Rescatar y promover las creaciones artísticas que caracterizan una región y le confieren rasgos identitarios es un una tarea necesaria. Una de esas expresiones -que junto a la chamarrita- se han ligado a Entre Ríos es el tanguito liso o tanguito montielero. La difusión de la danza y su historia entre las generaciones más jóvenes debería poder concretarse en las escuelas.
Rubén Bourlot
Especial para EL DIARIO
La música es una de las expresiones más genuinas de una cultura. Una manifestación de la identidad de un pueblo. Hoy escuchamos géneros musicales de todo el mundo que muchos caracterizan como “universales” pero todos tuvieron origen en una cultura determinada y fueron expandiéndose, universalizándose con el tiempo. En particular los países que expandieron su poder, ocuparon territorios, se transformaron en imperios, también implantaron su cultura, impusieron su arte hegemónico sobre las manifestaciones locales. El mercado luego hizo lo suyo.
La industria discográfica como fenómeno comercial del siglo XX impuso modas y músicas que moldearon el gusto musical en los sitios más remotos del mundo. Los géneros locales quedaron recluidos, al margen del mercado, en nichos pequeños. En muchos casos se fusionaron con los géneros que venían del exterior; en otros casos los cultores locales se apropiaron y resignificaron esa música ajena como ocurrió con el llamado “rock nacional”.
Hoy la diversidad de formatos para difundir música uniformó aún más los gustos musicales, en particular entre los jóvenes. En muchos casos escuchamos registros sonoros (por no decir ruidos) invadiendo los medios de comunicación que carecen de los mínimos requisitos para llamarse música. Como dijo en algún momento Charly García “Para mí la música es melodía, armonía y ritmo… y lo que hay ahora es ritmo, pero le falta la melodía y la armonía”.
Lo que se suele denominarse como folklore en nuestro país, por los motivos expuestos, fue perdiendo masividad en la mayoría de los casos. En algunas regiones conserva su popularidad, el pueblo lo escucha y lo baila, como es el caso del chamamé, por citar un ejemplo cercano. Entre Ríos entra dentro de esta región, en particular en el norte provincial.
El folklore entrerriano tiene una rica variedad de expresiones pero no todas gozan de la difusión que se merecen. Tal vez sea la chamarrita una de las excepciones ya que de la mano de Linares Cardozo y los Hermanos Cuestas, entre muchos otros, en la década de 1960 alcanzó su proyección nacional. El festival de Cosquín fue la plataforma de lanzamiento y así se convirtió en sinónimo de música entrerriana.
AL TROTECITO
Entre los estilos folclóricos de Entre Ríos, es el tanguito liso uno de esos géneros identitarios de la provincia que aún no están totalmente valorados. Según las investigaciones recientes, entre otras las de Raúl Tournoud de Concepción del Uruguay (plasmadas en el libro digital Identidades vivas de la Entre Ríos mundial, publicado por el Colectivo Cultural Entre Ríos sin fronteras y Multiarchivo Oscar Cacho Dutra), se trata de un antiguo género musical, no tanto como la chamarrita, recogido por acordeonistas tradicionales e intérpretes más contemporáneos que lo traen a nuestro tiempo entre chamamés y chamarritas.
Según una de las hipótesis el “tanguito” es una derivación del tango porteño. Se supone que empezó a aparecer en la primera mitad del siglo XX cuando los acordeonistas interpretaban temas de tango pero con las llamadas acordeones “verduleras” que carecían de las características del bandoneón y debían adaptarlos a un instrumento con menos recursos. Así ese tango se transformaba y cobraba un carácter más sencillo y original. Lo mismo sucedió con la coreografía que se simplificó para ser bailado por los paisanos en las ranchadas donde se improvisaban bailes en las características pistas de tierra.
