En busca de un tercero. Hay momentos en que los anhelos de vida se vuelven pregunta. Los intersticios entre los deseos pasados, los cumplidos, los pendientes se plantean en balances y perspectivas, replanteos. Tamara Jenkins lo desteje en Vida Privada, que versa sobre las parejas y la concepción, junto a las cuestiones lindantes que se vuelven riesgo y costo.
Sueños pasados, sueños presentes, sueños pendientes u olvidados. La diferencia entre sueños incumplidos y sueños por cumplir (y los límites, si los hay, en pos de qué) se pone en juego en este largometraje de 2018. Vida privada es una película de cine independiente dirigida por Tamara Jenkins. Sin intentar resolver ecuaciones ni conmover masivamente al espectador navega las aguas la maternidad /paternidad deseadas y sus modos (a veces conscientes y a veces invisibles) preguntándose qué se entiende por ello, qué mirada tienen esos padres potenciales sobre ese tercero esperado y a fin de cuentas, qué es el amor.
La historia
Rachel (Kathryn Hahn) y Richard (Paul Giamatti) son un matrimonio en sus cuarenta y han dedicado su vida a construir sus carreras de escritora y director de teatro. Con algunos reconocimientos y otras frustraciones luchan a diario por vivir de lo que los mueve. En este punto de sus vidas se proponen ampliar la familia y se dan cuenta de que físicamente sus cuerpos responden con menor receptividad e impronta respecto de la concepción. Inician un largo camino de métodos propuestos por la ciencia para hacer realidad el proyecto de tener hijos inscribiéndose también en lista de adoptantes, sin éxito. En el camino se enteran de algunas anomalías que obstaculizan el embarazo y se ven envueltos en un circuito continuo e incesante de intentos, nuevas sugerencias y fuertes desembolsos económicos para lograr concebir. Como nada parece funcionar acceden a buscar una donante de óvulos y es entonces que aparece Sadie (Kayli Carter), una estudiante de letras e hija de unos amigos muy cercanos, que siempre los ha considerado como sus tíos y mentores artísticos. Su presencia en la casa se instala para marcar un contraste entre quienes solían ser y quienes son ellos actualmente (sin recurrir al flashback) y al mismo tiempo cambiar el rumbo de los acontecimientos y avivar controversias que estaban ya instaladas.
Cómo está contada
En tono tragicómico se desenvuelven tanto las maneras cálidas de amar como los cuestionamientos y las dudas de una pareja adulta que se pregunta las causas de la situación que viven, un entorno de amistades entre las que se perciben incomprendidos y un afán que poco a poco se vuelve algo áspero. Sus realidades se unen a la de la joven estudiante con dudas sobre sus estudios, su futuro y una marcada perspectiva crítica sobre la sociedad y su entorno.
La película está trabajada sin hacer peso en provocar angustia o estados que puedan menguar la posibilidad reflexiva pero empática a la vez, con un guion fluido con bromas y guiños propios de una generación intelectual estadounidense de los setenta.
La mención a las actuaciones es necesaria ya que la situación se vuelve creíble por la calidad de las interpretaciones. Los actores que encarnan los protagónicos se han destacado principalmente en comedia (aunque no solamente) pero resuelven bien las contradicciones y afectos propios de la pareja que encarnan. Incluso en escenas donde las emociones se vuelven muy contrastantes de un momento a otro, se perciben con naturalidad. Cabe la aclaración de una muy breve secuencia de videos de entretenimiento para adultos (que pudieron resolverse igualmente desde el sonido sin recurrir a lo explícito de la imagen) ubicados al inicio de la película, que pueden entenderse desde la exposición de ciertos estereotipos grotescos y fórmulas explícitas que no empatizan con otras sensibilidades o hasta padecimientos vitales. También aparecen algunas tomas muy breves de desnudos no eróticos sino más bien como parte de una cotidianidad y desparpajo propio de los personajes en la intimidad hogareña. Sobre la música hay que marcar un resalte importante estableciendo el clima, contrastando situaciones e ideas puestas en cuestión, dejando alguna delicatessen al cierre. El final también tiene un tratamiento bastante arriesgado pero se condice con el devenir de la historia y los planteos fundamentales de dirección.
Al cierre
Vida privada es una película con sus escenas muy cálidas sobre el amor (y otras más complejas de asir) que, sin gran alboroto, abre algunas preguntas sobre los modos de encarar la paternidad / maternidad, la planificación familiar, los conflictos no resueltos entre idealismos y obsesiones que no responden igual a lo largo de la vida. E incluso hay una apuesta a esas paternidades y maternidades no conciben ni adoptan legalmente pero sí ejercen en otros entres ese tipo de cuidado que provoca reciprocidad afectiva (y a veces no tanto).
Quedan flotando las preguntas sobre qué pasa con el deseo, si hay un límite entre sueños incumplidos y sueños por cumplirse y cuál es para cada quién el límite irrenunciable. El largometraje podría ahondar más en lo que plantea pero tal vez lo deja latente para el espectador. Y sobre todo, pensar la figura de ese tercero que tal vez ya estaba ahí pero de otra forma. Y si no estaba o no estuviera qué otros modos de darse así pueden haber.
Una producción recomendable.
FICHA TÉCNICA
Título: Vida Privada
Guión y Dirección: Tamara Jenkins
Género: Drama · Comedia
Duración: 124 minutos
País y año: Estados Unidos, 2018
Plataforma: Netflix
Clasificación: +16 (escena de sexo, desnudos)
La diferencia entre sueños incumplidos y sueños por cumplir (y los límites, si los hay, en pos de qué) se pone en juego 🎬
✍️ Victoria Elizalde