Vista en retrospectiva, la obra del finlandés Aki Kaurismäki puede caracterizarse como un cine proletario. En todos sus filmes, los personajes resisten, de forma tal que no es posible ver a ninguno de ellos llorando, a pesar de todas sus congojas. No obstante, se encuentran con empatía y solidaridad en otros semejantes.
Iris, una joven operaria de una fábrica de fósforos; Nikander, un recolector de basura; Lauri, un conductor de tranvías y su esposa, llamada Ilona, regente de un restaurante; M, un obrero metalúrgico; Irma, una voluntaria del Ejército de Salvación; Marcel, un lustrabotas; Idrissa, un adolescente polizón que desde Gabón intenta ingresar a Europa: todos tienen en común que son personajes de filmes de Aki Kaurismäki.
Kaurismäki, nació en 1957, en Orimattila, una ciudad de no más de 16.000 habitantes, a una hora de distancia al norte de Helsinki. La filmografía de Kaurismäki luce un acercamiento a la clase trabajadora, de forma tal que al comienzo de su carrera configuró la Trilogía proletaria.
Sombras en el paraíso (1986) es la primera de ellas y la que comienza a definir su estilo personal, propio y reconocible. La película narra la historia de Nikander, recolector de basura en Helsinski, locación donde suceden casi todas sus películas. A punto de constituir una empresa con un compañero de trabajo, éste fallece. Tal situación agrega inquietud al protagonista, ya dominado por un amargo ánimo fatalista. Ilona, una cajera de supermercado, intenta con su cariño, remediar la carencia afectiva de Nikander. Ya en ese filme aparecen las propuestas éticas del cine de Kaurismäki, y la estética que lo caracterizaría.
Ariel (1988), el minero que le da nombre al título de la película, queda sin trabajo y con un auto y una radio, herencia de su padre, que acaba de suicidarse, sale a buscar trabajo. Es robado por dos maleantes; y una mujer lo cobija. En una situación confusa, finalmente es detenido y llevado a la cárcel, de donde se fuga, sumando una complicación adicional a su vida. Con este filme Kaurismäki logra el Premio FIPRESCI, en el Festival de Moscú.
En La chica de la fábrica de fósforos (1990), Iris, una joven operaria, está forzada a servir a su padre y a su padrastro en condiciones humillantes. Intentando escapar de esa infeliz dominación, busca ese camino en el amor. Un comerciante se interesa por ella, pero solo es otra ocasión de dominación. Finalmente, toma decisiones terminantes con las personas que la deshonraron.
Postura
Kaurismäki toma en esta trilogía y en el resto de su filmografía una clara posición política. Es un pertinaz crítico del sistema, lo que le ha hecho decir, “el capitalismo es un crimen” y, en ese sentido, “siempre hay esperanza, pero algunas barricadas contra el capitalismo global no harían daño. Por el contrario, serían de bastante ayuda”.
Esta trilogía se ubica en la Finlandia de los años setenta, caracterizada por políticas que provocaron situaciones de despidos. Kaurismäki opta por reflejar melancólicamente la realidad de aquellos que fueron perdiendo derechos.
Algunos años después, en 1996, Kaurismäki estrena Nubes pasajeras, con Lauri, un conductor de tranvías, que por un sorteo entre los compañeros queda sin empleo, lo mismo que le sucede a su esposa Ilona, regente de un restaurante que cierra sus puertas. Nuevamente el desempleo es el tema y con este filme comienza lo que se ha llamado la Trilogía de los perdedores.
A partir de la búsqueda desesperada de trabajo, el director apunta al entorno desfavorable que, lejos de procurar solucionar la situación de los castigados por el desempleo, intenta obtener un beneficio adicional e inhumano de los necesitados.
Continuando con la trilogía, en El hombre sin pasado (2002), un obrero metalúrgico es atacado por una patota cuando llega a Helsinki y pierde la memoria. En el derrotero de recobrar su pasado, es apoyado por una familia muy pobre y una voluntaria del Ejército de Salvación de la que se enamora. Con esta película, Kaurismäki obtuvo una nominación al Óscar como mejor película en idioma extranjero y ganó el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cannes.
Con Luces al atardecer (2006), cierra la trilogía. Un agente de seguridad nocturno es engañado por unos ladrones rusos. Una mujer fatal, en complicidad con éstos, lo engaña y el guardia termina preso. Nuevamente, un perdedor que debe superar la indiferencia de una sociedad indolente. La preocupación del director por el uso de la música en sus películas -alternando el rock, el jazz y otros géneros-, se expresa en Luces al atardecer, con el tango. De forma tal que la película se inicia con Volver y se cierra con El día que me quieras, interpretados por Carlos Gardel, en una clara declaración de melancolía.
Nueva etapa
Los filmes posteriores de Kaurismäki se acercaron a la cuestión de la inmigración en Europa. El puerto (2011) está ambientada en Le Havre, en Normadía. Hay un ex escritor voluntariamente exiliado que se gana la vida como lustrabotas y un chico oriundo de Gabón, polizón en un contenedor, que intenta llegar a Londres para reencontrarse con su madre. Por este filme, Kaurismäki consiguió el premio de FIPRESCI, en el Festival de Cannes.
Por El otro lado de la esperanza (2017), obtuvo el premio como director en el Festival de Berlín.En esa película, el protagonista, Khaled, recorre centros de refugiados y oficinas para conseguir el carnet que le permita ser residente, mientras es atacado por xenófobos.
Así llegamos a la última película de Kaurismäki, Hojas de otoño (2023), una historia de amor entre una repositora de supermercado y un obrero industrial. Hay encuentros y desencuentros. En poco tiempo ambos pierden el trabajo y deben sobrevivir. Nuevamente, Cannes lo ha reconocido con el Premio Especial del Jurado; y el tango vuelve a aparecer con Arrabal amargo, sin que pase desapercibido que un bar se llama Buenos Aires.
Los personajes de Kaurismäki, interpretados generalmente por un grupo de actores y actrices con los que mantiene fidelidad, son declaradamente impávidos, lacónicos. Hay mucho de Buster Keaton en su visión de la gestualidad, aunque logran conmover; y un homenaje explícito a Charles Chaplin, incluso en su último filme, un perro tiene ese nombre. Kaurismäki se ha declarado admirador del cómico y le rinde culto en el final de Hojas de otoño, y en numerosas escenas de Luces al atardecer y de Vidas de bohemia.
Las historias de Kaurismäki son minimalistas y los personajes, habitualmente, se encuentran de frente a la cámara fija, con escasez o ausencia de movimientos. Por otro lado, reconoce influencias de Robert Bresson, Jean-Pierre Melville, Rainer Werner Fassbinder, Jim Jarmusch y el cine clásico de Hollywood. La escenografía de sus filmes es despojada, con colores vivos. El juego de luces y sombras es relevante y su estética se asemeja a la del pintor Edward Hopper y a las películas de Douglas Sirk.
Kaurismäki afirmó que “un filme puede ser arte, pero eso es cuestión de tiempo, lo decidirá la historia”; y ha dicho que con sus películas trata de “hacer reír y por otro lado mostrar que las cosas no van tan bien como deberían”. “El cine, en el mejor de los casos, puede aliviar o, de alguna manera, dar consuelo. Si tenés sensibilidad para el arte, puede aliviarte”. Toda una expresión de principios.