La espontaneidad de estas interpretaciones impidió conformar un estilo unificado y por ello en distintos lugares de la provincia el tanguito liso fue recibiendo diversas denominaciones: tanguito costero (departamento La Paz), rastro de leña (departamento Nogoyá) y tanguito a guacha (en el este provincial) entre otras. Esta última curiosa denominación obedece a que en las zonas rurales los paisanos, gente de a caballo, lo bailaba sin quitarse el cuchillo de la cintura y colgaban del cabo de este la guacha (el rebenque que se usa para azuzar al caballo) que se revoleaba con la danza. También lo hallamos como rasgueadito doble o chamamé de sobrepaso. La denominación tanguito montielero que aparece en algunas interpretaciones, según los investigadores, sería un término inventado en el momento de registrar el género en SADAIC, en la década de 1970.
Tournoud sostiene que el origen del tango y de nuestro tanguito tiene estrechas vinculaciones con los esclavos libertos del Brasil (incluso la voz ´tango´ es de origen africano). Al proclamarse la república en el país vecino, en 1889, se fueron liberando los esclavos que solían reunirse en sitios denominados tangos´ donde practicaban sus rituales y danzas ancestrales de herencia africana pero con influencias de ritmos de origen europeo. Luego esa fusión de músicas, entre las cuales se encuentra el maxixé, tomó el nombre del lugar y en sus migraciones, ya libertos, lo fueron difundiendo. Así llegó al Río de la Plata y a nuestra provincia.
El tanguito liso, hasta el momento, es un género típico casi exclusivo de Entre Ríos, a diferencia de la chamarrita que tiene versiones en el Uruguay y sur del Brasil.
COMO LO BAILAN LOS TAGÜÉ
De la letra del popular rasguido doble El rancho de la Cambicha de Mario Millán Medina encontramos referencias al tanguito: “Esta noche que hay baile en el Rancho e’ la Cambicha, chamamé de sobrepaso tangueadito bailaré, chamamé milongueado al estilo oriental, troteando despacito como bailan los tagüé“, que es como suelen llamar los correntinos a los entrerrianos. Según Tournoud las menciones de Millán Medina aluden al tanguito correntino “quien ha declarado específicamente que su tema se refiere a los bailes a los que concurrían los troperos de los alrededores de Goya, donde se destacaba la pista de ‘Cambicha’ Moreira.”
Sin dudas ese trote despacito, que se baila en pareja enlazada, remite a la simpleza de su coreografía adaptada al paisanaje sin demasiadas habilidades para la danza.
Como observamos más arriba, los sitios donde se bailaba eran pistas improvisadas de tierra apisonada. Según testimonios orales, la música se amplificaba con alguna bocina de discreta potencia por lo cual el sonido no llegaba hasta los lugares más alejados de la pista y los bailarines lo hacían casi por intuición y dejaban de danzar cuando lo hacían los que estaban más cerca del escenario.
Algunos de los cultores de esta modalidad musical folclórica son Edmundo Pérez, Santos Tala, Pocho Gaitán (de Pronunciamiento: Soy tanguito montielero). También Pancho Moreno (Hernandarias), Agustín “Agüicho” Franco (Santa Elena). Otros que lo interpretaron son Los Hermanos Cuestas (Alitas de mi Entre Ríos, de Jorge E. Martí), Los del Gualeyán, Los Hermanos Spiazzi, Los Chamarriteros, Federico Gutiérrez y Los Poriajú, Ricardo Zandomeni, Julio López, José Albino y Reynaldo Mathey Doret (Líbaros: Al poeta del Calá).
Es necesario para el fortalecimiento de nuestra identidad cultural el rescate esta variedad de ritmos musicales, fomentar su difusión y llevarlos a las escuelas. Que estén presentes en las aulas, hacerlos conocer en las clases de música, para ir educando el gusto por lo nuestro. Porque no puede gustar lo que no se conoce.
Para seguir leyendo
-Raúl Tournoud y Susana Dutra, Panorama del nuevo folklore entrerriano para el siglo 21 en https://laciudadrevista.com/panorama-del-nuevo-folklore-entrerriano-para-el-siglo-21/
-Más sobre Entre Ríos en https://historiasdelasolapa.blogspot.com/