Otro sentido encuentro con las emociones y la identidad tuvo lugar el viernes, con la presencia del poeta Pedro Patzer, protagonista del ciclo La Biblioteca en letra y música. El artista, que fue entrevistado por Jorgelina Torres, compartió múltiples reflexiones movilizantes. “La pregunta es el inicio de la juventud. Quien ya no pregunta, envejeció”, dijo al presentar “El Tahiel- El canto interior de la Argentina” y “El lugar en el que nacen los ríos”. Asimismo, Araceli Tano, Silvia Teijeira y Paula Righelato deleitaron al público con su arte en la música y en el teatro.
Como las dos noches anteriores del ciclo, la Biblioteca Provincial abrió sus puertas y pasadas las 20 se dio inicio a la presentación organizada por la pianista Teijeira y por el comunicador social e investigador, Claudio Cañete. Previo a la entrevista, la actriz Paula Righelato, fue quien utilizó diferentes objetos para recrear el texto “El primer humano que descubrió el fuego”, del escritor invitado.
A continuación, la hasenkampense, Araceli Tano, deleitó a los presentes, en voz y guitarra. “Coplitas de hoy y de ayer” ofrendó, canción con la que se refirió a diversos paisajes litoraleños, a su gente y a algunos personajes destacados de la cultura musical.
Luego sobrevino al momento de la entrevista.
-La Argentina no dejará de engendrar crisis hasta que no resuelva la crisis madre de todas las crisis: la crisis de identidad. La mayoría de los argentinos y las argentinas desconocen a los diversos países que componen La Argentina. Este es el primer párrafo que compone la contratapa de El Tahiel- El canto interior de la Argentina.
– Mientras la escuchaba cantar (a Tano), pensaba: ¿cómo la tonada entrerriana se parece al canto de cuna? Ustedes no se dan cuenta. Allí encuentro a los pájaros, al río. No se dan cuenta porque la música de ustedes está tan en ustedes como el río. Gracias por las nanas, en un país que está con tanto insomnio todo el tiempo, necesitamos las Nanas como las de Linares Cardozo, que ustedes cuando hablan y dan la bienvenida.
– Algunos lo comparan con el movimiento de las canoas.
– Atahualpa Yupanqui decía eso, hablaba de un indio que dormía a la orilla del río. El perezoso está aprendiendo música. En una época de tanto ruido, será que alguien apaga todo y escucha el río. Entre tanta gente que habla, debemos escuchar más al río y a la montaña. Nuestros indígenas tenían dioses de la naturaleza. Muchos quieren enseñarnos a cuidar el planeta y eso viene de años, está en nuestra cultura. Somos un país rico.
– A estas culturas ancestrales se les pedía permiso para extraerles una hoja.
– Y eso es hermoso porque, como decía Yupanqui, “qué locos los que lloran en el Monte Santiagueño porque lloran, pero no están llorando sino que le están pidiendo perdón al árbol porque saben que tienen que comer, pero están matando a las casas de los pájaros”.
Es raro lo que pasa con los árboles, nos han dado mesas, guitarras, cómo nuestra cultura que se tapa por la universal. Yo la amo, pero le pido a mi Argentina que amemos lo universal, pero que sepamos quién es Linares Cardozo, por ejemplo. Casualmente, nuestras culturas nos enseñan a tener un contacto directo con la naturaleza.
– ¿Cómo es el proceso creativo de tu poesía?
– Escucho voces, no literalmente, pero me acuerdo que cuando murió mi mamá, pasó una señora al lado mío diciendo por teléfono: “Ella está cerca”. Podría haber pensado que era casualidad, pero si uno está atento, eso pasa mucho. Hay un estado del alma que si uno conoce, puede progresar en lo que sea. Tocar el piano, escribir, hacer cuadros, educar, en lo que sea. Hay que encontrar la propia sinfonía, el Tahiel, para eso hay que aprender a estar en silencio con uno mismo. Saber estar solo es el principio para saber estar acompañado porque la presencia y la ausencia están hechas del mismo material. Hay que volver al silencio. Estamos en huelga de silencio.
