Los días más cortos, las mañanas y las noches más frescas, el aún impetuoso sol del mediodía las veredas teñidas de un ocre vegetal, nos hablan con toda claridad de que el otoño nos ha abrazado y nos arrulla con una canción de mandarinas en la siesta.
Son jornadas especiales para disfrutar al aire libre, para conversar sin mirar el reloj, para practicar deportes y hacer planes mejores. Y hay que aprovecharlas con intensidad.