Cuatro fotos nos brindan detalles de protestas ocurridas en 1908, en Paraná, y nos posibilitan establecer diferencias y parecidos con manifestaciones ocurridas en la actualidad. La forma de vestir, la actitud corporal y el espacio que han ganado las mujeres en los últimos años, son indicios de los cambios producidos a finales del Siglo XX y XXI.
Agostina Giarrosso
Juan Legaria
Especial para EL DIARIO
La fotografía, aliada para registrar, nos permite indagar en imaginarios de época y al mismo tiempo conocer historias. Es el caso de una galería de imágenes, en las que aparecen jóvenes estudiantes manifestándose en la plaza 1 de Mayo, de Paraná, junto a trabajadores, en la primera década del Siglo XX.
Una observación minuciosa de los documentos gráficos nos permite trasladarnos a otro tiempo y a un espacio que reconocemos compartido, aunque no luzca igual en el presente. Es 1908. Las pocas hojas de los árboles nos sugieren que son días de otoño en la capital entrerriana. Allí, un grupo de jóvenes se encuentra reunido sobre calle Monte Caseros, a la altura de la plaza central. En la dirección de las vías del tranvía, se puede observar un poco más allá a un grupo de estudiantes que protesta.
Los varones de la foto, que son mayoría, se identifican con sombreros y trajes. En la composición se entrometen un par de niñas: una con pollera paisana, y de la otra solo se advierte el rostro, y que no porta sombrero. Alrededor, la gente simplemente transita.
Todo transcurre donde hoy está el edificio del Correo Argentino, que es el fondo de la foto. En aquel momento esa era la residencia del Obispo, que antes había sido la del general Justo José de Urquiza. Enfrente -donde actualmente está el edificio del Banco de Entre Ríos- se vislumbra la Confitería La Perla.
Estas imágenes tienen un autor: Cirilo Amancay Pinto, un fotógrafo y maestro jujeño, cuya vida transcurrió en Entre Ríos. Pinto se dedicó a retratar la ciudad a finales del siglo XIX. Él construyó la fotografía de la escena a la que nos estamos refiriendo y la tituló “Huelga estudiantil”. Completó la serie con otras dos tomas llamadas “Comentando la huelga de estudiantes''. Es valioso asomarnos a esta trilogía desde la convicción de que toda fotografía es el producto de una perspectiva e intención elegida por el fotógrafo, donde intervienen intereses y condicionamientos diversos.
La secuencia fotográfica de Amancay Pinto fue analizada por los estudiantes de Comunicación Social, Julieta Salamone, Alejandrina Tinta Segovia y Aitor Vuoto, en el marco del proyecto La ciudad revelada; específicamente, se enfocaron en la presencia de los jóvenes huelguistas en el espacio público. Así, interpretaron estas fotos como un indicio de un clima de época, y reconstruyeron un fragmento de la lucha de clases que, entre 1900 y 1910, testimonia la irrupción de nuevos actores urbanos que comienzan a habitar Paraná de otros modos. Para ello, indagaron en la prensa y revistas locales y nacionales de ese entonces.
De su trabajo se desprende que en la narrativa de los diarios -más allá de que pueda considerarse justo o injusto- irrumpen ciertos aires de desobediencia civil de las masas con respecto al régimen político despótico vigente. Es decir, la hipótesis de la unión obrero-estudiantil es visible en los periódicos de aquel entonces y también lo es la presencia de la juventud en el espacio y la discusión pública.
En esa época se configuraban entre las clases sociales el ascenso y organización de la clase obrera y la irrupción de las masas en la esfera pública de las ciudades.
Estas se diseñaban en concordancia con el proyecto modernizador, liderado por la élite, donde se disputaba la organización del territorio, la migración del campo a la ciudad y las transformaciones socio-culturales.
EN MARCHA
Se conjetura que la fotografía 1 testimonia la desconcentración de una huelga en la plaza 1° de Mayo, organizada por sindicatos obreros; la fotografía 2 -en continuidad espacial y temporal con la primera- captura a un grupo de adultos y estudiantes que observan la huelga desde la cuadra anterior, sobre calle Urquiza; y, finalmente, la fotografía 3 -con los mismos protagonistas y sobre la misma arteria- los retrata comentando lo acontecido.
Si bien la serie fotográfica no captura la huelga como tal, nos trae noticias de memorias soterradas por la historia oficial. Nos referimos a los jóvenes que irrumpen en la escena pública y encarnan el nuevo repertorio de confrontación de la clase trabajadora (la huelga y la movilización), que darán lugar a nuevos actores políticos en el espacio público de la Paraná Moderna.