–¿Cuándo descubriste que Argentina era el país que es?
– Estudié letras en la UBA y tuve de profesora a Beatriz Sarlo, por ejemplo. La discusión consistía en que si la fantasía de Borges estaba a la altura de la de Cortázar. Pero yo les preguntaba a mis compañeros si sabían quiénes eran Ramón Ayala, Ariel Petrocelli o Juan L. Ortiz. Creo que somos un país que muchas veces desconoce en lo académico lo que canta la Argentina. Digo esto porque nuestro nombre es hijo de un canto, nuestro poema habla de cantar la pena extraordinaria, San Martín cuando cruzaba la cordillera tocaba la guitarra, y los cielitos de la Revolución. Nuestro país cantó para resistir. El canto ha sido una especie de liberación, pero muchas veces se invisibiliza. Hay diccionarios con poetas latinoamericanos en los que falta Yupanqui. Si no nos conocemos, nos venden cualquier verdura. Nuestro fracaso está en no conocernos.
– ¿Cuándo empezaste con este camino?
– Allí conocí a El Diablo, Marcelo Simón. Fue mi jefe en la folklórica y me llevó a Cosquín. Me enseñó que había otra Argentina, otros libros, Descubrí las metáforas. Cuando a los poetas de La Pampa les robaron el Río Atuel, escribieron el cancionero de los ríos. Les robaron un río, pero ellos se encontraron en el canto. O Los hermanos Cuestas, con los pájaros. Creo que las personas somos ríos que hablan y también libros. No dejemos que mueran nuestros ancianos sin escuchar las historias cotidianas, debemos saber por qué las calles se llaman así. ¿Por qué comés la misma milanesa que hacía tu abuela? Cómo puteaba tu abuelo, el olor a la comida, la música que se escuchaba; eso se transmite.
–Decís que “despertar a la identidad es despertar a la vida” y “Fortalecer nuestra identidad es fortalecer también a la ecología”.
– No podemos amar un río sin conocerlo. Despertar la identidad es entender que nos han hecho impostores de nosotros mismos. La cultura no solo está en lo antiguo, también está en la cultura que cantan los jóvenes. Es combinar a Linares Cardozo y a Luis Alberto Spinetta.
– Nuestra manera de ser en la vida también es parte de este Tahiel. En esta búsqueda, ¿en qué situación nos encontramos como sociedad?
– Creo que en medio de una confusión, porque no nos conocemos. Siento que somos ciegos de nosotros mismos. No podemos amar a otros si primero no nos amamos a nosotros mismos. Por eso la metáfora del Tahiel, se juntan en las ceremonias los mapuches para despertar su voz, cada quien tiene su voz sagrada que te da libertad. Mucha gente nos quiere hacer creer que la cultura es para los fines de semana, que es leer un poema en un velorio. La cultura es el otro pan. Pensar ¿Por qué “las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas”? Debemos despertar porque somos un país unitario.
Nuevamente, el encuentro en la Biblioteca Provincial tuvo muy buena asistencia de público. Foto: Melina Londero / EL DIARIO
RAÍCES
A continuación, Silvia Teijeira interpretó en el piano una chacarera del músico salteño, Gustavo “Cuchí” Leguizamón; y emocionó a la sala llena transmitiendo la fuerza en cada nota. La intervención mereció una reflexión de parte de Patzer. “Una vez escuché a un anciano que plantaba árboles que él no iba a ver, no iba a comer sus frutos ni apreciar su sombra. Tenemos muchos talentos como el de Silvia Teijeira, que fueron sembrados por personas que no lo supieron”, en alusión al pianista Rubén Durán que, alguna vez, llamó la atención de Teijeira en su tierra natal.
–Un elemento presente es la microhistoria: lo pequeño que se puede ver como universal y viceversa.
