Alfredo Félix Bourdillón es nadador. Las primeras brazadas las dio en el club Estudiantes, y de allí pasó a integrar el plantel de Rowing hasta que se mudó a Rosario por motivos de estudio. La pileta pudo más que la Medicina. Consiguió títulos nacionales e internacionales y la máxima satisfacción para un deportista amateur, representar al país en los Juegos Olímpicos de Tokio 1964.
Gabriela Gómez del Río / [email protected]
La pileta del club Estudiantes en la sede del Parque Urquiza es el punto de encuentro para dialogar con Alfredo Félix Bourdillón, que acaba de completar su entrenamiento diario de natación. Tiene 80 años, nació en Rosario, pero desde los 5 años de edad está radicado en Paraná. Aprendió a nadar en el club Estudiantes, desde donde pasó al Rowing hasta que finalizó la escuela secundaria. El comienzo de la universidad lo llevó a Rosario a estudiar Medicina, y el club Gimnasia y Esgrima de esa ciudad le abrió sus puertas. El joven se entusiasmó con la pileta climatizada, con la posibilidad de entrenar en invierno, mejorar la técnica y los tiempos. El trabajo intenso le dio títulos argentinos e internacionales. Rigurosas rutinas de entrenamiento, sacrificio, disciplina y objetivos claros, lo llevaron a hacer historia en el deporte argentino. En 1964 integró el equipo de la prueba de 4 x 100 metros combinados en los Juegos Olímpicos de Tokio. Durante la entrevista con Bien! Alfredo confió: “Los Juegos me dejaron una gran amistad con mis compañeros, en especial con Luis Nicolao (campeón mundial), con quien viví un año en Buenos Aires para acompañarlo a entrenar”.
–Alfredo, ¿qué recuerda de sus inicios en la natación?
–Aprendí a nadar acá, en esta pileta, -dice mientras señala la pileta descubierta de 25 metros de la sede principal del CAE, donde tuve dos grandes entrenadores. Uno, el doctor Genaro Vilanova, quien durante su presidencia puso todo el esfuerzo para hacer la pileta de invierno; y el otro, Víctor Sabatini, un habitué del club que fue entrenador ad honorem.
–¿En qué momento pasa al Rowing y por qué?
–Durante el gobierno peronista esto -en alusión al club Estudiantes- fue expropiado por la UES, Unión de Estudiantes Secundarios y se cerró el club de un día para otro. Todos tuvimos que irnos al único club que tenía natación, que era Rowing. Todos me conocen corriendo por Rowing, donde hicimos un grupo de amigas y amigos, y me quedé hasta el año… -Alfredo hace una pausa y aclara: todas las fechas son aproximadas porque la verdad no me acuerdo-, hasta 1962 que fui a Rosario a estudiar medicina.
–Pero siguió nadando en Rosario…
–Así es, allá empecé a nadar por Gimnasia y Esgrima. Durante mi estadía en Rosario fue cuando pegué el salto de calidad, que empecé a figurar a nivel nacional, al nadar en invierno, porque acá no había piletas climatizadas de 25 metros. Rowing tenía la pileta chica de 15 que después pasó a ser de 20 metros. Nadar todo el año fue un gran avance.
–¿Cómo era entrenar en Gimnasia y Esgrima?
–Tenía muchas dificultades para nadar porque tenía que hacerlo de noche. Pasaba que mi club estaba acá -por Rowing-, entonces era un trastorno. Debo decir que me presionaron para que nade por Gimnasia, que era la única pileta de Rosario. Me decían: “Si usted viene a nadar acá va a tener todas las comodidades, pero tiene que representar al club. No hay otra forma, no puede seguir corriendo para su club”. Pero después, de grande, en algunos eventos seguí representando al Rowing por una cuestión de afecto, de corazón, nada más.
–¿Cómo se dio la participación en los Juegos Olímpicos de Tokio?
