A cinco décadas del asesinato del primer referente de los curas villeros en el país, el entrerriano Ceferino Reato aborda en su nuevo libro, Padre Mugica, la vida del religioso, protagonista de la primera mitad de la década del ´70 y se enfoca en los usos políticos de un asesinato que conmovió a La Argentina.
A medio siglo de su asesinato, dos cosas sobre el padre Carlos Mugica se mantienen inalterables: su condición de protagonista central de la convulsión social y política de los años setenta y el desacuerdo acerca de quién ordenó su homicidio, si Montoneros o la Triple A.
La historia del sacerdote asesinado el 11 de mayo de 1974, resulta un emergente de una década atravesada por la violencia política y armada que tuvo efectos devastadores en el país. En su nuevo libro, Padre Mugica -publicado por Planeta- Ceferino Reato investiga la vida, la muerte, los usos políticos y hasta los hilos que mueven la leyenda del primer cura villero, en un libro caleidoscópico, por el panorama que presenta.
Carlos Mugica fue un personaje al que el término “fascinante” le queda chico. De la elite porteña a la villa de Retiro, del antiperonismo al peronismo, del orden conservador a la revolución guerrillera, del capitalismo al socialismo. Cincuenta años después de aquel atentado terrible que se cobró su vida —fue acribillado, indefenso, a la salida de la parroquia en la que terminaba de celebrar misa—, Mugica sigue siendo un personaje tan moderno, seductor y polémico como lo fue en la época en la que le tocó vivir y morir.
“Es un personaje extraordinario que nos permite explicar qué pasó en los 60 y los 70 con tantos jóvenes revolucionarios”, señala el periodista.
En las 350 páginas del libro, Reato traza tres líneas argumentales. La primera es que el religioso fue asesinado por Montoneros. La segunda avanza sobre la tibia autocrítica realizada por la Iglesia Católica de lo que fue su rol en ese momento histórico, ya que muchos jóvenes educados y formados en el catolicismo se enrolaron en movimientos revolucionarios armados y en la guerrilla aportando a un clima de violencia. La tercera es cuestionar “la apropiación del discurso sobre la memoria de este caso por parte del Kirchnerismo para construir un relato sobre la autoría y responsabilidad del asesinato” a partir de una reconstrucción de los hechos basada en los aportes de un testigo que luego de declarar en cuatro oportunidades -en sucesivos momentos-, se desdijo por completo 37 años después de los hechos. En ese sentido profundiza en ese testimonio como elemento clave en el esclarecimiento de la autoría y el rol de la Justicia -el caso estuvo a cargo del entonces juez Norberto Oyarbide- para dilucidar el o los responsables del asesinato del sacerdote. Lo hace a partir de distinguir entre la construcción de la memoria histórica y la historia y el trabajo del historiador.
“Cuando se produjo el asesinato, prácticamente nadie habló de la Triple A como ejecutora del crimen, sino que las sospechas se dirigieron hacia Montoneros. La Triple A y López Rega aparecen en el expediente judicial recién en 1984, es decir 10 años después del hecho”, precisó Reato a EL DIARIO.
“El mismo Mugica manifestó su desacuerdo con esa organización armada y adelantó el riesgo que corría. Se lo dijo, entre otros, al director de La Opinión, Jacobo Timerman y a sus alumnos en el Curso de Teología, en la universidad de El Salvador, donde era docente. Hay un audio, rescatado por un señor que se llamaba Jorge Carroni, de Mugica, hablando a jóvenes de Chivilcoy, en el cual claramente acusa a los Montoneros de haberlo amenazado” añadió en la entrevista el periodista nacido en Crespo.
REFERENTE DE ÉPOCA
Reato define a Mugica como “una persona muy elegante y de verdad muy simpática, muy apasionada, que descubre la televisión cuando la televisión estaba en un momento de esplendor. Y la televisión lo descubre a él. Por lo tanto es una persona que aparece mucho en los hogares y es un cura muy famoso que tiene una relación completamente distinta a la de los sacerdotes tradicionales con los jóvenes. Es un personaje extraordinario que nos permite explicar qué pasó en los 60 y los 70 del siglo pasado con tantos jóvenes revolucionarios”.
Acercarse a la vida del religioso “permite conocer cómo fueron esas décadas, que pasó con tantos jóvenes que optaron por el terrorismo y por la lucha armada. Él tiene respecto de la lucha armada un primer momento, en el cual es favorable, sin duda. Pero después se va a ir peleando con los montoneros, especialmente con (Mario Eduardo) Firmenich y la cúpula de Montoneros. En 1973, cuando Perón retorna al país, en la disputa que se abre entre el líder y los Montoneros, Mugica se va a ubicar claramente del lado de Perón.”
