La historia local, en la medida en que recupera memoria y relato del sujeto y lo registra, está generando testimonios que refuerzan los procesos identitarios de Paraná. Como en este caso la historia del Colegio Nacional y anécdotas que sucedieron en él.
Griselda De Paoli
Especial para EL DIARIO
Recuperar el hilo narrativo de nuestro devenir cercano, a través de sus protagonistas, sin censuras, mutilaciones ni discriminaciones, contribuye a que lo cotidiano, se convierta en historia o incorpore a ésta una luz distinta, más cálida.
Cuando se celebran aniversarios, además de realizarse un homenaje, se trae al presente parte de nuestra historia común, generalmente repasando hecho sobresalientes o de acción oficial pero, a veces resultan interesantes narraciones en primera persona que nos traen lo cotidiano y real para que al relatarlo se convierta en historia de todos. La idea es no dejar que se pierda el hilo narrativo de nuestro devenir cercano ya que hoy la escena está invadida por las imágenes del celular que de algún modo han sumergido la palabra y valor irreemplazable de lo que la memoria ciudadana de protagonistas nos acerca.
Es en estos contextos en los que resulta constructivo capitalizar la huella que los hechos han dejado en la memoria de los contemporáneos, porque no solo es importante lo que los documentos escritos, generalmente despojados de emociones dicen que ha sucedido, sino lo que la gente cree que ha sucedido a partir de su vivencia en primera persona o aquella transmitida. La historia local, en la medida en que recupera memoria y relato del sujeto y lo registra, está generando testimonios que refuerzan los procesos identitarios, de Paraná en nuestro caso, de la historia del Colegio Nacional en este particular.
PRIMEROS PASOS
En las dos décadas siguientes a la organización nacional se trabajó la necesidad de consolidar en sistema institucional nacional, que debía hacerse sobre las bases del federalismo instaladas por la Constitución Nacional. Ello requería el fortalecimiento de un sentimiento de nacionalidad, tarea dentro de la cual la educación jugó un rol central, en su nivel primario y secundario. Los colegios nacionales creados se orientaron precisamente a la enseñanza Secundaria y abrieron el camino hacia la universidad y las escuelas normales a la enseñanza primaria y la formación de maestros, como base del sistema educativo argentino, iniciando su marcha con la creación de la del nuestra, la del Paraná.
La creación de los colegios nacionales, en su primera etapa (1863-1888) se dio en un contexto de conflictos y negociaciones, locales y nacionales. El Estado proyectó crear un colegio nacional por provincia, lo logró en parte y desplegó paralelamente un control de la marcha de los mismos a partir de informes de actores locales. Para hacerlo se designó como Inspector a José María Torres, que recorrió las provincias relevando información en 1869 y fue más tarde vicerrector del Colegio Nacional de Buenos Aires en sus primeros años.
El Colegio Nacional de Paraná fue creado en 1889 y como otras instituciones de la ciudad, pasó por distintos edificios que lo cobijaron hasta la inauguración del propio en 1914. Las clases se iniciaron en la casa del ex gobernador Febre, calle Buenos Aires Nº 125 y posteriormente funcionó en el lugar en que hoy está el Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas Prof. A. Serrano. Monumental, grandioso y sobrio a la vez está próximo a cumplir 110 años y la ciudad lo celebra ya que además de un monumento arquitectónico y una institución histórica, es una marca en la historia urbana con una doble potencia, ya que el solar en que está construido también tiene otras cargas históricas y fue conocido en algún tiempo como “El Colmenar” y en otro como el sitio del Hotel de Inmigrantes.
¿MONUMENTO HISTÓRICO?
Afortunadamente, actualmente se impulsa desde la Cámara de Diputados la declaración del mismo como Monumento Histórico Provincial en un proyecto que en sus fundamentos rescata los antecedentes: “el gobernador Clemente Basavilbaso emitió un decreto el 28 de febrero de 1889, creando el Colegio de Enseñanza Secundaria, motivado por las gestiones que había iniciado un grupo de notables vecinos ante el ministro de Justicia, Culto e Instrucción Pública de la Nación, Filemón Posse. Las clases comenzaron el 1º de abril de 1889, siendo su primer Rector Leónidas Echagüe, quien había sido gobernador de la Provincia en 1871 y lo volvería a ser en 1899 ´-y Vice Rector don Luis A. Vicat-. La nacionalización de la institución se efectivizó el 11 de julio 1889 mediante la Ley Nacional 2467, denominándose Colegio Nacional de Paraná; el actual nombre de “Domingo Faustino Sarmiento” le fue concedido en 1961, año del sesquicentenario del nacimiento del educador”.
En 1998, la comisión de Homenaje al Colegio Nacional en su 95° aniversario le pidió a quien fuera un destacado docente de la institución que relatara una anécdota que recordara de su larga actuación en ella, el Profesor Juan Ramón César respondió, eligiendo para la ocasión, una muy particular del seguramente extenso repertorio de su memoria:
“Para ello tendré que recurrir a mi memoria, que no siempre se comporta como debiera sino como le da su real gana; es decir con todas las infidelidades que se le ocurren y que no me queda más remedio que tolerar o prescindir de ella, lo cual, como se sabe, es imposible.”
Recordaba el profesor César: “Me inicié en 1922 como profesor de Lógica, en una división de 5to año … en la otra división enseñaba el generoso y bondadoso Padre Cresta, que mandaba muy pocos alumnos al examen de fin de año. Yo, con cinco por ciento de ciencia y un noventa y cinco por ciento de suficiencia, mandaba más. En este momento no se por qué inesperada asociación de ideas, viene a mi espíritu la famosa frase de Don Miguel de Unamuno: `Esa cochina Lógica´, opinión que, con toda seguridad sería efusivamente compartida por los muchachos que tenían que aprender las Reglas del Silogismo, o algunos otros inútiles rompecabezas.”
Continúa el testimonio: “Un día, el tema de la lección era lo relativo al concepto `responsabilidad´. Yo quería facilitar la comprensión del asunto a los alumnos y para ello, tuve la mala fortuna de ponerles un ejemplo: `Si yo me acerco imprevistamente a un caballo y este me da una patada, no puedo atribuirle responsabilidad porque, seguramente el animal no hace más que ponerse a la defensiva de lo que pueda ocurrir´. Cuando dije …me acerco a un caballo y este me da una patada… un alumno – de cuyo nombre no quiero acordarme – , que se sentaba al fondo del aula, dijo en voz baja ¡pero bien hecho¡”
Es claro que nadie pudo contener la risa y es fácil imaginar lo que era la clase en esos momentos. “A mí no me quedó otra alternativa que asociarme al regocijo general y festejar la `boutade´ del haragán pero ingenioso concurrente.”
Concluía su recuerdo el profesor Cesar: “Queda así complacido el pedido de la Comisión de Homenaje… y seguramente, anécdotas quedarán muchas más en esa especie de `cuarta dimensión´, que es la memoria, al decir de Jorge Luis Borges”.