–Fuimos a correr a un torneo sudamericano en Ecuador y ganamos la posta 4 x 100 cuatro estilos, con récord sudamericano. Le ganamos a Brasil, que era nuestro clásico rival, como en todas las cosas. Aún en ese entonces, vencer a Brasil era ganarle a los mejores del mundo en natación. Y nosotros, nuestra posta lo hizo pese a todos los pronósticos. La victoria frente a Brasil fue el pasaje o el mérito para ir a las Olimpíadas. Además, nunca me olvido de recordar, que esto también fue gracias a un gran amigo, Luis Nicolao, campeón del mundo durante muchos años en 100 Mariposas. Su familia me ofrece nadar con Luis y su entrenador en Buenos Aires. Así fue que durante casi un año fui un hijo más, porque él quería tener a alguien de ladero, que lo ayudara y tirara un poco en los entrenamientos. Bueno, gracias a que tuve esa ayuda de vivir en la casa de Nicolao durante ese largo tiempo, es que pudimos llegar a la lucha e integrar la posta juntos en Japón.
–Alfredo, en un deporte individual como la natación, ¿cómo fue representar a la Argentina en los Juegos Olímpicos en una prueba de equipo?
–Algo maravilloso. Nuestro equipo de la posta fue el mismo con el que le ganamos a Brasil, con el mejor tiempo en toda Latinoamérica. No nos llevaron con aspiraciones de ganar porque sabíamos que, a lo sumo, podíamos aspirar a entrar en la final. Pero no se dio, se llegó undécimo. Estuvimos cerca y dentro de lo que se esperaba de nosotros.
–Pero el orgullo de ser olímpico sigue intacto…
–Sí, el sello de ser olímpico queda. Uno se da cuenta de eso después, cuando pasan los años. Cuando sos joven, no dimensionás lo que es haber estado en unos Juegos.
–¿Y qué pasó con la carrera de Medicina, Alfredo?
–En principio, rendí dos materias que las aprobé sin ninguna dificultad. Pero después, la medicina coincidió con mi momento cúspide en la natación y empezaron a tentarme los viajes. Entonces, mi entrenador y los directivos me aconsejaron que aproveche esto que se da una vez en la vida, que después no lo iba a hacer más, y tenían razón. Me sugirieron que afloje un poco el estudio, que vaya más de la pileta, y después cuando esto se termine, que siguiera estudiando, si recién tenía 19 años.
–Hoy, después de tantos años, ¿cómo se siente con esa decisión?
–Aún hoy, hay cosas de las que no me arrepiento de ninguna manera porque lo que viví y lo que hice, gracias al deporte, es difícil de explicar, -admite Alfredo, emocionado. El deporte me dio los viajes, y los viajes me hicieron entusiasmar con el deporte porque de otra forma no lo podría haber hecho.
–Alfredo, toda una vida en la pileta…
–Bueno, he transitado distintos caminos en la natación a lo largo de la vida. Ahora, de viejo, una lesión, una prótesis que tengo en una pierna hacen que la única actividad física, que puedo hacer y que debo hacer, sea la natación. Ni siquiera caminar puedo mucho. Y, pese a mi edad, me dijo el médico que hasta que no esté más, venga todos los días a la pileta, si quiero tener una vida de calidad más o menos lo que me resta de vida. Por eso, sigo nadado y me ves acá, no es que venga a entrenar. Pero por ahí corro en algún torneo porque la paso muy bien con amigos de aquella época. Viajamos y nos encontramos en los torneos con gente que ha compartido esto mismo, hace 20 o 30 años atrás y es muy lindo. De esta forma uno sigue ligado al deporte. No es ningún sacrificio nadar.
