viernes , 27 septiembre 2024
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“La pasión por lo que hacemos nos enriquece”

Abel Schaller, profesor de Educación Física, director coral y escritor recibió a EL DIARIO. Foto: Juliana Faggi
Schaller dijo a EL DIARIO: “A lo largo de mi vida he mantenido un equilibrio entre el deporte y la cultura”. Foto: Juliana Faggi

Abel Schaller es profesor de Educación Física, músico, director coral y escritor. Su capacidad lo llevó a dirigir distintas formaciones corales de la ciudad. Es miembro de la Sociedad Argentina de Escritores, filial Entre Ríos y fue el ganador del premio provincial Fray Mocho en el rubro poesía en 2012. Un verdadero maestro, apasionado del deporte, la música y la escritura.

Gabriela Gómez del Río
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Abel Edgardo Schaller nació en Paraná, hace 86 años. Es profesor de Educación Física, fue entrenador del equipo de natación del club Atlético Estudiantes. El deporte y la cultura han marchado a la par durante toda su vida. Integró el coro del Instituto del Profesorado de Educación Física y un hecho fortuito lo llevó a desempeñarse como director y a descubrir otra de sus vocaciones. Fue director coral de distintas agrupaciones del país. Es escritor, una pluma destacada de nuestra provincia y fue reconocido con el Premio Fray Mocho en 2012. La música y la escritura lo acompañan todos los días, junto a la actividad física que realiza para mantener su buen estado físico. No aparenta la edad que tiene y ante el halago de EL DIARIO en el inicio de la charla, se excusó: “Tengo un presupuesto en formol”. En su casa, rodeado de fotografías familiares y libros, hizo un recorrido de su vida y afirmó: “Me siento agradecido por todo lo que he vivido y logrado”.

—¿Qué recuerda de su niñez y adolescencia en relación a todas estas actividades que hoy lo mantienen inquieto?
—¡Qué pregunta me has hecho! No sé de cuánto tiempo disponés vos, —indicó con humor. Desde que era niño, siempre he tenido una pasión por la lectura. Recuerdo esos momentos en los que me sumergía en mundos de ficción. La literatura era un refugio para mí, y lo sigue siendo. Me gustaba mucho cuando la maestra nos asignaba tareas como escribir una composición sobre “la vaca”. Esa consigna, aparentemente sencilla, me parecía un desafío emocionante. No sólo disfrutaba de escribir, sino también de la gramática y la literatura en general. Me encantaba descomponer las palabras y jugar con ellas.
Luego, en el secundario, mi relación con la lectura se intensificó. Empecé a explorar diferentes géneros y autores, y desde entonces no he dejado de leer. Para mí, la lectura no sólo es una actividad entretenida; la considero sanadora y fundamental para el desarrollo personal. Leotodo lo que me cae en las manos, novelas, ensayos, poesía… Y cuando lees mucho, te vuelves más crítico. Después de leer solo unas pocas líneas de un texto, ya puedes discernir si te interesa o no.

—Una vida entre el deporte y la cultura…
—Sí, a lo largo de mi vida he mantenido un equilibrio entre el deporte y la cultura. La música, por supuesto, ha sido una gran constante. Llevo sesenta años en el coro, y siempre he sentido que el arte y el deporte tienen mucho en común: disciplina, dedicación y la búsqueda de la excelencia.

—¿Cuándo aparece el escritor? ¿Es después de terminar la carrera en Santa Fe o se dio en forma paralela?
—En realidad, creo que siempre he sido escritor, aunque la escritura como disciplina llegó hace unos veinte años. Mi interés por escribir de manera formal fue influenciado por Juan Manuel Alfaro, quien fue un gran maestro para mí. Él falleció hace poco, y su legado ha sido fundamental en mi desarrollo como escritor. Aprendí sobre las estructuras literarias: qué es un soneto, una redondilla, un serventesio, todas esas formas que parecen complejas, pero que, una vez que las entendés te ofrecen un campo de juego inmenso para expresar tus ideas.

