domingo , 24 noviembre 2024
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La caballería entrerriana y los aprestos para partir al Paraguay

Imagen de tropas en el frente de batalla durante la Guerra de la Triple Alianza. El conflicto contra el pueblo paraguayo no contó con la adhesión del pueblo en Entre Ríos.

El 26 de abril de 1865, respondiendo a una convocatoria del Gobierno Nacional. más de 8.000 hombres  se encontraban en el campamento de Calá aprestados para sumarse a combatir en la Guerra de la Triple Alianza. Pero la impopularidad del conflicto contra el hermano pueblo paraguayo, concluyó en la deserción de las tropas en dos memorables “desbandadas”: Basualdo, primero y más tarde, en Toledo.

La intervención del Imperio del Brasil en los asuntos internos de la Banda Oriental del Uruguay fue el primer paso para la agresión en contra del hermano Paraguay y la guerra oprobiosa que masacró a un pueblo guaranítico que intentaba su desarrollo autónomo en el corazón de América. El conflicto involucró a la Argentina con la alianza entre los gobiernos de Buenos Aires, Río de Janeiro y Montevideo.


El 17 de abril de 1865 el presidente Bartolomé Mitre ordenó que las provincias de Entre Ríos y Corrientes movilizaran cada una 5000 jinetes de su Guardia Nacional, nombrando jefes de esas fuerzas, respectivamente, a los generales Justo José de Urquiza “comandante en jefe de las milicias de la Provincia para proveer a la seguridad y defensa del territorio amenazado de la misma y de la de Corrientes” y a Nicanor Cáceres. Con esto se trataba de oponer una valla al avance paraguayo en el territorio de Corrientes.


En cumplimiento de su misión, Urquiza convocó a los reclutados para reunirse en el histórico campamento del Calá. La orden difundida por chasquis decía: “que todo entrerriano en estado de llevar armas concurrirá con su equipo y con caballo de tiro al campamento de Calá, donde deberá hallarse el 26 de abril”.
Para mayo ya se habían conseguido reunir a más de 8.000 hombres que superaban sobradamente los 5.000 fijados por el gobierno nacional.
Este resultado podría inducir a la creencia de que Entre Ríos recibía con entusiasmo la guerra contra el Paraguay, pero los sucesos posteriores demostraron que esa empresa no gozaba de la pretendida popularidad.

URQUIZA AL FRENTE

Una vez declarada la guerra que tenía como telón de fondo las maquinaciones del imperio inglés y sus intereses mercantiles, el ministro general del presidente Bartolomé Mitre, Juan A. Gelly y Obes, comunicó al gobierno de Entre Ríos que “en el deber de contestar la guerra con la guerra y de proceder inmediatamente a organizar las fuerzas necesarias”, se había nombrado comandante en jefe de las milicias de la Provincia, al general Urquiza con autorización para levantar un ejército de cinco mil hombres. En nota del día 17, el ministro Rufino de Elizalde comunicó al gobierno local la “agresión paraguaya”, esperando la más decidida cooperación de la Provincia para obtener un desagravio.


El gobernador José María Domínguez, el 20 de abril, respondió a Gelly y Obes, asegurándole que Entre Ríos no economizaría sacrificios “para dejar ilesa la honra nacional” y el 24 del mismo mes manifestó a Elizalde que el pueblo y el gobierno de Entre Ríos estaban decididos a secundar al gobierno nacional para obtener una reparación de la República del Paraguay.
El 26 de abril todo estaba preparado para marchar hacia el norte. Los caballos ensillados, las armas puestas a punto y los jinetes dispuestos a montar y partir por los senderos del Montiel rumbo a los límites del norte entrerriano. Pardos y morenos, penados liberados de las cárceles, los siempre perseguidos “vagos” y un cuerpo de artillería compuesto por muchachos quinceañeros también eran de la partida. Los “tagüé” se asomarían de nuevo por los esteros correntinos para combatir.

TEMPORADA DE REBELIONES

El 11 de mayo arrancó la partida al trotecito. Pero no marchaban alegres a la cita; todo lo contrario. Entre dientes mascullaban la indignación que no podían expresar a viva voz. En contra de los paraguayos no.
A orillas del arroyo Basualdo, afluente del Guayquiraró, ya territorio correntino acamparon las tropas en espera de órdenes. Junto a ellos se encontraba el comandante en jefe Urquiza. Había incertidumbre. Pasaban las semanas y no se explicaban por qué no seguían avanzando.


En Concordia se encontraba el centro de operaciones encabezado por Bartolomé Mitre. El 3 de julio, en horas de la mañana, Urquiza se retiró del campamento para entrevistarse con Mitre. La paciencia se había agotado. Los jefes de la caballería aprovecharon la ausencia del comandante y entre la noche del 3 y las primeras horas del 4 se alzaron las caballerías de “victorianos” y “nogoyaceros”, sin quedar uno solo. El desbande comprendió 2.154 hombres comandadas por los coroneles Manuel Navarro y Manuel Caraballo.
Urquiza atribuyó la dispersión a su ausencia, a falsos rumores sobre su viaje, al exceso alcohol y a otras causas. Era tal el estado de sedición y de indisciplina de las caballerías que Urquiza decidió licenciar todas las fuerzas y prometió que en breve reclutaría un nuevo ejército. Desconfiaba de Ricardo López Jordán, uno de los oficiales que ya en el combate de Pavón (1861) había tenido que aceptar la capitulación a pesar de que la caballería que comandaba hacía retroceder estrepitosamente a las fuerzas de Buenos Aires conducidas por Mitre.


En octubre lograron reunir nuevas fuerzas que sin mayores convicciones volvieron a marchar hacia el norte. Los rumores de insurrección estaban a la orden del día. Apuntaban a López Jordán, a Gerónimo Romero, el Chumbiau, al coronel Antonio Berón, de estar complotados en contra de la movilización.
En Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán y otras provincias estallaban revueltas que se resistían al envío de “voluntarios” al Paraguay. Desde Catamarca los “voluntarios” eran enviados engrillados. Al año siguiente el caudillo Felipe Varela publicaba una enérgica proclama condenando el conflicto paraguayo: “El Pabellón de Mayo (…) ha sido cobardemente arrastrado por los fangales de Estero Bellaco, Tuyutí, Curuzú y Curupaití.”


La nueva marcha al norte fue accidentada. En Villaguay una división de Gualeguay desertó. Los que llegaron acamparon a la vera del arroyo Toledo pero en la noche del 4 de noviembre se volvieron a rebelar. Los batallones de Gualeguay, Gualeguaychú, Victoria, Diamante y Paraná abandonaron el campamento y se perdieron en los montes entrerrianos.
López Jordán había justificado la actitud rebelde de los entrerrianos: “Usted nos llama a combatir al Paraguay. Nunca General, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos a pelear a los porteños y brasileños. Estamos pronto. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano.”
Finalmente el gobierno logró enviar un magro contingente y quedar bien visto ante las autoridades nacionales. Esta actitud neutralizó la desconfianza de la posición de Urquiza frente al trágico conflicto que destruyó al Paraguay.

Para seguir leyendo

Álbum de la guerra del Paraguay dirigido por José C. Soto, 1894. Disponible en el Archivo General de Entre Ríos.

Más temas sobre nuestra región en la revista digital Ramos Generales, disponible en http://lasolapaentrerriana.blogspot.com/

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