Ereño. Había nacido en el país Vasco, España, estuvo en los primeros entreveros entre carlistas e isabelinos, se jugó por el bando perdedor y debió marchar al exilio. Atravesó el océano y llegó a tierras más amables donde no le preguntaban mucho por su ideología. Pero su genio no se calmó.
Nacido en el pueblo de Lemona (Vizcaya) el 6 de mayo de 1811 vistió los hábitos de carmelitas de Lazcano, Guipúzcoa, a los dieciséis años de edad. Luego se trasladó a Burgos, y más tarde a Pamplona, donde amplió sus estudios teológicos para ordenarse sacerdote en Logroño e ingresar en el convento de Marquina.


Tras su involucramiento en las disputas entre carlistas e isabelinos por el trono español, que estalló producida la muerte del rey Fernando VII, tuvo que exiliarse. Había militado en el bando carlista que resultó derrotado.
La muerte de Fernando VII -en 1833- dejó a España envuelta en un conflicto impensado, un guerra de sucesión que había sido provocada por el propio monarca. Como no había logrado tener descendencia masculina y la “ley sálica” priorizaba al varón para el acceso al trono el que estaba en esa línea sucesoria era su hermano Carlos María Isidro de Borbón. Fernando tenía una hija –Isabel- que era su preferida para sucederlo. Con ese propósito desempolvó la Pragmática Sanción de Carlos IV de 1789 que habilitaba la sucesión femenina.


A rey muerto no fue rey puesto. Inmediatamente estalló el enfrentamiento entre los isabelinos los carlistas. Y no era solo la sucesión lo que se debatía sino las ideas políticas y los alineamientos internacionales. Los partidarios de Isabel abonaban las nuevas ideas liberales provenientes de Francia y contaban con los auspicios de este país y de Inglaterra. Los carlistas eran tradicionalistas, monárquicos corporativistas, católicos y defendían el antiguo municipalismo español. Su popularidad se derramaba entre los sectores más humildes, los campesinos, el bajo clero y la nobleza de carácter rural.

EREÑO, EL CURA FEDERAL

En 1842 Ereño arribó a Montevideo y se metió de lleno en las luchas intestinas de la Banda Oriental. Se desempeñó como teniente cura de la iglesia del Cordón. Junto al batallón de vascos denominado “Aguerridos” participó del sitio de la ciudad que mantenía el general Manuel Oribe contra los unitarios y colorados enemigos de la Confederación Argentina. Abrazó así la causa federal del país que adoptó y donde murió.


Poco después se trasladó al pueblo del Cardal, más tarde pueblo de la Restauración, donde levantó la primera de las tres iglesias que mandaría construir. Oribe lo nombró párroco de la iglesia de San Agustín y también capellán del Ejército.
Según una crónica “durante toda la guerra Ereño pasó con el caballo ensillado día y noche, para atender no sólo a su parroquia sino también las necesidades del ejército y principalmente a los hospitales de sangre. En la inmensa línea que abrazaba el sitio, fue necesario que desplegase toda la energía de su carácter para poder asistir a todas las guerrillas y combates que se dieron, y no solamente prestó a los heridos auxilios espirituales sino también personales, vendando sus heridas y sacándolos en ancas de su caballo del frente en medio del fuego, y esto sin distinción de colores, ya fuesen blancos o colorados. Muchas veces en los desastres se le vio quedar atrás para recoger a los heridos que iban a caer en poder del enemigo; y en los sucesos felices disputar rebenque en mano, la vida de los heridos enemigos que a veces la soldadesca vengativa quería ultimar.”

AMIGO DE URQUIZA

Tras el pronunciamiento de Justo José de Urquiza en 1851, que desconoció la hegemonía de Juan Manuel de Rosas, se inició la campaña militar sobre Montevideo que rompió con el bloqueo que  mantenía Oribe. En 1853, al asumir la presidencia Venancio Flores por el partido Colorado, Ereño fue desterrado junto con Oribe. Se trasladó a Entre Ríos estableciéndose en Gualeguaychú amparado por Urquiza que ya había iniciado su campaña para ocupar la primera presidencia constitucional del país. Se hicieron amigos y fue este cura el que bendijo el matrimonio de Urquiza con Dolores Costa.


En Villaguay, tierras bravas bajo el dominio de Crispín Velázquez, fue designado cura y vicario, y como tal mandó construir un nuevo templo para la ciudad. Unos años más tarde se estableció en Concepción del Uruguay donde inició su actuación como docente en el histórico Colegio Nacional del Uruguay. Allí se desempeñó como profesor de Latín y vicerrector junto a Alberto Larroque. Como cura de parroquia local proyectó y realizó la construcción del tercer templo de la Inmaculada Concepción.
Según informa el historiador Pablo Stein, en su serie Los olvidados de la historia, luego de la batalla de Pavón (1861), donde las tropas de la Confederación comandadas por Urquiza abandonaron el campo de batalla a favor del gobierno de Buenos Aires, las relaciones con Ereño se fueron enfriando. “La indiferencia con que tomó Urquiza el asesinato del Chacho Peñaloza, el abandono de los heroicos defensores de Paysandú, el apoyo a Mitre y a la guerra genocida contra Paraguay, su cada vez más notorio acercamiento a los líderes del partido Unitario fueron determinantes para que Domingo Ereño se alejara no solo de la amistad de Urquiza, sino también de Entre Ríos y marchó a Buenos Aires.”


Producida la ruptura con Urquiza se trasladó a Buenos Aires donde se encontró con la epidemia de fiebre amarilla que asolaba la ciudad y se cobró la vida del padre Ereño que murió el 23 de marzo de 1871.
El profesor Urquiza Almandoz en el tomo III de su libro Historia de C. del Uruguay relata que “la iglesia de la República Oriental del Uruguay, compenetrada de los valores morales del prestigioso sacerdote, ordenó el traslado de sus restos, que se realizó el 20 de octubre de 1872, depositándose sus cenizas en la iglesia de La Unión.”
En 1941 se sancionó una ordenanza que impuso el nombre de Domingo Ereño a una calle de Concepción del Uruguay.

                                            

Para seguir leyendo

Jorge Pelfort. El cura de Oribe. Fray Domingo Ereño, en http://jorgepelfort.blogspot.com/1986/12/el-cura-de-oribe-fray-domingo-ereno.html

Más sobre Entre Ríos en https://historiasdelasolapa.blogspot.com/

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