Luis Gorelik es director artístico de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos y docente de la Universidad Nacional de las Artes. Comenzó su recorrido con la música en la niñez, estudiando guitarra. Se ha destacado en la dirección de reconocidas orquestas del mundo.
Hace quince años que Luis Gorelik es el director artístico de la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos (OSER). Es de La Plata y esta designación lo acercó a sus raíces, a la tierra de su padre que era de Gualeguaychú, que fue quien le inculcó el gusto por la música. En su adolescencia ya tenía en claro cuál era su vocación. Con dedicación absoluta, pasión por el conocimiento y haciendo del lenguaje musical su vía de comunicación, se destacó en reconocidas orquestas del mundo. En diálogo con BIEN! dijo: “En la OSER hemos desarrollado una gran conexión con la comunidad, y creo que no hay un ejemplo similar en todo el país”.
—¿Tuvo alguna influencia familiar que guiara su camino hacia la música?
—Mi padre, que aunque no era músico de profesión, era un melómano consumado. En casa se escuchaba mucha música, en un amplio rango de géneros. Eso fue determinante, en gran medida, para la formación de mi gusto musical amplio.
—¿A qué edad comienza su preparación musical?
—Comencé a los 8 años mis estudios de guitarra clásica con un gran maestro neuquino que vivía en La Plata, Domingo Mercado. Su guía y contención fueron fundamentales para orientar mis primeros pasos en la música. Tuve la suerte de tener como modelo a un artista de envergadura, pero, a su vez, un hombre humilde y generoso. Las clases con el maestro Mercado son un recuerdo imborrable para mí.
—¿Cuándo encamina su futuro hacia la dirección orquestal?
—A los 17 años ya tenía claro que el lenguaje musical que mejor me representaba era el sinfónico, y si bien no abandoné la guitarra de inmediato, porque tenía compromisos tomados, lo fui haciendo paulatinamente, hasta dedicarme de lleno a la dirección de orquesta.
La formación académica
Gorelik comenzó sus estudios universitarios en la Facultad de Artes de La Plata y se graduó en la Academia de Música Rubin en Jerusalén. El director comentó: “Combinaba mis estudios de composición en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de La Plata, donde fui alumno de Gerardo Gandini y Virtú Maragno, con mis estudios de Dirección Orquestal junto a Pedro Ignacio Calderón, en el Teatro Colón de Buenos Aires. Luego continué mis estudios junto al famoso maestro Mendi Rodan en la Academia Superior de Música Rubin de Jerusalén, a los cuales accedí gracias a una beca, tras un riguroso proceso de exámenes”.
Con la batuta
Desde su juventud, Gorelik ha dirigido notables orquestas en el exterior, entre las que se destacan la Filarmónica de Israel; Sinfónica Nacional de Islandia, Sinfónica Siciliana (Palermo, Italia), Filarmónica de Sofia (Bulgaria), Sinfónica Nacional de Tatarstán (Rusia), Sinfónica Nacional de Cuba, Atlanta Symphony (USA), Filarmónica de Eslovenia, entre varias más.
—La música de Piazzolla que interpretan prestigiosas orquestas internacionales hace que los argentinos seamos reconocidos en el mundo y nos enorgullezcamos cuando la escuchamos y estamos lejos de casa. ¿Cómo es su experiencia como director?
—Piazzolla se ha convertido en un sello argentino. Dirijo habitualmente muchas de sus obras sinfónicas, —que, debe decirse, no representan lo mejor de su repertorio—, en distintas partes del mundo, y siempre lo hago con orgullo y alegría. La música de Piazzolla se ha impuesto en el repertorio orquestal internacional y es parte habitual del menú programático global. Hace algunos años, me tocó dirigir, en Israel, el estreno (30 años después de haber sido escrita) de la cantata “El Pueblo Joven”: Una obra sinfónico-coral sobre textos de Horacio Ferrer, que había sido compuesta por Piazzolla en 1970 y nunca se había llegado a estrenar. La estrenamos en junio de 2000 junto al mismo Horacio Ferrer y a Susana Rinaldi. Un recuerdo imborrable.