Mugica es “un personaje que recorre varios mundos, es decir, que centra su acción pastoral en la villa de Retiro, en los barrios populares, pero que a la vez no olvida a su familia, no reniega de sus orígenes. Tanto es así que sigue durmiendo en su casa, en el altillo del departamento familiar localizado en uno de los barrios más elegantes de Buenos Aires. Tampoco se pelea con su padre. Es decir, no desprecia, no es un rico que se hace pobre y rezuma resentimiento. Su tarea social se mueve desde la caridad. Es un verdadero cura, que cuando tiene que optar en decisiones cruciales, siempre lo hace desde esa posibilidad de cura peronista, claro, lo cual lo lleva también a un extremo, y de allí sus enfrentamientos frecuentes con la jerarquía eclesiástica.”
DEBATE
-¿Cuál fue el aspecto de la vida del cura Mugica que más te costó reconstruir durante la investigación?
El final de su vida, porque a partir del 2006, a partir de la acción del kirchnerismo, éste se apropió -para emplear una palabra que se utilizaba a partir de (Néstor) Kirchner-, del recuerdo, de la memoria del cura. Digamos que lo amigó con Montoneros.
Precisamente, en el libro, Reato discute la apropiación discursiva en torno a la memoria de los hechos por parte del kirchnerismo. En ese punto reflexiona sobre el rol del testigo en un caso. Y lo hace a partir del aporte del escritor español Javier Cercas.
“Yo diría -expresa el autor de Padre Mugica- que el historiador persigue la verdad, o por lo menos debería perseguirla.” Y en este punto expresa: “Me interesa mucho la diferencia entre memoria e historia. Memoria es la memoria particular de una persona, de un grupo. Pero la historia es la relación entre los recuerdos, las memorias, las vivencias de distintos grupos que forman toda una comunidad. Eso es historia, que es más que la memoria. Los testigos son importantes, pero recuerdan solo algunas partes, a veces ni siquiera el orden de los hechos, otras ya no saben si vivieron ese momento, si escucharon algo. También un testigo puede simplemente mentir, faltar a la verdad. Puede pasar ¿Por qué no? Yo creo que nuestro sistema judicial exageró la importancia del testigo, en este caso por lo menos. Hablo de un testigo que 37 años después de los hechos y luego de haber declarado no una, sino cuatro veces dice que lo que dijo no era verdad. Que nada más que tenía miedo. Y da otra versión. Hablamos de 2011, con un sistema democrático consolidado. Es raro ¿no?
“El historiador persigue la verdad, o por lo menos debería perseguirla. Me interesa mucho la diferencia entre memoria e historia”, asevera el periodista e investigador oriundo de Crespo.
Desilusión
-Una oración escrita por Carlos Mugica en 1971 -incluída en el comienzo del libro- ilustra descarnadamente una realidad, que hoy no sólo es la misma sino que el porcentaje que la sufre se ha multiplicado por más de diez. ¿Qué pensas que diría Mugica hoy si de repente viera eso?
-Sería difícil, porque el contexto explica mucho. Pero creo que, obviamente, estaría muy desilusionado. Estaría muy desilusionado con el peronismo, en primer lugar, porque toda esta multiplicación de los pobres le ha dado, no tanto la dictadura como la democracia, ¿verdad? Y esto es algo que hay que asumir. Y durante los años de democracia que hemos tenido desde 1983 hasta hoy, la mayor cantidad de años han sido de gobiernos peronistas, ¿verdad? Y, además, durante mucho tiempo, peronista progresista, de izquierda. Sí estaría muy desilusionado con el peronismo. Y creo que, en parte, también con la Iglesia (Católica), porque creo que, durante el peronismo esta exaltación y apropiación que se hizo de la figura de Mugica, y no solo de los curas de la opción por los pobres, sino también de los curas villeros, se vuelve inaceptable. Creo que los curas villeros hacen una tarea ejemplar en su territorio, porque hay que estar ahí, y siempre están tratando de mejorar la vida de los más pobres. Pero, en el plano político, han sido demasiado obedientes, digamos, del peronismo. Han participado en actos, incluso han hecho misa en contra del actual presidente de la campaña del año pasado. En fin, han hecho política partidaria, mientras los pobres se multiplicaban. Creo que los curas villeros también están adormecidos con subsidios del Estado presente, y creo que acá hay una cuestión grave de pobreza, que es algo que hay que, por lo menos, reflejar. Me parece que que la Iglesia debería hacer más para que todos veamos el drama de la pobreza, y lo veamos como un problema que afecta a personas que están siendo excluidas, no como personas que amenazan nuestro bienestar.
Esbozo biográfico
Ceferino Reato (Crespo, Entre Ríos, 1961) es licenciado en Ciencia Política con una amplia carrera periodística que incluye tareas en los diarios Clarín y Perfil, la agencia de noticias ANSA, la revista Fortuna, las radios Rivadavia y FM Cultura y los canales de televisión Telefé, América y La Nación+, entre otros medios.
Publicó Operación Traviata, un libro de investigación periodística que consiguió reabrir la causa judicial sobre el asesinato del sindicalista José Ignacio Rucci. A este le siguieron Operación Primicia, Disposición final, ¡Viva la sangre!, Doce noches, Salvo que me muera antes, Los 70. La década que siempre vuelve y Masacre en el comedor. En 2017 fue distinguido por la Fundación Konex como uno de los cinco mejores periodistas de la última década en el rubro “Investigación”.