Leer es esencial para aprender a escribir, y eso es algo que parece estar faltando en la formación de las nuevas generaciones

—Ha llevado su experiencia en el deporte a la escritura…
—Definitivamente, tengo varios cuentos que giran en torno al deporte, y es un tema que me inspira profundamente. La conexión entre el deporte y la literatura es fascinante. Al igual que un buen relato, el deporte requiere pasión, entrega y, a veces, una dosis de sacrificio. La observación que hacés es muy interesante: ¿por qué me inspiran estas experiencias? Es un misterio, pero creo que cada vez que escribo, estoy tratando de capturar la esencia de esos momentos vividos.
Por ejemplo, admiro a escritores como Gabriel García Márquez, quien tenía la rutina de levantarse cada mañana, tomar un lápiz y escribir algo. Si lo que escribía no servía, simplemente lo tiraba. Supongo que para él era una forma de mantener el pulso tibio y la cabeza andando. Yo todos los días escribo algo, generalmente son cosas desechables que no necesariamente publicaría. Pero ese ejercicio diario me ayuda a afinar la puntería, a estar listo para cuando surge una idea que realmente vale la pena. Cuando algo te pone a tres metros del suelo, se guarda.

—¿Y cómo sabe que algo lo eleva en su escritura?
—Porque te regocija, es una cuestión de sensaciones. A veces, cuando estoy escribiendo, siento una especie de conexión, como si algo profundo en mí se activara. Es un momento de claridad, y sé que lo que estoy creando tiene un peso emocional. A menudo, la conexión es tan intensa que me encuentro en un “silencio escandaloso”, como me gusta decir.

—¿Qué recuerda de sus épocas como profesor y entrenador en el Club Estudiantes?
—Mis años como profesor y entrenador son algunos de los recuerdos más gratificantes. Ejercí hasta que me jubilé a los 71, 72 años. A lo largo de mi carrera, me comprometí plenamente con mis alumnos y mis equipos. Siempre les di lo mejor de mí, responsabilidad, horarios, dedicación y energía. No tengo nada de qué arrepentirme, estoy realmente contento con todo lo que hice.

—Abel, recibió el premio Fray Mocho en 2012, en poesía.
—Sí, un reconocimiento importante que valoro mucho. No se trató sólo de un premio económico, sino de un reconocimiento al prestigio de lo que he hecho en la literatura.

La actividad coral
Schaller comentó con orgullo que su apellido es de origen alemán y significa “el que produce sonido”, algo así como un designio que portan algunas personas. Realizó estudios en la especialidad Dirección Coral en el Instituto de Música de la Universidad Nacional del Litoral, donde fue profesor y dirigió y formó distintas agrupaciones corales en el país.

—¿Cómo llegó a la actividad coral?
—Fue algo inesperado, pero profundamente enriquecedor. En 1962, durante mi tercer año en el Instituto Nacional de Educación Física de Santa Fe, formé un coro con otros colegas. Un día, el director del coro no pudo viajar con nosotros a un viaje de promoción a Bariloche, y me pidieron que dirigiera. La verdad, no tenía ni idea de cómo hacerlo. Me encontré frente a un grupo de cantantes sin saber manejar ni el diapasón. Pero, sorprendentemente, eso despertó en mí una pasión por el lenguaje del canto y la dirección coral. Desde entonces, he dirigido coros durante más de sesenta años, y cada experiencia ha sido única y valiosa.

La actualidad
—¿Qué opinión le merece la actitud de los jóvenes frente a la lectura y la escritura?
—Es un tema preocupante. Estoy observando una tendencia que me inquieta, la gente ya no lee como antes. Cuando voy al club, no veo a nadie con un libro en la mano. Los chicos parecen más interesados en sus dispositivos digitales, pero lo cierto es que el peso de un libro, su energía, su olor, son irreemplazables. Es muy grave que los jóvenes estén perdiendo conexión con la literatura y el idioma. He visto cómo ha cambiado la forma en que se comunican, y eso es alarmante. La lectura es fundamental para el desarrollo del pensamiento crítico, y si no leen, ¿cómo podrán escribir?

