Cuando llegué a la Argentina, como extranjero, algo que me impactó desde el primer momento fue la buena convivencia interreligiosa que existía aquí. El respeto y la apertura hacia las diversas culturas y religiones aceleró el proceso de mi integración como Imam (teólogo islámico) en esta sociedad, a la que ya considero mi segundo hogar.
Marwan Gill (*)
Por ello, me sentí aturdido cuando me enteré de que el 18 de julio del 1994 había sucedido el peor atentado terrorista en suelo argentino, perpetrado contra la AMIA, una sede cultural y religiosa cuya herida sigue abierta hasta el día de hoy.
Con el aniversario del atentado a la vista, quiero manifestar mi apoyo como musulmán al reclamo de memoria, verdad y justicia. La reciente guerra en el Medio Oriente entre Israel y Hamas ha desatado una nueva ola de prejuicios que se expresan tanto en forma de judeofobia como islamofobia y, al mismo tiempo, ha generado una brecha en la relación entre las comunidades judías e islámicas de todo el mundo.
Por esta razón, considero que es imprescindible en este marco expresar como creyente mi solidaridad incondicional con las víctimas y sus familias de aquel atentado cuyo blanco no fue solo la comunidad judía en el país, sino toda la sociedad argentina.
Según el islam, guardar silencio ante las atrocidades nos convierte gradualmente en cómplices del crimen. La “supuesta” neutralidad ante estas circunstancias es una manifestación de indiferencia que termina favoreciendo al opresor contra el oprimido.
Al respecto, quiero traer aquí las enseñanzas del profeta del islam, quien instruyó a sus seguidores a apoyar siempre la verdad y la justicia. Aclaró que la mejor expresión del “Yihad” es proclamar la palabra veraz ante un gobernante tiránico e injusto. Es decir, un creyente debe alzar su voz a favor de la justicia, aunque eso pueda perjudicar sus propios intereses y relaciones. El término “Yihad”, que es a menudo malentendido en algunas partes del Occidente, no es la guerra santa de un fiel contra los no musulmanes, sino su esfuerzo constante contra la maldad y el vicio.
Asimismo, el islam determina que quien asesina una vida inocente es como si hubiera asesinado a toda la humanidad. Nuestra religión, en su esencia, es un firme garante de la santidad de la vida y ni siquiera en un estado legítimo de guerra permite atacar lugares públicos o matar a personas civiles.
En estos días de duelo, me resuena el ejemplo del profeta que puede servir como regla de oro para todos nosotros. Una vez, mientras el profeta Muhammad estaba reunido con sus discípulos, pasó un grupo de personas judías llevando a un hombre fallecido al cementerio. Al verlos, el profeta se levantó para expresar sus condolencias. Uno de sus discípulos se asombró por su gesto y le preguntó por qué él había expresado su solidaridad para un no musulmán. El profeta respondió: “¿El hombre de religión judía no era un ser humano?”.
Su respuesta es un faro de luz, implica que antes de dividirnos por las creencias o las etnias, hay que establecer categóricamente la dignidad de la vida de cada ser humano.
En conclusión, la memoria es el cimiento para construir un mejor presente y futuro. A su vez, la justicia es el pilar para alcanzar la paz y garantizar la convivencia armónica en cualquier tiempo y lugar. La implementación de la justicia en el orden público requiere un esfuerzo conjunto de todas las partes que integran una sociedad, aunque haya en ella diferentes sectores.
El islam lo sintetiza y señala que, cuando observemos un vicio, lo detengamos con la mano, con la lengua o con el corazón. Es decir, aquellos que son autoridades y funcionarios en un estado deben impedirlo con “su mano”. Los ciudadanos deben cumplir su responsabilidad cívica a través del uso de sus “lenguas”. Y aquellos que carecen del coraje de posicionarse públicamente contra la injusticia que al menos la condenen en “su corazón”, aunque, según el islam, esta postura es la expresión más débil de la fe.
(*) Imam y Presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía en Argentina.
El diálogo, más cerca
El arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari; el pastor Jorge Ruiz de la Iglesia Evangélica Metodista Argentina, el representante legal de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas, Filial Entre Ríos, Dr. Federico Soskin; el Presidente del Consejo de Pastores de cristianos evangélicos, Carlos Schultz; el presidente de la Comunidad Musulmana Ahmadía, Marwan Gill; y la intendenta de Paraná, Rosario Romero, firmaron un convenio de cooperación comunitaria que, en lo formal significa la conformación de la Mesa de Diálogo Interreligioso.
“En el ámbito del Estado municipal los aspectos humanos son esenciales”, dijo la intendenta Rosario Romero, en la oportunidad. “En la comunidad tenemos una riqueza enorme de distintos cleros trabajando con la gente, construyendo valores, bregando por la paz, la fraternidad, la solidaridad y las igualdades de oportunidades que necesitamos tener”, destacó.
La jefa comunal señaló que el documento firmado “procura enlazar esos valores que ya existen comprometiéndonos el Estado y distintos cleros a trabajar por los mismos, concretándolos en actividades como prevención de adicciones o en educación”. Para Romero, “la mirada desde lo humano completa la labor que debe realizar el Estado local”.
Por su parte, el pastor Carlos Schultz, consideró que “es un paso muy importante”, antes de referir que “como parte de la comunicad podemos trabajar en temas que nos preocupan en común como la prevención de adicciones, violencia, trabajar sobre niños y adolescentes, los jóvenes para hacer que esta generación que se está formando pueda ser contenida de la mejor manera”.
En tanto, el arzobispo de Paraná, Juan Alberto Puiggari, sostuvo que “entre religiones hay temas comunes que nos preocupan y hacen a la construcción de una sociedad”. En ese sentido, puntualizó que “en el bien común de la población, la dimensión de Dios es fundamental. Desde Dios queremos aportar para sacar adelante a esta querida Argentina y, en este caso concreto a Paraná”.
A su turno, el referente de la Comunidad Musulmana, Marwan Gill, indicó que “nos falta bastante visibilidad en el interior. No tenemos una mezquita ni un centro islámico. Tenemos cada vez más muros, brechas y separaciones por lo que celebro esta iniciativa. Hay que construir más puentes. El disenso es fundamental, pero hay que construir una paz común y, en esa base, trabajar para el bien de todos”.