Más allá de haber compartido la intimidad de Luis XV, Madame de Pompadour influyó notablemente en la política francesa de su tiempo y llevó a cabo una vasta obra en pro de la cultura y el progreso del país. Su gravitación en los asuntos del Estado y su condición de mujer la expusieron al odio de enemigos de todo tipo, cuyas estrategias sorteó con notable habilidad política.
Angelina Uzín Olleros
Especial para EL DIARIO
Juana Antonieta Poisson nació en París, en 1721. No provenía de la nobleza, pero su padre fue escudero del Regente durante la infancia del rey Luis XV. Su familia pertenecía a la ascendente burguesía del siglo XVIII. En 1741, el padre, viudo y sin hijos varones, decidió casar a Juana Antonieta con el sobrino de él, Charles-Guillaume Lenormand d’Étiolles. Tres años después, en 1744, nació la hija que tuvieron juntos: Alexandrine.
En 1745, Madame de Pompadour fue presentada públicamente en Versalles. Por primera vez en la historia de Francia una dama de origen burgués ocupaba un lugar en el círculo más cercano al rey. Casi medio siglo antes de que estallara la Revolución Francesa y los estamentos desaparecieran, un miembro de aquel revolucionario Tercer Estado se instalaba nada menos que en el lecho del monarca.
Juana Antonieta Poisson, llegó a ser “la favorita” del rey, lo que significaba para las monarquías absolutas la posibilidad de intervenir en los asuntos de Estado. El monarca le otorgó el título de Marquesa de Pompadour que se correspondía con un linaje muy antiguo que había desaparecido en 1722. Con la ayuda del escritor, historiador, filósofo y abogado francés Voltaire (1694-1778), ella organizaba fiestas que se concentraban en la degustación de manjares, y en el disfrute de espectáculos. Esos eventos contaban con la asistencia de personalidades excéntricas de la época. A su vez, Voltaire la asesoraba en cuestiones vinculadas al diseño de estrategias políticas al interior del reino.
Muchos años después, el filósofo francés Michel Foucault (1926-1984) dijo que “no hay poder sin decorado”. En efecto, Madame de Pompadour ornamentaba los salones y descubría artistas para amenizar las horas del rey, pero, interesándose cada vez más por la política, su influencia llegó a ser tan importante que nada ocurría sin su intervención.
INFLUENCIA
Así, una multiplicidad de intereses por el arte, la poesía, y el pensamiento, la condujeron a patrocinar la publicación de la famosa Enciclopedia, en 1752, obra fundamental del Siglo de las Luces.
Además, promovió el embellecimiento de la ciudad de París. Madame de Pompadour designó a su tío Lenormand de Tournehem y a su hermano, el Marqués de Marigny, como directores de construcciones. El objetivo era renovar la edificación en todos los barrios y modernizar la capital de Francia conocida como “la ciudad luz”.
En paralelo, Madame de Pompadour impulsó fervientemente la fundación de la primera Escuela Militar y fomentó actividades relacionadas con la manufactura de porcelanas. En 1752 le otorgaron el título de Duquesa y en 1756 se instaló definitivamente en el Palacio de Versalles como dama de compañía de la reina.
Las inmensas galerías con cuadros y tapices, los jardines geométricos alrededor de los estanques y todo el lujo que ella misma había logrado instalar allí, no evitaron que el interés del rey por ella se fuera apagando.
Cuando Madame de Pompadour percibió que su poder se ponía en riesgo, para que su influencia no declinara se dedicó a administrar los placeres del rey buscando para él nuevos amores y distracciones.
No obstante, en ella se concentraban los destinos del reinado de Luis XV. Un período difícil fue el de la Guerra de los Siete Años (1756-1763) que concluyó con la pérdida de Canadá y otras colonias. Entonces, Madame de Pompadour perdió fuerzas, y el odio de sus rivales fue debilitando su presencia en la Corte.
Ella gozaba de rentas muy cuantiosas que lograban concentrar su capacidad económica. Poseía los castillos de Aulnay, Brimborion y Belleone; también disponía del magnífico mobiliario de sus palacios ubicados en Versalles, París y Fontainebleau.
El escritor y filósofo francés Denis Diderot (1713-1784) también fue protegido por ella. El ilustre enciclopedista llegó a ponderar la sociedad de su época y reflejó el carácter de su protectora y el ambiente que la rodeaba.
Otro gran filósofo, Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), la criticó duramente en su obra Emilio, o De la educación, un tratado de 1762. Sus reflexiones giran en torno a su tesis sobre la naturaleza buena del hombre y describe un sistema educativo que permita al hombre natural convivir en una sociedad corrupta sosteniendo una moral que lo aleje de aquella decadencia.
Por su parte, Carlos Lagorio, autor del libro Pensar la modernidad, reflexiona sobre este aspecto filosófico del iluminismo. “Las características fundamentales del movimiento, que agrupó a pensadores pertenecientes tanto a la burguesía como a la nobleza, provienen del ideario de un nuevo clima cultural, más que de una escuela determinada. Con interpretaciones que varían según los autores, estas ideas se convirtieron en motores de una mentalidad, corporizando una teoría del progreso de la humanidad cuyo idealismo no se basaba en la religión sino en la naturaleza de los hombres.”
PULSEADAS
En materia política, Madame de Pompadour no vaciló en derrotar a los clericales -que le eran abiertamente hostiles- con la ayuda de la sagacidad de Voltaire y otro de sus protegidos, François Quesnay (1694-1774), autor de la famosa máxima: “laissez faire, laissez passer”: dejen hacer, dejen pasar, también atribuida a Vincent de Gournay (1712-1759) que agregaba a la frase “el mundo va solo”.
Sus litografías eran muy famosas. Madame de Pompadour era dueña de una importante colección de arte, además de una biblioteca distinguida. Dedicó mucho tiempo a grabar delicadas escenas que se conservan actualmente en la Biblioteca Nacional de París. Ella compartió cuatro lustros de reinado quedando vinculada a dos tratados que fueron desastrosos para Francia y fracasos bélicos.
Murió en el Palacio de Versalles el 15 de abril de 1764: una tuberculosis terminó con la vida de la marquesa a sus 42 años. Luis XV observó el cortejo fúnebre desde una terraza del palacio mientras una lluvia torrencial acompañó a la que fue su favorita hasta el convento de las Capuchinas, donde fue enterrada.
Con luz propia
La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas.
La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.