Amigos por siempre
En 1964, cuatro jóvenes nadadores que venían de ganarle a Brasil en el Sudamericano de Ecuador se metieron en los Juegos Olímpicos de Tokio. La natación tuvo como sede el Gimnasio Nacional Yoyogi y el equipo de relevo de 4 x 100 metros combinados integrado por Carlos Van der Maath (fallecido), Miguel Ángel Navarro, Luis Nicolao y Alfredo Bourdillón ocupó el undécimo lugar. La natación y las competencias en equipo forjaron una amistad entre los deportistas, que aún hoy viajan a distintos puntos del país para reencontrarse en torno de alguna pileta.
“Los Juegos me dejaron una gran amistad con mis compañeros, en especial con Luis Nicolao, con quien viví un año en Buenos Aires para acompañarlo a entrenar. Los que quedamos nos seguimos juntando, siempre bromeamos con que estamos más cerca de la última carrera, así que de una forma u otra tratamos de vernos. Ahora, en julio, en Mar de Plata, donde está viviendo Nicolao, nos vamos a encontrar. Los demás no sé si irán, pero tenemos un torneo y es algo hermoso encontrarnos después de tantos años, charlar y recordar viejos tiempos.
–Alfredo, ¿qué le ha dado la natación?
–Podría decir que todo. Cuando dejo de nadar, siendo muy joven, debería tener 30 años o veintipico, en Buenos Aires, gente allegada a la natación que me conocía y sentía simpatía por mí, desde una me contratan para ser el representante en el exterior de una firma. Algo así como un viajante sudamericano, y eso me dio la posibilidad de volver a viajar por todo centro y Sudamérica con total libertad. Ese puesto no fue por mis dotes comerciales, sino porque me conocían por la natación. Y muchas cosas como éstas a lo largo de la vida. Ser olímpico te abre las puertas en muchos lugares. Hemos estado en países después de las Olimpiadas, como máster o veteranos, y si saben que sos olímpico te tratan como si fueras un dios griego, como alguien que sobresale, -contó Bourdillón.
–Alfredo, ¿recomendarías la práctica de natación?
–Por supuesto, para chicos y grandes porque es un capital en salud que dura toda su vida. Y para los adultos, cuando llegamos al final del camino, -como en mi caso-, veo mucha gente de edad avanzada que viene a nadar por prescripción médica, por una dolencia, por el corazón o la espalda, en fin… Por todo, recomiendo hacer la única actividad física que no tiene ninguna contraindicación.
Anécdotas
-Las comunicaciones desde Tokio en 1964: “Para comunicarnos con la Argentina, teníamos que pedir por teléfono cuánta demora había y nos daban la llamada para el otro día a una hora aproximada, comunicarse era un infierno”, narró Alfredo.
-El periodismo: “Tenía como instrumento para transmitir una noticia, el fax, que recién comenzaba a utilizarse, con suerte, acá se enteraban al día siguiente de los resultados”.
Bio
Alfredo Félix Bourdillón nació el 13 de marzo de 1943, en Rosario. A los 5 años de edad se radicó en Paraná. Está en pareja con Inés Hernández, ex nadadora de Newell Old Boys de Rosario, quien llegó a Paraná para desempeñarse como entrenadora en el club Estudiantes. Inés cuenta en su trayectoria deportiva con títulos internacionales. Tienen dos hijos, Christian y Cecilia, quienes hasta la adolescencia formaron parte del plantel de natación del Rowing, ambos con destacadas participaciones; y tres nietos: Lorenzo, Anya y Joaquina.
Cursó la escuela primaria en la Adolfo Alsina, que estaba ubicada en calle Gualeguaychú; y la secundaria en el Colegio Nacional. Es profesor de Química. Se dedicó a la docencia, se desempeñó en Bromatología de la provincia; y en empresas privadas relacionadas con la química industrial.
Hobby: ayudar a su hijo en una empresa también relacionada a la química industrial.
Luis Nicolao felicita a Alfredo Bourdillón, que un cierre vibrante venció a Brasil en la posta 4 x 100 cuatro estilos, en el Sudamericano de Venezuela. De esta forma, Argentina consiguió la plaza para los Juegos Olímpicas de Tokio 1964.