Juan José Battistutti es investigador y docente. Un entusiasta admirador de la historia de la ciudad de Paraná, en especial, de los tranvías. La pasión por estas máquinas prendió fuerte en la niñez, junto a su abuelo, quien había trabajado en la compañía de transporte. Su interés lo llevó a investigar sobre los tranvías y, próximamente, en un libro quedará plasmado un trabajo de más de quince años.
Desde 1921 y hasta 1962, Paraná contó con un servicio de transporte de catorce tranvías que recorrían la ciudad. Las máquinas eléctricas, que conectaban la capital provincial, se destacaban por no contaminar el medioambiente, la suntuosidad de las unidades y la tecnología de punta para aquella época. La empresa empleó a hombres, que llegaron a apasionarse con este medio de transporte. Juan Manuel Larrondo, ya fallecido, fue uno de estos trabajadores que disfrutó de su labor. El amor con el que cumplió la tarea se lo transmitió a su nieto, Juan José Alberto Battistutti, quien creció escuchando historias de tranvías, que ya no circulaban cuando él nació, y de las peripecias que enfrentaban tratando de reparar estas modernas máquinas. El niño creció y estudió en una escuela técnica. Actualmente, es docente e investigador de la historia de los tranvías, con un gran interés en la preservación del patrimonio de la capital provincial. En diálogo con BIEN! dijo: “Paraná se merece tener un plan a largo plazo, que no sea sólo de cuatro años, en el que podrían convivir los tranvías y los colectivos. En la modernización de la ciudad siempre algo se sacrifica y se pierde”.
—¿Cuándo comienza el interés por los tranvías?
—De niño, con mi abuelo. Él comenzó desde abajo en la empresa, y fue rindiendo, haciendo cosas y calificando para trabajos especiales. No tenía más que segundo grado, estuvo casi al comienzo cuando se inauguró el servicio de tranvías. Empezó de chico, a los 14-15 años a trabajar en de la compañía, primero lo hizo en limpieza, después fue aprendiendo la profesión, rindiendo y llegó a jefe. Con el tiempo se especializó en los tranvías de Paraná. Era uno de los pocos que conocía los circuitos eléctricos, cómo se manejaba todo porque era corriente continua. Entonces, él pudo acceder a un manual, que yo lo conservo, que estaba todo en inglés, lo hizo traducir y con eso comenzó a repararlos. Así fue que pudo rendir, comenzó a ser más valorado a pesar de no tener estudios. Fue el último jefe de mantenimiento, se jubiló seis meses después del cierre de la empresa.
—¿Recuerda alguna charla con su abuelo sobre los tranvías?
—Sí, claro. Mi abuelo siempre estaba en un galpón muy grande, trabajando, haciendo algo. Supongo, que por eso también soy técnico y fui a una escuela técnica. Él contaba las cosas que pasaban cuando se rompían los tranvías. Ya en los años 40, los tranvías habían sufrido un desgaste y había que hacerles mantenimiento. Mi abuelo muere muy joven, y en mi casa siempre se habló de los tranvías.
Después, mi papá fue toda la vida chofer de colectivo, también compró micros, y mis tíos también estaban relacionados con el servicio público, taxis, colectivos y remises.
—¿Cuándo inicia los trabajos de investigación sobre los tranvías?
—En 2006 cuando fallece mi abuelo, comienzo a limpiar los armarios y encuentro muchísima documentación. Yo ya estaba muy interesado en la historia de Paraná y, un día el periodista Marcelo Espinosa, —fallecido—, en canal Once cuenta que su abuelo había sido motorman. Resultó ser que su padre y su abuelo trabajaron en una empresa de tranvía y habían sido muy amigos de mi abuelo. En ese programa recordaban que un 20 de julio fue el último día que circularon los tranvías. Yo llamo por teléfono y después de eso comenzamos a conocernos, y a hacer un micro. Comienzo un poco por llevarlo en la sangre y otro poco por encontrarme con estos amigos con quienes empezamos a buscar la historia de los tranvías de Paraná, que después de quince años puedo decir que está lista.
