Tres investigadores del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria junto a un británico desarrollaron un sistema que permite calcular la eficacia de la inversión sanitaria. Señalaron que en Argentina hay presupuesto y tecnología pero “mucha gente que no accede a los cuidados más básicos”.
Un grupo de científicos argentinos formularon la primera ecuación global que permite identificar medicamentos, vacunas, diagnósticos, dispositivos biomédicos y saber cuál es el precio justo de estas innovaciones, con el objetivo de que los responsables de los sistemas de salud de 174 países puedan tomar mejores decisiones para brindar respuestas más eficientes a partir de la asignación de recursos más equitativa.
La propuesta fue realizada por tres investigadores del Instituto de Efectividad Clínica y Sanitaria (IECS), una institución afiliada a la facultad de Medicina de la UBA que es sede de una unidad ejecutora del Conicet, junto a un científico del Reino Unido y fue publicada en la revista The Lancet.
“Los elementos que tiene en cuenta la ecuación son: cuál es la expectativa de vida de la población y el gasto en salud de cada país por persona”, explicó en diálogo con Télam, el director general del IECS, Andrés Pichon-Riviere.
En ese sentido, sostuvo que “los países a medida que pasan los años mejoran la expectativa de vida, pero también aumentan el gasto en salud. Eso está bien, pero el tema es que lo gasten bien. Si miramos la curva de cada país, observamos que todos incrementan el gasto y su expectativa de vida; esta ecuación tiene en cuenta esa curva”.
Expectativas de vida y gastos. Agregó que la nueva herramienta indica a los países que deciden “mantenerse en esa curva” de crecimiento el nivel de eficiencia y que si “incorporan cosas por encima de ese nivel, no lograrán aumentar la expectativa de vida, sino el gasto”.
Cuando los sistemas de salud eligen qué tecnologías incorporar tienen en cuenta diferentes elementos, como, por ejemplo, qué nivel de beneficio produce en los pacientes, su seguridad o la calidad de la evidencia científica que avala su uso.
Uno de los elementos es la costo-efectividad de la tecnología que mide la relación que existe entre los beneficios que produce y los costos que implica.
La nueva ecuación permite calcular el “umbral” o límite que las tecnologías no deben superar para que valga la pena incorporarlas al sistema de salud.
El costo-efectividad “se puede estimar con datos accesibles para 174 países que son los que disponen de información básica necesaria para la ecuación”.
“Nuestro trabajo empezó hace años y lo más importante es que utiliza datos que están disponibles” en el Banco Mundial y de la Organización Mundial de la Salud (OMS), resaltó.
El estudio encontró la manera de cuantificar el vínculo entre costo-efectividad que existe entre una intervención, y la evolución de la expectativa de vida y del gasto de salud en una población.
La utilización y cobertura de nuevas intervenciones es uno de los factores que influirá tanto en la expectativa de vida, como en los costos.
Metodologías. Al respecto, el investigador principal del Conicet, magíster en Epidemiología Clínica y doctor en Salud Pública, observó que “todas las metodologías que se habían utilizado hasta ahora consistían en hacer un análisis muy complicado de cuánta plata se había invertido en cada una de las áreas de salud y cómo había mejorado la expectativa de vida en cada una de ellas. No había una ecuación que vinculara el costo-efectividad de cada una de las tecnologías con el ritmo de aumento de la expectativa de vida y el costo en salud de la población”.
La metodología “permite tomar mejores decisiones y que los sistemas de salud puedan concentrar sus esfuerzos y sus recursos en aquellas intervenciones y tecnologías que realmente valen la pena”, subrayó.
La herramienta, que ya empezó a ser utilizada por gobiernos de países de la región, “también es un incentivo para bajar los precios de tecnologías que no ofrecen grandes beneficios”, añadió Pichon-Riviere, quien también firmó el trabajo junto al profesor de Economía de la Salud de la Universidad de York, en Reino Unido, y referente internacional en economía sanitaria, Michael Drummond.
Latinoamérica y el costo-efectividad. Destacó que “el primer país de Latinoamérica que definió un umbral fue Brasil” que incorporó la herramienta el 31 de agosto de 2022.
“Además, trabajamos para que Perú utilice esta metodología, mientras que Argentina también tiene en cuenta la ecuación; se está empezando a utilizar”, dijo.
Hasta ahora, la mayoría de los países calculaban ese umbral de costo-efectividad a partir de una regla empírica aproximada propuesta por la OMS hace 20 años, cuya validez de esa fórmula fue cuestionada más tarde por el mismo organismo, al admitir que podría dar lugar a una sobreestimación de la cifra.
Con la aplicación de la nueva ecuación, los investigadores confirmaron que los umbrales de costo-efectividad “reales” son sustancialmente menores a los estimados por la mayoría de los países, especialmente, los de bajos y medianos ingresos.
“Eso implica que los países podrían estar ‘perdiendo’ salud cuando deciden cubrir ciertas tecnologías, esto es, la salud que se gana es menor a la que se pierde por no usar esos recursos en otras intervenciones. Es decir, que hay cosas que estaban quedando fuera de la cobertura por un racionamiento implícito”, explicó.
La herramienta brinda “un parámetro que se aplica a todas las áreas de la salud, porque es un umbral medido en años de vida saludables, mide cuantos años ajustados por calidad aporta la intervención a la salud”.
Pichon-Riviere destacó que “la nueva ecuación da reglas claras para los sistemas de salud y para la industria productora de tecnologías respecto de los precios que se pueden cubrir”.
Argentina. Sobre la eficiencia de la asignación de recursos, el investigador señaló que “Argentina gasta en salud más o menos el 10% de su PBI. Esto no es poco y, en términos internacionales, es bueno”, pero advirtió que en Latinoamérica no se registran “buenos resultados” porque “la mortalidad infantil en la región es la que existía en Europa en la década de los 60 o 70”.
Remarcó que esa situación no “es porque falta tecnología de última generación, sino porque no se usan de forma eficiente los recursos, hay mucha gente que no accede a los cuidados más básicos como una vacuna o el control de la presión arterial para evitar que una persona muera y deje una familia desamparada económicamente”.
“Los malos resultados los tenemos sobre todo por no hacer cosas básicas y baratas”, advirtió.
El proyecto del IECS había generado reportes y avances importantes, y desde 2015 fueron presentados en congresos de la especialidad celebrados en Roma (Italia), Tokio (Japón) y San Pablo (Brasil).
Además de Pichon-Riviere y Drummond, los otros autores del trabajo son Federico Augustovski, director del Departamento de Evaluación de Tecnologías Sanitarias y Economía de la Salud del IECS; Sebastián García Martí, coordinador de dicho departamento, y el economista Alfredo Palacios, quien actualmente es becario de investigación en el Centro de Economía de la Salud de la Universidad de York, en York, Reino Unido.