viernes , 22 noviembre 2024
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Las batallas de siempre del oficio de escritor

Los escritores entrerrianos encontraron cobijo en la SADE, como se aprecia en la reproduccción de la cobertura periodística realizada.

Hace casi un siglo se constituyó en Entre Ríos la Sociedad Argentina de Escritores. Nuestra provincia fue la quinta jurisdicción a nivel nacional en contar con sede. Los reclamos de aquel momento permiten tener un cuadro de situación, pero también realizar proyecciones hacia el presente de un oficio que, pese al tiempo transcurrido, sigue procurando ser reconocida socialmente.

El 8 de noviembre de 1928, un grupo de escritores agasajó a los miembros de la Junta Ejecutiva de la Primera Feria Nacional del Libro, celebrada en el Teatro Cervantes. El Presidente de ese grupo exaltó el brillante resultado obtenido por la referida Feria y señaló que el acontecimiento anunciaba el devenir de un organismo permanente que integraría las distintas expresiones literarias y velaría por los intereses legales y económicos de sus integrantes. Y así lo ha hecho durante 95 años.  

De esa manera nació la Sociedad Argentina de Escritores, entidad que en la actualidad tiene más de seis mil socios y está presente en todas las provincias, incluida por supuesto la nuestra, fundada en 1964 y que vive hoy un presente lleno de gestiones positivas, realidades y proyecciones tanto en el orden local, como nacional e internacional.  

En aquel año, en noviembre, se llevó a cabo en Paraná, el V Congreso Argentino de Escritores. Al inaugurarse el mismo, Alfredo de la Guardia, en representación de la SADE no ocultaba su entusiasmo. “Con cuánta satisfacción hemos visto fundarse a la filial entrerriana, ellas ya abarcan los cuatro puntos cardinales del país, es una alegoría de nuestro propio sistema de existencia política y social, la Sade es un emblema de federalismo”.  

Señalaba el orador que los anteriores congresos se habían realizado en Capital Federal, Córdoba, Tucumán, y en Mendoza. “Nos ha conducido hoy a Entre Ríos el encanto particular de esta tierra a la que un ‘fresco abrazo de agua la nombra para siempre’.”

El V Congreso de Escritores estuvo presidido por Beatriz Bosch, quien dio la bienvenida a las mujeres y hombres de letras reunidos para “considerar cuestiones atingentes al oficio de escritor”. Como entrerriana, no pudo dejar de expresar que “Paraná ha de revivir sus días mejores. Hará más de un siglo, convertida en centro político oficial, convocó asimismo a sabios y artistas, nacionales y extranjeros. Pasearon entonces por sus polvorientas calles Martín de Moussy, el geógrafo francés, y Hermann Burmeister, el naturalista alemán. Aquí pergeñaron juveniles páginas Lucio V. Mansilla y José Hernández, mientras Carlos Guido Spano ensayaba las iniciales estrofas de una serie fecunda, quizá bajo la mirada atenta de Juan María Gutiérrez, veterano de la lira. Una década después, la Escuela Normal fundada por el autor de Facundo, inaugura su acción civilizadora. Semillero de apóstoles de una cruzada educativa que redime a las masas de la ignorancia y libera a la mujer de secular sometimiento, al tiempo de introducir los principios filosóficos de una teoría de orden y progreso, fundamentos de la democracia”.

Centro y periferia

No dejó de señalar Beatriz Bosch en su discurso, algo que se venía planteando en los Congresos anteriores respecto de las ventajas de actuar en el ámbito capitalino frente al panorama poco halagüeño a que se enfrentaban los autores provincianos. “Si los escritores de la metrópoli, gracias al celo de la entidad que nos agrupa han logrado asentar allá dichos imperativos, los del interior bregamos aún en vano por imponerlos en nuestro medio. Se pretende por lo común que entreguemos en forma gratuita el fruto de nuestras vigilias y que permitamos su despojo sin proferir queja.

“Lejos de nuestro ánimo vitalizar el estéril antagonismo de provincianos y porteños de otrora. Mas destaquemos con miras de equidad las notorias desventajas padecidas por los escritores del interior. Sólo el esfuerzo personal inconmensurable, informado por auténtico impulso íntimo puede suplir la escasez o la carencia completa, en ocasiones, de fuentes informativas al alcance de la mayoría, la precariedad de los medios corrientes de divulgación y muy en particular, la falta de eco de la tarea entre nosotros. Porque la soledad, en la que se deberte el escritor en provincias es, fuera de dudas, la más tremenda de las desazones que le acosan. Soledad que le induce a emigrar en busca de la simpatía y del estímulo reclamados por su obra.

“Con frecuencia nos preciamos del número de figuras descollantes en las letras, las artes y las ciencias que, nativas de Entre Ríos, actúan en otros escenarios, sin detenernos a meditar en la grave carcoma social que tan copiosa nómina representa. El fértil suelo circuido por el Paraná y el Uruguay, donde Sarmiento en un rasgo utópico, ubicó un futuro paraíso terrenal, parece ahora poco acogedor con las musas. Habrá que recapacitar, entre diversos temas afines, acerca de las causas que obstan a reproducir en el presente el suceso cultural que en su hora significó la salida de La revista del Paraná, allá por 1961.

“Va sin decir que cuantas veces mentamos a la ‘provincia’, nos referimos únicamente a la zona geográfica, a un lugar de residencia. Rechazamos los compartimentos estancos, o los vallados en el orden del espíritu. El amor al terruño comporta ahondar en el alma nacional. El tratamiento de los temas locales, sin pintoresquismos de superficie, proporciona la singularidad ideal a la que se aspira.

“En mi carácter de presidenta de la Filial Entre Ríos de la Sociedad Argentina de Escritores, doy la bienvenida a las mujeres y a los hombres de letras de nuestra patria llegados a Paraná. Os escolta la oriflama escarlata y lila de los ceibos y jacarandaes en flor. Trataréis en seguida de literatura, sin literatura, según palabras del poeta Enrique Banchs en similar circunstancia inaugural”.

Al momento de los discursos de cierre del Congreso, la Presidenta del mismo resaltó las más importantes resoluciones adoptadas por la asamblea de escritores que concluía su tarea. “Garantizar al máximo la libertad de expresión, exigir para el escritor un lugar preponderante en los medios modernos de difusión cultural, conceder la merecida jerarquía literaria a la faena del traductor, alertar por el creciente descenso del monto de los presupuestos oficiales destinados a educación. Los precedentes congresos reclamaron la obligatoriedad de la firma en el juicio crítico, medida que se impone actualizar poniéndola en vigencia en todo género de publicaciones”.

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