—¿Cómo se puede acceder a esa ardua investigación?
—Estoy por sacar un libro completo con todo lo recopilado. Con Marcelo y su padre, Esteban Espinosa, —ambos fallecidos—, hacíamos pequeños micros televisivos y publicábamos donde pudiéramos para poder divulgar esta parte de la historia de la ciudad. Ahora tengo el compromiso de terminar ese trabajo, que se transformó en una pasión, en una investigación total.
Las tareas
Sobre las reparaciones que realizaba su abuelo, Juan Manuel Larrondo, Battistutti contó: “En 1949 había que salir a la calle y no era fácil, las ruedas no venían, había escasez de acero y económicamente, no las podían comprar. Entonces, en el taller las rellenaban con soldadura eléctrica y las terminaban a lima. La verdad, que eso era una proeza porque después había que largarlos a la calle”. Luego indicó que “empezaron a reparar los pisos, sacaban todos los asientos, la carrocería era de madera pero la parte estructural era de acero. Levantaban el piso completo y hacían uno nuevo con un cemento especial, de todo eso estaba a cargo mi abuelo. También cambiaban instalaciones eléctricas completas. Todo eso, lo sé por mi abuelo, se terminó haciendo un trabajo de artesanía”, comentó.
Con respecto a los talleres, dijo que “estaban donde ahora está el Centro Provincial de Convenciones, ahí sabían lo que tenían que hacer y lo hacían”.
Fuera de circulación
—¿Por qué considera que fueron sacados de circulación?
—Yo sostengo, que la excusa para sacarlos de circulación porque eran deficientes y estaban en mal estado, no era el verdadero motivo. Era simplemente, la competencia con el colectivo. Pero, los taxis surgieron en los años 60 con un plan a nivel nacional y no hubo problemas. El abuelo siempre decía, que tal vez se hubiera podido comprar alguna otra máquina más y conservar esas líneas. Esas charlas eran las que teníamos en el taller, evidentemente, siempre me interesó lo técnico. Siempre conviví con el tema del transporte, y disfrutaba de los relatos del abuelo, un artesano del tranvía. Muchos como él, no tenían títulos pero eran idóneos en lo que hacían.
Se encargaban de restaurar un asiento de roble norteamericano, de arreglar la estructura metálica y se ocupaban de toda la tecnología traída de Estados Unidos. Estos tranvías fueron fabricados en 1916, 1917, eran los más modernos del mundo y los teníamos acá, en Paraná. También se reparaban los motores Westinghouse, que aquí no se conocían.
—¿Qué pasó después con los tranvías cuando dejaron de circular?
—Es triste, pero bueno, el intendente de ese momento, Aldasoro (Maximino) los donó a distintas escuelas para ser usados como salas de primeros auxilios o aulas. En ese momento, había muchas escuelas que empezaban y los catorce tranvías fueron destinados a distintos puntos, había un listado que yo lo conservo. Y ahí es donde comienzo a investigar, a indagar con mis amigos sobre los destinos, y muchos no llegaron. La mitad de la flota se desguazó, tenían mucho bronce, cobre, madera que se podía reutilizar, y se vendieron por partes. Otros pude certificar con fotos, que efectivamente fueron entregados. Uno llegó a Aldea Brasilera, otro a la escuela Bazán y Bustos, a la escuela Mitre en calle Pronunciamiento y al barrio La Milagrosa.
En 1999, Marcelo y Esteban Espinosa encontraron abandonada la estructura de metal de un tranvía, nada más. Pedimos colaboración, Vialidad lo desarmó para el traslado. Pasó el tiempo, en un museo de Tampa, en Florida y en Filadelfia conseguí planos, cosas y se pudo reconstruir con la ayuda de muchas entidades.