Las orquestas y su rol social
—Las orquestas tienen un rol social muy importante, al respecto Gorelik afirmó: “Las orquestas son una sociedad en miniatura, y el mensaje que dan, precisamente, es el de un grupo humano que alcanza el máximo nivel de colaboración entre sus integrantes”. Luego agregó que “cada uno tiene una parte insustituible, pero, a su vez, depende de que su compañero cumpla también con su función. No obstante, la actualidad no es fácil para los organismos culturales, en general; y orquestales, en particular. Una orquesta como la OSER es el resultado de 75 años de experiencia, y, sin embargo, se la puede destruir en un par de días. Una orquesta trabaja sobre la música, que es material intangible, y precisamente, en su fragilidad radica su belleza y potencia simbólica”. Y añadió que, “en el caso de nuestra Orquesta Sinfónica, hemos desarrollado una gran conexión con la comunidad, lo cual es una construcción de años, y creo que no hay un ejemplo similar en todo el país. Yo llevo ya quince años al frente de esta maravillosa orquesta, y hemos atravesado algunos momentos de todo tipo. Pero el presente, me preocupa”, afirmó sin brindar más especificaciones.
—¿Qué opinión le merece el programa de orquestas infantiles y juveniles que se ha desarrollado en el país?
—En realidad, no hay un programa sino muchos, dependientes de diferentes estamentos públicos o privados. Algunos de ellos, como el programa Celia Torrá, dependiente de la actual Secretaría de Cultura de la Nación han sido recientemente desmantelados, lamentablemente. En nuestra provincia, en cambio, acaba de crearse una nueva orquesta infantil en Gualeguaychú. Soy de la idea que la formación musical con perspectiva social es una herramienta poderosísima de construcción de ciudadanía. Un niño que pasa parte de sus años de formación en una orquesta, aunque luego no sea músico profesional, incorpora una serie de hábitos de estudio, disciplina y solidaridad que serán cruciales a lo largo de toda su vida, más allá de la profesión que elija cuando crezca. Además, la presencia de ese niño arrastra, por así decirlo, a su familia y su comunidad hacia una actividad de prestigio y calidad. Soy ferviente defensor de las orquestas infantiles y juveniles, siempre y cuando combinen inclusión con excelencia profesional.
La actualidad de la OSER
La Orquesta Sinfónica de Entre Ríos, que dirige Luis Gorelik, viene realizando presentaciones en el Centro Provincial de Convenciones y en La Vieja Usina con salas colmadas.
—En los últimos conciertos, se implementó la reserva de lugares reservados para público que por primera vez acude a un concierto, ¿qué opinión le merece esta iniciativa?
—Me parece una iniciativa maravillosa, impulsada desde la Secretaría de Cultura de la Provincia, de quien dependemos. Es una forma de acercar la orquesta a nuevos públicos y comunidades, en momentos en los que tenemos mucha dificultad financiera para viajar por la provincia, como lo hemos hecho siempre.
—¿Hace falta un lugar con más capacidad para los conciertos en Paraná?
—Hace falta una sala de calidad, como lo expresé en la nota publicada en El Diario, hace algunos días. Entendemos que lo que la ciudad y la provincia necesitan es una sala moderna y de excelente acústica natural para el desarrollo de la música sinfónica y de cámara, además de otras actividades artísticas.
—¿Qué objetivos persiguen en la OSER?
—En lo inmediato, poder continuar con nuestra temporada de conciertos en un contexto de restricciones que es muy complejo. No obstante, los conciertos que venimos haciendo durante 2024 han sido todos a sala llena. Esperamos también, es una gran urgencia, poder cubrir las vacantes existentes en el organismo a la brevedad, a través de las audiciones y concursos pertinentes, como marca la ley. La Sinfónica funciona como un equipo de fútbol: necesita de todos sus integrantes y no puede funcionar con menos de los que su planta orgánica requiere.
