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Un “silencioso” tricampeón de América

Eduardo Manera, el "revolucionario" marcador derecho que tocó el cielo con las manos en Sudamérica y en el mundo.
Eduardo Luján Manera, ex futbolista nacido en 1944 fue el único entrerriano en consagrarse 3 veces campeón de la Copa Libertadores, y además consiguió un título mundial a nivel clubes. En la década del ‘60 fue un “revolucionario” lateral derecho

Eduardo Luján Manera fue el único futbolista entrerriano en ganar tres títulos de Copa Libertadores. Lo logró vistiendo la camiseta de Estudiantes de La Plata, en las ediciones de 1968, 1969 y 1970, e integró una camada dorada de jugadores que, además de reinar en Sudamérica, también conquistó el mundo en el 68’. Festejó seis campeonatos, tuvo el privilegio de jugar en Europa y también realizar una exitosa carrera sentado desde el banquillo de la dirección técnica. Pero, en silencio, fue mucho más que eso.

Eduardo nació en Concepción del Uruguay el 22 de agosto de 1944, pero tuvo pocos recuerdos de Entre Ríos, ya que cuando tenía un año y medio de edad se mudó con su familia a Liniers. Se crió en el barrio ubicado en el oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) y dio sus primeros pasos deportivos en el club barrial Gloria de Liniers. Luego pasó por las divisiones inferiores de Quilmes (1960) y de Sacachispas (1962), hasta que en 1964 se sumó a las categorías formativas de Estudiantes.

Como lateral derecho ostentaba un abanico de virtudes. Era dotado técnicamente, tenía un fuerte temperamento y un espíritu agresivo para defender con el cuchillo entre los dientes, con el mismo ímpetu para producir juego en el ataque. Su formación como volante le aportó un buen manejo del balón con ambas piernas, pero también desarrolló herramientas fundamentales para diferentes facetas del juego como el vuelo alto para imponerse con su cabezazo, una de sus principales características.

Cumplía todas las funciones. Marcaba, se desmarcaba, defendía, atacaba, construía y destruía. Generalmente, todo lo que intentaba o se proponía, lo conseguía, porque consigo mismo llevaba un “alma de caudillo” y un “olfato de atacante”. Y todo eso, a Osvaldo Zubeldía lo cautivó.

…fue el único futbolista entrerriano en ganar 3 títulos de Copa Libertadores

“El maestro Osvaldo”, el auténtico revolucionario del fútbol argentino que dirigió al Pincha entre 1965 y 1971, lo subió al plantel profesional y el entrerriano cumplió con todas las expectativas.

Zubeldía armó un equipo desbordante de coraje, temple y sacrificio, que también tenía su cuota de talento y una inteligencia determinante para manejar los partidos. El carácter, la disciplina y la entrega total fueron algunas de las características que sobresalieron en ese equipo histórico, al que además no le faltaba su importante contribución de talento y juego de jerarquía, sobre todo surgidos de los pies de Juan Ramón Verón.

Manera se asentó en Primera División y se transformó en un eslabón esencial de esa cadena defensiva que, la mayoría de las veces, también tenía las piezas de Ramón Aguirre Suárez, Eduardo Madero y Enrique Malbernat, y a Carlos Salvador Bilardo como eje en el mediocampo.

Manera junto a Oscar Malbernat, Osvaldo Zubeldía, Poletti, Spadaro, Conigliaro, Eduardo Flores, Salvador Bilardo, Raúl Madero, Ribaudo y C. Pachamé tras obteber la Copa Libertadores de 1968.

El uruguayense, con una plena juventud y en el medio de una etapa madurativa en en el aspecto deportivo, se ganó el aprecio futbolístico de Zubeldia y, en algunos certámenes con mayor trascendencia que en otros, fue un elemento clave en la estructura de los planteles que consiguieron el Metropolitano del 67’, las Copas Libertadores de 1968 (derrotaron en la final a Palmeiras), de 1969 (vencieron en la final a Nacional de Uruguay) y de 1970 (triunfaron en la final ante Peñarol), y la Copa Intercontinental de 1968 (victoria sobre el Manchester United por un global de 2 a 1).

Tras la etapa gloriosa en el elenco platense, Manera buscó nuevos desafíos y encontró el destino en Avignon, Francia. De esta manera, el lateral experimentó en la liga francesa una temporada que marcó el final de su carrera futbolística.

Un entrerriano que hizo historia en el deporte.

SU ETAPA COMO ENTRENADOR

Después de su paso por el fútbol francés, Eduardo retornó al país e inició su período como asistente técnico. Primero acompañó a Osvaldo Zubeldía y, luego, continuó con Carlos Bilardo, en dos etapas totalmente enriquecedoras para su posterior carrera como entrenador principal.

Como DT realizó una extensa trayectoria. Debutó en Los Andes (1975) y posteriormente dirigió a Estudiantes de Buenos Aires (1976), Estudiantes de La Plata (1977, 1983-1985, 1986 y 1994-1995), Cristal Caldas (1978) y Deportivo Cali (1979-1980) de Colombia, Atlanta (1981), Platense (1982), Independiente Santa Fe (1985) y Millonarios (1985) de Colombia, la Selección de Paraguay (1989), Necaxa de México (1990), Talleres de Córdoba (1990-1991), Vélez Sarsfield (1992 y 1999), Newell’s Old Boys (1993), Nacional de Uruguay (1994), Universitario de Perú (1996), Deportivo Español (1997) y la Selección de Guatemala (1998).

Entre sus logros más destacados sobresalen dos títulos logrados en el banco de Estudiantes de Plata. En 1983 conquistó el Campeonato Nacional y en la temporada 1995, en una dupla técnica conformada con Miguel Ángel Russo, festejó el Torneo Nacional B y el ascenso al máximo escalón de las competencias argentinas.

El entrerriano fue protagonista de la época dorada de Estudiantes de La Plata.

SU DESPEDIDA

Eduardo falleció el 15 de agosto del 2000 cuando tenía 55 años, a raíz de un cáncer de páncreas. A pesar del paso de los años, su legado se mantiene latente, y en las instalaciones del club platense siempre es recordado gratamente. “Es algo sumamente cruel y doloroso; estoy junto a mi amigo y hermano de toda la vida y todavía no lo puedo creer”, expresó en ese momento su amigo Carlos Salvador Bilalrdo.

Manera fue una persona correcta y educada y, en silencio, con trabajo, se ganó el cariño de sus conocidos. Según el relato de muchas personas que formaron parte de su entorno, en todas sus actividades siempre añadió dosis enérgicas de vigor y de pujanza que marcaron el camino de su éxito.

Fue un marcador que deslumbró con su juego y se impuso a la táctica con recursos y una mentalidad que no ofrecía fragilidad para resolver en situaciones ajenas a su posición. Innovó y sorprendió. Fue un lateral derecho que en la actualidad tanto se codicia, pero que pocos equipos pudieron o pueden disfrutarlo.

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