—¿Cómo ve el futuro de la humanidad en este contexto?
—Es un momento complejo. Hay muchas crisis, guerras y una incertidumbre generalizada. La inteligencia artificial es un tema que también me preocupa. Aunque puede ser útil en algunos aspectos, plantea interrogantes sobre nuestro futuro y nuestro lugar en el mundo. A veces pienso que la humanidad se enfrenta a una bifurcación, podemos avanzar o caer en el caos. La conexión humana, esa que se establece a través de un buen libro o una buena conversación, parece estar desvaneciéndose. Y eso es algo que debemos cuidar, porque son esas experiencias las que nos hacen realmente humanos.

—¿Qué opina sobre las nuevas voces en la poesía?
—La verdad es que hay jóvenes escribiendo, pero no veo una pluma que se destaque a nivel de poetas consagrados, como Martínez Howard o Juan Laurentino Ortiz. Esa generación de poetas marcó un hito en la literatura argentina, y creo que todavía estamos esperando que surjan voces comparables. Muchos de los jóvenes que están escribiendo hoy en día lo hacen, pero sin la base de lectura necesaria para alcanzar ese nivel. Leer es esencial para aprender a escribir, y eso es algo que parece estar faltando en la formación de las nuevas generaciones.

A modo de balance
—Si tuviera que elegir entre sus múltiples roles, ¿cuál escogería?
—Esa es una pregunta difícil, casi injusta. Todos mis roles son parte de quién soy, y cada uno ha contribuido a mi crecimiento personal y profesional. Desde la escritura hasta la enseñanza y la dirección coral, he puesto pasión en cada una de estas actividades. Así que, si tuviera que elegir, diría que me quedaría con todos porque no tengo de qué arrepentirme. Me siento agradecido por todo lo que he vivido y logrado.

—¿Está conforme con la vida que ha llevado?
—Estoy muy orgulloso de lo que he hecho en mi vida. A veces, reflexiono sobre mis decisiones académicas. Estudié educación física porque me gustaba el deporte, pero siempre sentí que debí haberme enfocado en la literatura desde el principio. A pesar de eso, me siento satisfecho con mi trayectoria. Recuerdo momentos felices, como cuando llevé a mis nadadores a un sudamericano y vi cómo se esforzaban y brillaban en la competencia. La pasión por lo que hacemos es lo que realmente nos enriquece.

La conexión humana, esa que se establece a través de un buen libro o una buena conversación, parece estar desvaneciéndose

Agradecimiento
Para finalizar, Abel Schaller expresó: “Quiero destacar la importancia del reconocimiento en vida. A menudo, la gente espera a que alguien fallezca para rendirle homenaje, y eso es triste. Deberíamos reconocer a quienes han hecho algo significativo mientras todavía están aquí. La palabra homenaje a menudo suena a muerte; lo que realmente necesitamos es celebrar el reconocimiento en vida, valorar el trabajo de quienes han contribuido a nuestra cultura y sociedad. Estoy agradecido por esta oportunidad de compartir mis pensamientos”.

Breve bio
Abel Edgardo Schaller nació el 4 de abril de 1938, en Paraná. Está casado con Adriana Princic. Es padre de Patricio Enrique, Silvia Florencia y Alejo Ernesto.
Cursó la escuela primaria en Diamante y completó el secundario en el Colegio Nacional de la capital provincial. Egresó como profesor de Educación Física en el Instituto Nacional de Santa Fe.
Entre sus publicaciones se destaca “De fulgores y de sepias” con la que obtuvo el Premio Fray Mocho en 2012, en el rubro poesía. Esta obra fue seleccionada entre 77 presentaciones. Su último trabajo es el Poemario Negro sobre Blanco.

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