En algún momento presenté un proyecto al CFI, lo ganamos para hacer un museo no ambulante porque no conseguimos el chasis. Está listo para mostrarlo, es el único tranvía que se pudo rescatar.
Algunos detalles
Tras la investigación que realizó Battistutti, confirmó que “el tranvía siempre cumplió el horario. Primero, fueron siete líneas y luego fueron tres. Salían del Puerto, llegaban al Parque Urquiza, a la Plaza 1° de Mayo, Casa de Gobierno, el hospital, el ferrocarril, todos puntos estratégicos de la ciudad, y una iba hasta Corrales”. Agregó que “la gente destacaba que no llegaba tarde nunca con el tranvía. Todo esto ha cambiado, hoy tenemos más servicios que no funcionan bien. Algo pasó en el camino, creo que lo económico es lo que está primando ahora, y antes era el bienestar del pasajero. Se sacaron los tranvías porque se los tildó de obsoletos, y en realidad, creo que fue porque eran una competencia para los colectivos”.
A continuación, remarcó que “en la modernidad siempre algo se sacrifica, se transforma y se pierde mucho de la historia. En estos últimos cuatro años se levantaron todas las vías que estaban en calle Santa Fe, que se habían dejado para que se vean y se pueda contar la historia de los tranvías”.
La ciudad hoy
—¿Cómo ve la ciudad hoy en día? ¿Considera que podríamos tener tranvías actualmente, como sucede en Europa?
—Hace unos días, un exalumno que vive en Nueva Zelanda, me manda una foto de un tranvía como los que había en Paraná. Y es verdad, allá tienen varios tranvías restaurados, impecables, y conviven con el transporte moderno. Siempre digo que Paraná en estos últimos años está sufriendo una modernidad, que cambia cada cuatro años. Me parece que debiera haber un plan a largo plazo, y que cada cuatro años, cada gestión lo tome y pueda continuar. Creo que la ciudad se lo merece. En los comienzos, Paraná tuvo tranvías a caballo. En ese entonces, Jorge Suárez, −empresario de los tranvías−, amigo del general Urquiza, ya pensaba en un transporte desde el Puerto para traer a los pasajeros y la mercadería. Y en 1921, Paraná tuvo uno de los transportes más modernos del mundo.
Obviamente, que se podría contar con tranvías eléctricos que no contaminan. Si hubiera vías en la ciudad, no es barato el sistema, pero se podría convivir con un transporte interno de tranvías y evitaríamos la congestión. Eran coches no tan grandes, fáciles de manejar, que salían desde Puerto Nuevo hacia la ciudad y llegaban hasta Corrales, funcionaban muy bien. Hoy se podría sumarlos y la ciudad sería un poco más tranquila en el tránsito. No estoy en contra de los nuevos servicios, el Uber, el taxi, el remis, creo que todos pueden funcionar a la par.
—¿Cómo le gustaría imaginar a la ciudad de Paraná?
—Con el cuidado de nuestra historia, lo que queda, pero sí con una ciudad moderna. Porque con esto del tranvía lo que he aprendido es justamente, que hubo personas que tuvieron una visión para traer un servicio que era el mejor del mundo. Hubo un gobernador, Celestino Marcó, que se preocupó por tener un servicio moderno.
Breve bio
Juan José Alberto Battistutti nació en Paraná, el 29 de marzo de 1966. Es hijo de Carlos Alberto Battistutti (fallecido) y de María Trinidad Larrondo. Es el mayor de cuatro hermanos, Carlos Rubén, María Teresa y César Antonio. Está casado con Mirta Hereñú, con quien tiene un hijo, Juan Manuel.
Cursó la escuela primaria en Santa Teresita y el secundario en la Técnica Juan XXIII. Es Maestro Mayor de Obras, docente de Dibujo técnico, profesor en Disciplinas Industriales. Está a cargo de la regencia técnica en el Instituto Juan XXIII.