—La música requiere de mucha disciplina y preparación, ¿cómo es el trabajo que realizan los integrantes de la OSER?
—La preparación de un concierto es un proceso extenso. Por un lado, tanto el director como los músicos toman determinado tiempo para el estudio individual de las obras a interpretar. Luego se realizan ensayos parciales y luego ensayos de todo el conjunto, hasta que se llega al producto final, que es la obra tal cual la escucha la gente en el concierto.
-¿Cómo es la relación entre los músicos y el director de orquesta?
Es como cualquier otra relación entre un líder y su grupo. En el caso de la dirección de orquesta, es especialmente sensible, porque el liderazgo del director orquestal no se mediatiza, es decir: estás frente a todos tus dirigidos, que son excelentes y muy experimentados músicos, indicándoles cómo proceder en la interpretación de determinada obra. En nuestro caso personal, puedo decir, con alegría, que después de 15 años, la relación ha ido creciendo y está en su mejor momento. Hay un proceso de retroalimentación a través del cual, si uno es sensible, puede aprender muchísimo de sus dirigidos. La OSER es una orquesta con una impronta muy marcada y músicos de carácter muy fuerte. Poder trabajar codo a codo con ellos, y, por sobre todo, ser depositario de su confianza, es un privilegio inmenso para mí.
—¿Qué balance hace de su recorrido como director?
—La música ha sido para mí el regalo más grande que me ha dado la vida, junto con mis hijos. Una vida sin música es una vida sin sentido.
La docencia
Luis Gorelik es profesor titular de la Cátedra de Dirección Orquestal en la Universidad Nacional de las Artes (UNA) desde el 2012. “La docencia es otra de mis pasiones. La transmisión de experiencias y conocimientos a las jóvenes generaciones es un proceso que me ha otorgado muchas alegrías y novedosas perspectivas.
—Actualmente, ¿hay interés entre los estudiantes de música por la dirección orquestal?
—Muchísimo. Hay gran cantidad de estudiantes de música que se fascinan por la perspectiva de dirigir una orquesta.
—¿Qué le diría a los jóvenes que están pensando en continuar su camino en la dirección orquestal?
—Que lo piensen bien y se asesoren. La dirección orquestal no es pararse a mover la batuta. Eso es el 1% del trabajo. El otro 99% es lo que no se ve: el prolongado estudio en soledad de los miles de detalles que conforman una obra sinfónica, la construcción de un sólido concepto interpretativo sobre la obra que se va a dirigir, la capacidad de poner en práctica esas ideas con un grupo de 80 músicos -lo cual se logra solo ganándose su confianza. La gestión de un organismo orquestal público, que suele convertirse en una tarea extenuante, y la soledad extrema de llevar a cabo una carrera tan particular, viajes, lejanía de la familia, y mucho desarraigo. A veces todo el esfuerzo se transfigura en un instante musical sublime, que puede durar segundos. Pues bien, son esos segundos de trascendencia y elevación espiritual compartida los que pueden justificar años de estudio y sacrificio. Amo mi profesión y también amo la posibilidad de desempeñarla en Entre Ríos, tierra de mis raíces familiares. Defiendo con pasión a la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos y a la música que amo, porque creo que es uno de los últimos refugios de la cultura y el espíritu, en un mundo cada vez más banalizado.
Breve bio
Luis Gorelik nació el 14 de febrero de 1963, en La Plata. Está divorciado y tiene tres hijos, David (26), Natan (23) y Daniel (18). Estudió en la Facultad de Artes en la Universidad Nacional de La Plata, y se graduó en la Academia de Música Rubín, en Jerusalén. Sus maestros: Pedro Calderón, en Argentina, y Mendi Rodan, en Israel.
Una presentación para recordar: “Sin duda, que la presencia de Martha Argerich junto a la OSER, en 2018, fue un hito importantísimo”.
Entre los reconocimientos que posee fue distinguido con el Premio Konex 2009 como Director de Orquesta Destacado de la Década; y en 2019 fue premiado junto a la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos como Premio Konex, Mejor Orquesta Sinfónica de la Década.