lunes , 23 diciembre 2024
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Del cine, la banalidad y la maldad

Los galardones de Zona de Interés hablan de la calidad del relato.
Ganadora en el Festival de Cannes y candidata al Oscar, Zona de interés muestra las formas que asume la monstruosidad cuando es naturalizada. Lo notable del filme es cómo transmite el horror de aquello que no se ve ni se nombra.

Una hermosa y cómoda casa con un gran jardín, huerta y pileta. Una familia idílica compuesta de matrimonio con cinco hijos. En días calurosos van en grupo hasta un río próximo a pasar el día, nadar, pescar y gozar de la naturaleza. Un grupo de sirvientes atienden las cuestiones domésticas y mantiene prolija y ordenada a la casa.

Los niños van a la escuela, las tardes suceden indolentemente, algún familiar los visita, la madre cuida con delicado empeño su jardín, donde, por otra parte, los invitados festejan el cumpleaños del padre de familia con toda la familia. Las cenas son en conjunto, el trato es respetable, el padre les lee cuentos a sus hijos previo a dormir. La realidad doméstica se mantiene en un paraíso pequeñoburgués.

Todo es un horroroso, macabro y cruel fuera de campo. La mansión es la de Rudolf Franz Ferdinand Höss (interpretado por Christian Friedel), el comandante del campo de concentración de Auschwitz, ubicada al lado del espeluznante sitio de exterminio durante la Segunda Guerra Mundial.

Zona de interés, de Jonathan Glazer, es un formidable acercamiento al dolor, la barbarie, la destrucción, el sometimiento, la degradación humana y la muerte sin que se exteriorice ningún rasgo de atrocidad explícita.

La película -cuyo guion es del propio director- está ligeramente basada en la novela que, con igual denominación, escribió Martin Amis. Sin embargo, Glazer utiliza los nombres reales de los involucrados en vez de las caracterizaciones alusivas con las que Amis contó la historia.

Raíces

A partir de 1940, la Alemania nazi construyó varios campos de concentración. Uno de ellos, Auschwitz, ubicado en Oswiecim, a 43 kilómetros al oeste de Cracovia, en la Polonia ocupada. Era un conjunto de tres edificios en los cuales se produjo el asesinato de más de un millón de personas, en su mayoría judíos.

A mediados de 1941, Höss se reunió en Berlín con Heinrich Himmler, uno de los principales dirigentes nazis y muy allegado a Hitler. Himmler le trasladó las órdenes que debía cumplir, respecto a la macabra Solución Final para el problema judío. Le conminó a un trabajo inmediato y fatal.

Así, en virtud de esa consigna, en 1943, al momento del relato que conforma la centralidad de la película, Höss reside con su familia en una casa que se encuentra vecina a lo conocido como Auschwitz I, y es el responsable del campo de concentración. Se manifiesta entusiasmado por su labor, al decidir la instalación de un nuevo horno crematorio y la aplicación del Zyklon B para su macabra tarea. Su desempeño en ese ámbito, hace que sus superiores lo propongan para un ascenso como subinspector de todos los campos de concentración, debiendo por ello, trasladarse a Berlín.

Esa circunstancia rompe parcialmente la bucólica convivencia familiar, dado que Hedwig, su esposa (Sandra Hüller, la notable protagonista también de Anatomía de una caída) no quiere que Rudolf se ausente de la casa, ya que desea, no se vulnere la idílica vida que mantienen en la misma. No obstante, Höss acepta el ascenso y, más adelante, en virtud de sus acciones, sus superiores le encargan acometer una diabólica empresa: trasladar 700.000 judíos húngaros a Auschwitz para ser asesinados, lo que le permite regresar a su apetecido refugio familiar.

Proyecciones

Zona de interés narra con un cuidado hiperrealismo la vida cotidiana, indiferente y amorosa que lleva la familia de Höss siendo absolutamente prescindente del contexto e indolente frente a la tragedia que se lleva a cabo, tras los muros del edificio contiguo.

El humo que sale por las chimeneas, el sonido de los trenes, los ladridos de perros y algunos disparos; gritos ahogados, gemidos desgarradores y corridas que se escuchan en ciertos momentos del filme son ignorados por todos los integrantes de la familia.

La cotidianeidad es malignamente exasperante. En parte, el trabajo de Höss parece ser absolutamente un trámite. La naturalidad con que actúa y se interrelaciona con sus pares y superiores, ubica a este film en sintonía con “La conferencia”, en la que se cuenta una reunión del alto mando nazi para diagramar la criminal “Solución Final”.

El sonido en la película tiene una significación clave. El fondo evidenciado por los ruidos de los hornos, las botas, los disparos, los gritos no se ve, pero expresa con singular patetismo y horror, la muerte. No necesita el director mostrar ninguna escena de agonía o tortura para traslucir el drama del holocausto. Con eso, Glazer le permite al espectador la reflexión respecto a la capacidad o facultad humana para tolerar o ignorar la violencia, y como eso torna natural la perpetración de los crímenes.

No se vislumbra ningún tipo de esperanza ni sentimentalismo para los condenados. Se evidencian los mecanismos de connivencia sin ningún tipo de enmienda moral.  La indiferencia por la realidad circundante es lacerante. De igual manera que las sociedades resultan cómplices e insensibles cuando, hoy, desde poderes oscuros y delirantes se deshumaniza a la población más vulnerable.

Por otro lado, en la película se utilizan planos generales, los movimientos de la cámara son en línea recta y ésta es utilizada en un sentido similar al cine experimental de Jonas Mekas, deambulando por espacios y participando como un personaje más de las escenas.

Esta estrategia hace más dramático y patético el contacto con ese tiempo y ese lugar, donde todo parece desarrollarse con la naturalidad de la indiferencia. Es una interpelación al inconsciente de los espectadores, en el sentido de la maldad inmanente que se encuentra incorporada en las conductas cotidianas, imbuidas de individualismo, despreocupación y un absoluto sentido de desprecio por el otro. 

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