Nacido en Japón pero heredero de la cultura occidental, el escritor Haruki Murakami es dueño de una obra en la que confluyen las soledades, los vacíos y los desamores, abordados con una profundidad que, sin embargo, no sofoca. Una de sus cualidades es que aligera el tono dramático con toques de humor y surrealismo.
Gustavo Labriola
Especial para EL DIARIO
La reciente noticia de la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Letras y la próxima aparición de su última novela, La ciudad y sus muros inciertos, han vuelto a poner de manifiesto la importancia y el valor que Haruki Murakami (Japón,1949) tiene para la literatura contemporánea.
Murakami es considerado el escritor japonés contemporáneo que es absolutamente compatible con la cultura occidental.
Pese a que su padre era sacerdote budista y su madre profesora de literatura japonesa, Murakami estuvo desde la juventud influido por la cultura occidental, especialmente por la música y la literatura. “Sencillamente me derivé hacia la cultura occidental. Ese era mi propio mundo, mi tierra de fantasía. Podía ir a San Petersburgo o West Hollywood, si quería. Ese es el poder de la novela: podía ir adonde quisiera”. Esa influencia se ve con claridad en sus producciones, las que muchas veces fueron criticadas como “no japonesas”.
También ha reconocido la influencia de algunos escritores a los que ha traducido como Raymond Carver (1938- 1988), Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) o John Irving (Estados Unidos, 1942). En sus primeras lecturas se interesó por los autores rusos, entre ellos, León Tolstói (1828-1910) y Fiódor Dostoievski (1821- 1881) pero también Franz Kafka (1883-1924), Kurt Vonnegut (1922-2007) y Ross Mac Donald (1915-1983). El libro favorito de Murakima es El gran Gatsby, de Scott Fizgerald, mientras que un gran motivador en sus comienzos fue Un largo adiós, de Raymond Chandler (1888-1959). Incluso Truman Capote fue el inspirador del título de su primer libro, Escucha la canción del viento.
Además, en sus variadas incursiones con el realismo mágico y paralelo, Murakami ha reconocido la influencia del escritor colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) y ha manifestado su admiración por Manuel Puig (1932-1990).
Pentagramas
Por otra parte, Murakami es un amante del jazz, sobre todo del Miles Davis de los años ‘50 y ’60, dado que fue empleado en una casa de venta de discos y luego administró un bar que musicalizó con ese género y al cual denominó Peter Cat, por el amor que tiene por los gatos. Dicho sea de paso, a los felinos los ha homenajeado en After dark y Kafka en la orilla.
De la lectura de su obra se desprende también que disfruta del blues, el pop, y la música clásica.
En algún momento expresó su admiración por los Beatles en el título original del libro que lo catapultó en el mundo, Norwegian Wood, nombre de uno de los temas del popular grupo inglés.
Esa novela en español se llamó Tokio Blues. Allí, con una sintaxis y estructura narrativa muy occidental, Murakami realiza un análisis de las relaciones de pareja y de la femineidad en un sentido parecido al del escritor checo Milan Kundera (1929-2023). Es una tragedia romántica, realista, donde adquiere protagonismo el pasado, la soledad y la infelicidad. En sus primeras páginas se puede leer: “yo entonces tenía treinta y siete años y me encontraba a bordo de un Boeing 747. Tras completarse el aterrizaje, se apagaron las señales de Prohibido fumar y por los altavoces del techo empezó a sonar una música ambiental. Era una interpretación ramplona de Norwegian Wood, de Los Beatles. La melodía me conmovió, como siempre. No. En realidad, me turbó; me produjo una emoción mucho más violenta que de costumbre”.
El libro fue publicado originalmente en 1987, y remite permanentemente a la década del ‘60 cuando el protagonista, que transita entre dos amores, era un joven universitario. La prosa cautivante de Murakami al desnudar la melancolía del personaje interpela a los recuerdos adolescentes y juveniles y los descubrimientos que en esa etapa de la vida se producen.
El escritor, traductor y periodista Rodrigo Fresán (Buenos Aires, 1963) en el diario El País de España, reseña sobre esta obra y en particular sobre el narrador japonés. “Advertencia: Murakami -al igual que los Beatles- produce adicción, provoca numerosos efectos secundarios y su modo de narrar tiene algo de hipnótico y opiáceo”. Nada más acorde a la realidad.
“A Murakami perder lo martiriza; recomponer, lo angustia; buscar y recuperar, lo obsesiona”.
Desvelos
En sus libros se visualizan variaciones sobre temas recurrentes. Un hombre ha sido abandonado por su mujer y el recuerdo de los tiempos felices y la imposibilidad de conseguir el reencuentro lo sume en cuestionar su propia vida e involucrarse en situaciones y esferas paralelas o surrealistas. Murakami considera que la realidad y la sub-realidad coinciden. Utiliza a la noche como metáfora. Muchos de sus relatos son oníricos y metafísicos, pero absolutamente creíbles. Por tal razón se lo vincula con el universo del director de cine David Lynch (Estados Unidos, 1946). A Murakami perder lo martiriza; recomponer, lo angustia; buscar y recuperar, lo obsesiona.
De todas maneras, encuentra la libertad creativa en las horas que pasa corriendo. Maratonista cabal, ha participado de competencias en todo el mundo, incluso de una carrera de 100 kilómetros que le insumió casi 12 horas. Esa práctica le aporta optimismo y superar los desafíos que se propone lo impulsa a concebir historias.
Haruki Murakami es un candidato eterno y merecido para el Premio Nobel de Literatura. Algunos de sus libros han sido adaptados para el cine. Incluso la película Drive my car, de Ryusuke Hamaguchi -cuyo guion está basado en un cuento del libro Hombres sin mujeres- obtuvo el Premio Óscar de la Academia. A propósito, respecto a ese libro, el escritor Carlos Zanón ha dicho que “en Hombres sin mujeres (hay) seres humanos como islas bloqueadas no por secretos sino por silencios generados por el bloqueo de sentimientos salvajes, profundos, viscerales. Ni dolor ni amor: sólo pérdida, ausencia, a discreción de la bondad de los desconocidos”.
El premio Princesa de Asturias se suma al Franz Kafka, en 2006 y el Hans Christian Andersen de Literatura, en 2016; y no hace más que convalidar a un autor que en virtud de su trabajo creativo logra una prosa asequible, cercana y directa, rica en descripciones y diálogos, que atrae y cautiva y anticipa al lector que cada nuevo libro de Murakami es una promesa de disfrute sentimental y placer intelectual.