– Muchas veces me pregunto para qué escribir libros si te dicen que la poesía no se vende. Es lindo eso, en un mundo en donde todo parece que se compra y se vende, dedicarte a hacer cosas que no se venden; metafóricamente, es hermoso. Por eso regalo algunos libros. Para mí eso es la vida, que no nos hagan creer que la vida es lo que sucede los días hábiles. A veces pensamos que los referentes culturales son unos pocos, pero al lado nuestro hay gente sabia que nos está ayudando a despertar todos los días. Hay que darles espacio a los artistas locales, a los historiadores. Los ladrones del silencio no pueden con las canciones, con los libros; debemos escucharlos.
Entonces, la entrevistadora leyó. “El lugar en el que nacen los ríos. Esta obra es sendero personal de su autor en un altar lleno de respeto por lo pequeños y lo grande, por lo que es y lo que no es. Este sendero, además de ser personal, es universal. Esa contradicción encuentra respuesta en el hecho sencillo de que toda poesía enseña algo. Es un libro para caminar junto con el autor. Para buscar el origen de todos esos ríos. Para descubrir el universo íntimo”. Posteriormente, Paula Righelatto interpretó una de las poesías de Patzer.
–Soles mencionar a tu mamá y a tu hija, está presente la relación entre las infancias y los adultos en tus libros.
– Porque mi mamá es un río. Me acuerdo que, cuando ella murió, fui a Calamuchita y miré el Río Tercero. Ella nunca lo había visto y, sin embargo, me hacía acordar a ella. Hay canciones que me hacen llorar porque me recuerdan a ella. Mi hija Lourdes, también es un río. Es tiempo de la ecología, de la espiritualidad, de la política y de la cultura. Mi mamá volvió en mi hija.
Jorgelina Torres leyó “Ramón Ayala, el poeta que nunca tuvo tiempo para envejecer”, de Salamancas y caminos: “Yupanqui decía que el hombre es Tierra que anda, Ramón Ayala es Tierra Roja que anda, es duende que anda. ¡Qué cosa hermosa es el hombre, hecho de luz y de Tierra, parado sobre los siglos, andando sobre el planeta! Ramón Ayala es selva que anda, es una de las pequeñas argentinas que andan, uno de los peregrinos países culturales de este gran país. En medio de tantos envenenadores del mundo, Ramón Ayala crea una obra para sanar el mundo”, señaló.
– En Cartas de Navegación te referís a desenfundar una de las armas más peligrosas que ha inventado la humanidad: la poesía.
– La poesía está en tomar una decisión, en poder elegir, creer que hay un ámbito que los ladrones de la existencia no te pueden quitar. Gente que decide vivir en la verdad, que ya no podemos esperar que un político de turno nos modifique la vida. La poesía nos ayuda a entender que la vida es ahora, es el despertar. Es una herramienta revolucionaria.
Lo que viene
Hacia el final de la entrevista, se sortearon entre los presentes algunos libros que el autor decidió regalar y expresó: “Gracias a ustedes por las canciones de cuna”. Posteriormente, Silvia Teijeira invitó al cuarto encuentro de La Biblioteca en letra y música, que se desarrollará el viernes 23 de junio, y se presentará el libro “Stella Calloni- Periodista, literatura y militancia- Cosas de mujeres”, de Mariana Baranchuk y Vivian Elem.
Un invitado especial
Pedro Patzer es Licenciado en Artes Audiovisuales. Nació en 1976 en Quilmes, Buenos Aires. Actualmente se desempeña como Coordinador de Artística en Radio Nacional.
Se caracteriza por escribir sobre la naturaleza, los pájaros, los ríos, el fuego, el amor entre diferentes generaciones y la importancia de la transmisión cultural que distingue la identidad del argentino.
El Tahiel se define como “un canto sagrado, entonado en las ceremonias por la entidad religiosa o machi del pueblo mapuche que incita a la unión del individuo con el universo que lo rodea y con las generaciones pasadas y futuras”. Patzer proviene de Quilmes, tierra que lleva el nombre debido a aquellos indígenas de los Valles Calchaquíes que fueron obligados a caminar hasta la actual localidad bonaerense. “Quizás es por esto que Pedro sabe que, detrás de la cultura oficial, hay otras latentes. Por esos otros que nos hacen ser nosotros y nosotras”, expresó Silvia Teijeira, a modo de introducción.