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Juan Carlos, astronauta: un sueño cósmico paranaense

Con la novela “Juan Carlos, astronauta”, Felizia aprovecha para destacar las bondades y costumbres de Paraná.

Publicado por Ana editorial, Juan Carlos, astronauta es el cuarto libro de Pablo Felizia. La novela narra la historia del primer entrerriano en el espacio, una excusa que le sirve al autor para reflejar los dilemas de los artistas lugareños y ponderar a los que prefieren intentarlo sin irse del lugar donde nacieron.

Alejo Román Paris

Especial para EL DIARIO

“¡¿Barrilete cósmico, de qué planeta viniste?!”, narraba Víctor Hugo Morales en el relato más recordado de la historia del fútbol argentino, cuando Maradona convirtió el denominado gol del siglo. La metáfora de barrilete, acuñada por el relator uruguayo, en realidad había sido incluida en el título de la nota “Maradona: un sueño de barrilete”, escrita por el periodista Horacio Pagani para el diario Clarín.

“Cósmico” y “sueño”, aquellos conceptos que aparecen a un lado de la palabra “barrilete” en el relato de Víctor Hugo y en la nota de Pagani nos conducen a otra historia. También del viaje del héroe, también a partir de un gol. Se trata del sueño cósmico de un paranaense. Se llama Juan Carlos, y se hizo famoso cuando un gol que había convertido para Sportivo Urquiza se hiciera viral. Pero su fama escaló aún más alto, cuando la prensa le preguntó cuál era su sueño y él respondiera: ser astronauta.

Ante la típica pregunta sobre cuál era su sueño, Juan Carlos rompió todos los pronósticos. Cuando propios y extraños esperaban que dijera que soñaba con jugar en la selección y ganar un mundial, en la trillada retórica maradoniana, Juan Carlos dijo: “astronauta”.

Cuando ocurre algo que altera el orden habitual de las cosas, la lógica se fractura y lo extraordinario aparece a la vuelta de la esquina. Así pasó después de esa respuesta de Juan Carlos. El efecto sorpresa y las redes sociales hicieron lo suyo: la viralización fue creciendo, hasta que alguien arrobó a la Nasa y el sueño cósmico llegó hasta el norte del continente.

En los documentos del organismo estadounidense estaba registrada una carta que Juan Carlos había escrito cuando estaba en la escuela primaria, en el marco de un ejercicio de la clase de inglés de la escuela Bazán y Bustos, ubicada en el barrio San Agustín, de Paraná.

Aquella vez la teacher Gabriela le pidió a todo el curso que le escribiera una carta a la Nasa, en lo que pretendía ser una actividad para practicar el idioma. Sin embargo, ella nunca habrá imaginado que la Nasa decidiría responderle a uno de sus estudiantes. Después de que Juan Carlos estuviera por segunda vez en su radar, el organismo espacial reclutaría una tripulación para buscar planetas habitables para la humanidad. La lógica improbabilidad de que se cumpliera el sueño de Juan Carlos de a poco empezaba a ceder contra lo extraordinario. La pregunta en el desbocado relato maradoniano de Víctor Hugo vuelve a reverberar y ofrece réplica: ¿A qué planeta se iría este barrilete llamado Juan Carlos? Lo onírico y lo cósmico otra vez mezclados en una historia, pero esta vez en la novela de un paranaense.

La presentación

Habían transcurrido algunos minutos desde las 20.30 del jueves 29 de junio de 2023. Hacía un par de horas que había caído la noche. En la intersección de las calles 9 de julio y Enrique Carbó de la ciudad de Paraná, donde funciona la Casa de la Cultura, también se percibía que la jornada entraba en agonía. Pero cuando unas luces se apagan, otras se encienden. Fue el caso de la presentación que se daba cita, precisamente, en el auditorio de ese centro cultural. Lentamente, las luces fueron apagándose, dejando al centenar de presentes sumergidos en la penumbra. “Ya vamos a comenzar”, anunció una voz por altoparlantes. Mientras tanto, arriba del escenario, una luz se encendió desde una lámpara de pie sobre un escritorio. El foco que iluminaba era de color rojo, y pareció buscar emular el letrero que anuncia “Aire” en un estudio de radio. En efecto, a juzgar por la disposición del ambiente y los elementos, se podía adivinar que la presentación se anunciaba como una especie de transmisión radiofónica con público.

Comenzó la función. Detrás del escritorio en penumbra, la barba, los lentes de sol y la gorra de visera, artificios para un anonimato paradójico: los de alguien que, aunque se esté presentando a sala repleta, pareciera navegar en la contradicción de querer pasar desapercibido.

“La imagen del escritor aparece desfigurada en el imaginario popular, arraigada a una perspectiva grandilocuente que le es ajena a la realidad social de Paraná”.

Pablo Felizia es escritor, y si pensamos en que estaba allí para presentar su último trabajo, entonces la contradicción se disipa. Es que él no debía ser el centro de las miradas esa noche, sino un maestro de ceremonias. Era el vehículo entre Juan Carlos, el personaje principal de su novela, y el público. Estaba allí para presentar su cuarto libro. “Juan Carlos, astronauta” fue publicado por Ana, proyecto editorial paranaense del cual el propio Felizia forma parte.

Escribir y editar

¿Cuántos kg de yerba mate serían necesarios para semejante misión espacial? ¿Cómo se hace para tomar mate sin gravedad? Preguntas que Felizia debió hacerse y responderse, respecto de uno de los símbolos de la cultura paranaense y la trama de su novela.

En la presentación, además de narrar un par de capítulos, Pablo Felizia se permitió hablar del oficio de escribir y del de editar. Apareció entonces el proceso productivo detrás de la obra: cómo hacer convivir el oficio literario con los quehaceres domésticos; cómo la imagen del escritor aparece desfigurada en el imaginario popular, arraigada a una perspectiva grandilocuente que le es ajena a la realidad social de Paraná. O, por ejemplo, cómo encontrar un tema del cual escribir.

Entonces, referenció un eje trasversal a ambos oficios que él mismo desarrolla, el de escritor y el de editor. Tiene que ver con las posibilidades que un artista tiene para hacer trascender su obra sin abandonar sus raíces. En este aspecto, no solo las labores de escritor y editor hablan por Felizia, sino también su novela.

Por un lado, comentó la trayectoria de la editorial. Desde que inició, allá por 2016, Ana editorial concentró sus esfuerzos en tratar de reducir el costo de impresión por ejemplar. La idea fue que quien quisiera editar su libro pudiera hacerlo sin tener que afrontar costos exorbitantes, propios de las grandes tiradas. Tuvieron éxito. Al momento de la publicación de Juan Carlos, Astronauta -a 7 años de su origen-, Ana editorial cuenta con 140 títulos.

De esta manera, el proyecto busca incentivar la publicación de obras nativas de Paraná y Entre Ríos, además de fomentar, de manera directa o indirecta, el interés por la historia y la cultura de estas latitudes.

En este sentido, el libro en cuestión también tiene para contar. El personaje de Juan Carlos navega entre la ilusión de trascender la fuerza de gravedad en el espacio exterior y las raíces comarcanas. La obra podría ser juzgada como una especie de mensaje en la botella: un manifiesto paranaense arrojado al infinito cósmico.

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