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Médicos, ventosas, sanguijuelas y un censo peculiar

En el siglo XIX las farmacias ocupaban un rol relevante ya que los farmacéuticos  preparaban las recetas con procedimientos específicos. Por entonces la aplicación de ventosas era una técnica habitual.

En la primera mitad del siglo XIX, la regulación de aspectos sanitarios y la tarea de médicos y farmaceúticos fue uno de los aspectos que ocupó a las autoridades provinciales, en un período en que los tratamientos eran prescriptos también por personas que ejercían como curanderos, ante la falta de profesionales capacitados en la mayor parte del territorio provincial.

Griselda De Paoli
Especial para EL DIARIO

Durante la gestión de Pascual Echagüe se inició la  asistencia médica y social como servicio público para la población carente de recursos. Por entonces “se radica en Paraná el médico Dr. Florencio del Rivero, que a poco de andar fue nombrado cirujano del ejército entrerriano… trabajando por entonces como partera doña Isidora Lienclos” , que es  posible que sea la primera “profesional” en obstetricia que trabajó en la ciudad.
Las guerras generaron demandas que  obligaron  a  ampliar  los servicios médicos en el ejército, de tal forma que  para 1840  cuatro cirujanos asistían  a las fuerzas establecidas en Paraná: “ Dres. Juan Duran, Francisco Cordoneda, León de San Salvadores y Paulino de Sousa, a los que se sumaban en el Hospital Militar el Dr. José Millán y el farmacéutico  don José Olivera”


Pocos años después se designa como médico militar residente en nuestra ciudad  al Dr. Pedro Serrano, que también era escritor. Por entonces el cuerpo médico ya había incorporado a otros  profesionales: Barceló, Kennedy, Zabala, Donovan y Angel María Donado, cuya actuación hemos considerado especialmente en un artículo anterior, señalando su condición de médico filántropo,  preocupado por la medicina como servicio público.
Donado fundamentó para Urquiza el decreto de creación  del Tribunal de Medicina en nuestra provincia (1848), y lo presidió dedicándose, de inmediato, a la redacción de la reglamentación de aquel decreto a fin de hacerlo operativo. Cinco títulos y uno adicional, en 48 artículos regulaban: atribuciones del tribunal de medicina; títulos de habilitación para ejercer la profesión; farmacias; administración de la vacuna, y el quinto trataba sobre las parteras.

CURANDEROS Y FARMACIAS

Debe señalarse que hasta entonces no había controles, lo que lo transforma en  el primer estatuto orgánico sobre la profesión médica para la provincia, pero lamentablemente, la realidad era que  en la mayor parte de los pueblos  no había médicos y un verdadero clamor provincial llevó a la suspensión del mismo, sin derogarlo.  
Un oficio de Urquiza  expresaba los  siguientes  fundamentos para esta suspensión: “El estado en que se halla la provincia, después de una guerra prolongada y sangrienta, no permite  que puedan costearse facultativos en los pueblos y mucho menos en sus dilatadas campañas”.  


Expresa  Pérez Colman que el gobierno recomendó entonces que donde sea necesario,  “solo se autorice a curanderos acreditados,  recomendándoles el uso de  medicamentos suaves y de conocidos efectos”.
Las farmacias cumplían en este contexto un rol de relevancia ya que eran los farmacéuticos quienes  preparaban las recetas. En Paraná, por 1850  lo hacían “ Manuel Beretervide y don Juan Ballesteros como “peritos en  maceraciones, destilaciones, alcoholaturas…,ungüentos, supositorios …y otros preparados magistrales”.  


Con posterioridad, al federalizarse la provincia de Entre Ríos, el Consejo de Higiene de ésta adquirió carácter nacional,  sin embargo, seguramente por penurias económicas la sanidad quedó a cargo de cada provincia.


Casi hasta  1890 – señala el autor citado- llevaban adelante gran parte de  las actividades del  arte de curar los flebótomos y sangradores, especialistas en sangrar y en la aplicación de ventosas y sanguijuelas y que también sacaban muelas.   “Entre los sangradores tenía buena clientela don Joaquín M. Rodríguez, que a la vez era importador de sanguijuelas”.
Indudablemente, para generar normas, era y es  fundamental conocer las necesidades y condiciones de la población y para ello los censos son el mecanismo más adecuado.

CENSO SORPRENDENTE

En el contexto de mediados del siglo XIX, sin dudas, la implementación de órdenes que involucraban el  uso de términos, a veces demasiado específicos, no debe haber sido raro que se generaran confusiones  como la que nos relata Pérez Colman.
“En 1858 -señala el historiador- el gobierno nacional dispuso la construcción en Paraná de un hospital para alojar a los numerosos enfermos del mal de Hansen existentes en la provincia. A tal efecto, se decretó la confección de un censo de los atacados, con el fin de prestarles asilo y asistencia conveniente. Como medida preliminar, se entregó a la policía de Paraná la cantidad de 500 pesos, para los primeros gastos. La iniciativa no se llevó a cabo a consecuencia de sucesos políticos que culminaron con la guerra contra Buenos Aires, y la victoria de Cepeda, alcanzada en 22 de octubre de 1859, que reclamaron todos los esfuerzos del gobierno federal.”


A propósito del  proyecto de censo, continúa Pérez Colman “se relata una anécdota que  si no é vero e ben trovatta. Dícese  que al recibir un jefe de policía del interior de la provincia, la orden de practicar el censo y reunión de los atacados de elefantiasis, no sabiendo a qué clase de individuos se designaba con ese vocablo, consultó con una persona, a su juicio competente. Este sin vacilar le repuso que elefantíaco era todo el que vivía en concubinato. El comandante sin más trámites, dispuso el censo de dichas personas, que se apresuró a enviar al general Urquiza, manifestándole al par, que probablemente quedaban algunos sin censar, pero que pronto completaría la nómina, agregando que  cuando lo dispusiera la superioridad, los detendría a fin de remitirlos bajo segura custodia a la capital.”


“Sorprendido el presidente ante la enorme cantidad de supuestos enfermos que integraban las listas del censo, averiguo lo ocurrido y constató el error del jefe de policía, que al ser divulgado produjo el consiguiente comentario regocijante”.
Asimismo, durante su presidencia Urquiza  le encargó  al doctor  Martín  de Moussy la recolección de datos para la legislación en relación con la higiene y salubridad pública de los pueblos argentinos.
El científico, al referirse a  Paraná dice “las fiebres eruptivas como la escarlatina, la viruela y el sarampión, son las únicas que se extienden con intensidad  por todo el país, y por tanto en Paraná, no obstante que esta ciudad tiene el privilegio de gozar de una óptima salubridad… la viruela apareció … en el mes de octubre (1853), ocasionando gran número de víctimas”.

Para conocer más

-Perez Colman,  Cesar Blas.  Paraná, 1810,1860. Los primeros cincuenta años de la vida nacional.Rosario. Talleres Gráficos Emilio Renner, 1946.

-Reula, Filiberto. Historia de Entre Ríos. Santa Fe, Castellví, 1971

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