En las fotos se ve que los niños y adolescentes visten sombrero claro y pantalón corto; y los mayores, sombrero negro y pantalón largo. Por su parte, las mujeres lucen el pelo recogido y pollera. Sobre la calle de adoquines se aprecia la vía del tranvía y a lo lejos se advierte un carro de transporte de pasajeros.
El conocimiento que transmiten estas imágenes y los cuerpos que retratan, son únicos e irrepetibles. En este sentido, tal como postula la epistemóloga argentina Denise Najmanovich (Buenos Aires, 1956) en su artículo “El cuerpo del conocimiento, el conocimiento del cuerpo”, lo entendemos como un conjunto de dimensiones biológicas, físicas, culturales, sociales, afectivas, y relacionales, inseparables de las experiencias vitales.
Se puede ver un contraste en la disposición de los cuerpos estudiantiles y huelguistas: los primeros son ordenados, y están vestidos de manera uniforme, con trajes; no obstante, están realizando una protesta, un acto “de rebeldía”, lo contrario a lo que debía ser un ciudadano en formación, disciplinado y normalizado.
En este caso, la localización y número, la gestualidad de sus cuerpos, y la vestimenta del grupo de jóvenes huelguistas, son indicios de nuevas estrategias y repertorios de confrontación que comenzaba a poner en juego la clase trabajadora, en sus nuevos modos de habitar la ciudad.
AYER Y HOY
Estos registros fotográficos son contemporáneos de las luchas obreras y sindicales. Serían el antecedente a las protestas llevadas adelante cada 1 de mayo. Si bien eran tiempos de consolidación de un repertorio de confrontación, en contra de la Ley de Residencia (1902), reclamos de salario y jornadas laborales, ver una protesta de estudiantes no era usual.
Desde aquella fecha, todavía faltaría mucho tiempo para los grandes hitos del movimiento estudiantil: 10 años, precisamente, para que sucediera la reforma universitaria en la ciudad de Córdoba, muchos más para la Noche de los Bastones Largos, el Cordobazo y el Rosariazo, y las luchas sucedidas en la última dictadura cívico militar como la Noche de los Lápices.
En otro orden, es impactante comparar lo retratado por Amancay Pinto con los registros fotográficos de la Marcha Nacional Universitaria del 30 de agosto de 2018, que tuvo lugar en las principales ciudades del país. Si hiciéramos el ejercicio, comprobaríamos que los testimonios gráficos de los movimientos actuales cuentan con mayor presencia de mujeres, carteles con consignas, y personas gritando, y saltando. Además de la actitud de los manifestantes, son notorios son cambios en la vestimenta utilizada. No obstante, también es posible identificar coincidencias o continuidades. Una de ellas es que en Paraná los lugares de concentración, y las calles que se recorren marchando, siguen siendo las mismas. Y, los sombreros de mayo de 1908 pueden ser los paraguas que protegieron a los estudiantes en aquel invierno de 2018.
Pensar el ayer
“Mirando la ciudad” es una acción de extensión realizada por estudiantes y docentes de la Licenciatura en Comunicación Social y la Tecnicatura en Gestión Cultural de la Facultad de Ciencias de la Educación de la UNER, y profesionales de EL DIARIO.
Se trata de un espacio de encuentro entre instituciones y de aprendizajes para quienes la conformamos. La propuesta es historizar la cultura local a partir de inquietudes del presente. Para ello se realizarán publicaciones mensuales con eje en la cultura y en la educación, focalizando en el trabajo con imágenes fotográficas pertenecientes al archivo de la Fototeca del Museo Histórico de Entre Ríos Martiniano Leguizamón. Se espera así incentivar la participación de la comunidad paranaense en la construcción y significación del patrimonio colectivo a través de usos y apropiaciones que reflexionen sobre la dimensión problemática de la cuestión patrimonial y su vínculo con la construcción de las identidades locales. La invitación es sencilla: volver a mirar cada detalle que nos rodea, porque en el trajín cotidiano no nos damos el tiempo para observar, para pensar cómo estamos contribuyendo -o no- a ciertos modos de hacer ciudad, de imaginarla, a través de nuestras propias prácticas. Pero también, porque es importante saber cómo ha sido pensada, habitada y construida por las generaciones que nos antecedieron.