domingo , 24 noviembre 2024
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Salud y bienestar

Que los niños se involucren con la cocina es fundamental para darle otro lugar a la buena alimentación.
Nunca es tarde para tomar la decisión crucial de comer para vivir saludablemente y no vivir para comer. Lo que se necesita es sobre todo voluntad y organización para servir en la mesa alimentos que nos provean salud

Una verdad que nuestros padres nos han repetido hasta el cansancio cuando éramos niños es que hay que comer bien para estar sanos. Que no abusemos de las galletitas dulces y el pan, que comamos carne, queso, y no abandonemos la ensalada en el borde del plato, son algunos de los consejos que a la mayoría de nosotros nos fueron dados en la infancia, junto a aquella premisa de que hay que tomar suficiente leche para que los huesos y los dientes crezcan fuertes y saludables.

Si bien actualmente se sabe que muchos de los alimentos que hace unos años se tenían por buenos, no lo son, sí se mantiene el consenso en torno a que la alimentación durante la primera infancia es fundamental para fijar aquello que llaman “la base alimentaria”, plataforma de la que dependerá nuestra salud. En otras palabras, a mejor nutrición, mayor será la protección que tendrán las personas ante eventuales enfermedades.

Esta sentencia tiene una razón fundante: en los primeros años el organismo está en pleno desarrollo, por lo que es imprescindible recibir una nutrición equilibrada y saludable, desde la mismísima concepción.

Por distintas razones, cuando vamos a hacer la provista optamos por las gaseosas, los embutidos, los snacks, la mayonesa, los cereales en caja y las galletitas azucaradas

Tanto sea que la alimentación en nuestra infancia haya sido la adecuada, como no -y entonces es preciso corregir esos hábitos-, debemos entender que hay un momento clave en el proceso: el ritual de las compras. Si lo volvemos racional ordenaremos la alimentación propia y de la familia.

Anotar y repetir estas nociones puede resultar sencillo. Pero al llevarlas a la práctica entramos en colisión con el mundo de la publicidad de la industria alimenticia, que parece estar más preocupada por el consumo como tal que por la salud de los consumidores. Por ello, BIEN! comparte en la nota que sigue algunas sugerencias que tienden a potenciar la alimentación.

REEDUCARNOS

Pese a que por lo general se sabe qué alimentos son recomendables y cuáles no, por distintas razones, cuando vamos a hacer la provista al supermercado o el almacén optamos por las gaseosas, los embutidos, los snacks, la mayonesa, y las galletitas azucaradas. En consecuencia, tentados por la practicidad y otro poco por sus sabores, terminamos ofreciéndoles a los niños en el desayuno, el almuerzo, la merienda o la cena, una cantidad considerable de cereales y derivados tales como el arroz, los fideos, la polenta, las facturas, y los bizcochos. Y, en menor medida, el yogurt, la leche, el queso; las frutas y las hortalizas.

Cuanto menos procesados son los alimentos, mayor es su aporte nutricional.

Es conveniente insistir en que para comenzar a poner en marcha un plan alimentario saludable, una primera decisión que debemos tomar es reducir el consumo de ultraprocesados, ya que tienen un alto porcentaje de conservantes, azúcares y sodio. En cambio, conviene tener al alcance de la mano las frutas, las verduras, las legumbres; y, en la medida de lo posible, realizar con ellas preparaciones caseras.

Se aconseja tener en cuenta que cuanto más natural sea el alimento, mayores nutrientes nos proveerá. Por ejemplo, las galletitas de avena elaboradas en casa tendrán un mayor aporte de fibras, proteína y grasas saludables que las que conseguimos empaquetadas en el kiosco, o almacén.

Hay otro aspecto sustantivo: para que una alimentación saludable pueda ponerse en práctica, es necesario que esté supervisada por un especialista; que sea ajustada a cada persona o familia, y que resulte fácil de aplicar. En la mayoría de los casos, deberá contar con una proporción considerable de frutas y verduras, una suficiente cantidad de harinas y cereales, algo de proteínas y algunas legumbres como lentejas o porotos. Además, se sugiere no olvidar la generosa ingesta de agua. Es importante reparar en que una dieta no debe ser costosa, para evitar que el factor dinero sea un impedimento.

Por todo concepto, es menester incorporar la alimentación a un nuevo proyecto de vida en el que tenga otra relevancia la actividad física, el cuidado de sí, y el ejercicio al derecho al descanso.

NÚMEROS AL PLATO

Según un estudio realizado recientemente por la Universidad Católica Argentina, en nuestro país solo el cinco por ciento de los niños, niñas y adolescentes consume de manera frecuente y en cantidades aceptables los alimentos recomendados para su sano crecimiento; es decir, legumbres, frutas, verduras, lácteos, y carnes.

De la investigación se desprende que el 70% de esa población presenta déficits en el consumo de frutas y verduras, y que tiene un patrón de consumo frecuente de gaseosas y pastelería, dos categorías trazadoras de exceso de azúcar en la dieta infantil, en ambos casos con tendencia a empeorar a medida que mejora el nivel socioeconómico.

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