El paraje denominado La Jaula, en Colonia Ensayo, desemboca en el río Paraná y tradicionalmente es un conocido destino de pesca. Sin embargo, se puede pasear por este rincón de la provincia para empaparse de buenos paisajes y sosiego, y para divisar aves en cantidad.
Si el otoño es la inestabilidad de los días, podría decirse que, el invierno es la ratificación de los fríos. Sin embargo, con las consecuencias del cambio climático, la cosa no es tan así y de pronto, en pleno julio se dan temperaturas más templadas, de cielos límpidos y poco viento, que enseguida instan a aprovechar para salir por ahí a tirarse un rato al sol.
Ahora qué hacer si sobrevienen jornadas de extrema humedad como las que abundan por este litoral. La sugerencia es hacer lo mismo: preparar un almuerzo liviano, aprontar el equipo de mate y probar ir de paseo, caminatas o viaje. Superar la inercia del quedarse donde se está, suele ser un ejercicio que tiene sus beneficios y recompensas.
Toda esta introducción para proponerles esta vez, una salida de horas nomás, hasta el paraje La Jaula, en Colonia Ensayo.
Es fácil llegar. Hacia el sur de Paraná, por la ruta 11, a 17 kilómetros de la capital entrerriana está esta localidad que forma parte de la microrregión Paraná y sus aldeas. Quien quiera conocer La Jaula, debe saber que al llegar hasta la estación de servicio YPF que está sobre la ruta, tiene que doblar hacia la derecha y continuar por ese camino de unos 3 a 4 kilómetros, que termina en el histórico Hospital Fidanza. Antes, es preciso tomar el camino de tierra de la derecha y seguir sus volteretas que hacen pasar por la entrada al viñedo El Aromito y la Escuela Nº 5 La costerita. A pocos metros de ahí, el viajero se va a encontrar en el punto más alto del paraje, donde se instaló un pequeño mirador que deja espiar los recodos del río Paraná.
Un día de humedad y bruma le hace desprender un halo a los campos y las orillas del paisaje, un resplandor sobre el agua y los caminos, rayos de luz solar entre los grises del cielo, que son para sentarse un rato a contemplar. La magia de esos paisajes fascina.
Razones
Ir a sacar fotos es una buena excusa. Ir a pescar también. Ir de aventura en moto, otra opción. Varios eligen esto último. Es que una vez que se dejó atrás el mirador, el camino de tierra viborea y baja pronunciado hasta el río y sus brazos, lo cual puede ser un poco desafiante y emocionante.
Al arribar al paraje empiezan a leerse los cartelitos de alquiler temporario por día y de “kiosco al fondo”, “kiosco a 200 metros” y así hasta llegar al lugar que puede ser la salvación para quien olvidó el repelente o unas galletitas para acompañar la mateada vespertina.
Entre las 15 y las 17, tal vez sea la mejor hora porque por estos días atardece a las 18; y si llega a ser día nublado, el cielo parece oscurecerse antes. Además si no se tuvo suerte con los pescados, se puede pescar la filtración de los haces de luz del sol antes de su retirada.
En ese lapso que va de las 17 a las 18, por otra parte, los mosquitos lo invaden todo y hay que estar precavidos, de lo contrario la estadía se puede hacer insoportable.
Seguro es un destino interesante para los más madrugadores. Estar a solas con un frente de agua e isla puede significar un cambio de ánimo, regalar una ansiada inspiración, apaciguar las energías o renovarlas. Les debo esa experiencia, solo puedo imaginarla.
Avistajes
Hace dos años cuando se empezaba a salir de la pandemia, en plena sequía y con la bajante del Paraná, este paraje estaba desértico, se podía cruzar el lecho cuarteado.
Ahora, el lugar recuperó su vida natural y su destino de agua. Esqueletos de lanchones viejos reposan en la ribera de la isla, otras embarcaciones aguardan de este lado ser reparadas o ser cargadas con aparejos de pesca para vagabundear a puras paladas.
En cualquier punto del trayecto que una se estacione y quede parada unos cinco minutos sin hacer nada, sea en el mirador o en el costado del camino con casas de fin de semana y cabañas, podrá contabilizar gran cantidad de aves solas o en bandadas que cruzan cantando de un lado a otro, rompiendo la monotonía de un día gris o iluminando aún más, uno soleado.
Pescadores y navegantes
Al parecer, según comentaron los vecinos, hay algo de pique en la zona. En la recorrida por el lugar se vio a una pareja, primero sacarle unos secretos a un viejo pescador y luego darse maña con los anzuelos y las lombrices. Más allá, otros celebraban lo que traían sus cañas.
Como el río recuperó cauda,l aunque no tanto, también está ideal para navegar por la ribera, costeando como se dice, y descubriendo los distintos surcos fluviales. Lamentablemente no hay por el momento, alquileres de piraguas en el lugar. Quienes concurren, bajan con sus lanchas o sus embarcaciones pequeñas sobre el techo de sus autos.