jueves , 21 noviembre 2024
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Comprar poco o stockearse, la duda de los consumidores

Comprar lo justo y necesario es uno de los hábitos más extendidos.

No gastar más de lo que se necesita para el día a día o invertir en almacenar alimentos: he aquí el dilema que parece atravesar los hábitos de consumo, en un contexto en el que la inflación se presenta como una amenaza que no se sabe cómo controlar.

Víctor Daniel Fleitas

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La inflación sostenida a lo largo de los meses y el aumento incomprensible de la mayor parte de los precios hace añicos cualquier intento de los consumidores por diseñar una estrategia racional que les permita juntarse con los insumos que precisan con el menor impacto sobre unos ingresos que no dejan de perder capacidad adquisitiva.

Pero los compradores minoristas no se dan por vencidos y aplican unos criterios ciertamente disímiles, que cada cual juzga adecuados a su situación y a la condición general de la economía.

De hecho, en la misma fila, esperando el turno de atención y debatiendo sobre el 50% de inflación del primer semestre del año, puede convivir el que compra lo justo y lo necesario, la que ordena la operación comercial en base a las ofertas existentes y quien integra la provista puntual con una especie de stockeado de productos que no están obligatoriamente a buen precio, pero que la experiencia le indica que aumentarán aún más en el corto plazo.

Un cliente tras otro, los comerciantes y empleados van cargando sobre su estado de ánimo las quejas y lamentos por la caprichosa marcha de los precios. Ellos también se dividen entre quienes simplemente escuchan sin brindar opinión y los que intentan explicar que no tienen nada que ver en un proceso que los supera.

Lo que queda claro es que el malestar existe. A veces es irremediable y se explica en el hecho de que la situación supera la capacidad de interpretación; otras veces, el fastidio se transmite simplemente para que otro se haga cargo, casi como si fuera un acto de justicia o venganza.

Salvo algunos hogares con mejores posibilidades de absorción, en general las compras se han reducido, limitándose a lo estrictamente necesario. Para muchos, se compara y se analiza, pero desde la convicción de que hay que gastar lo menos posible.

Así es común encontrarse en cualquier supermercado o almacén con clientes que, con el tiempo, han pasado de primeras a segundas marcas y, luego, a productos adquiridos a granel que una firma comercializadora fracciona y envasa. El riesgo es que, con la urgencia de bajar costos operativos, las personas y familias vean perjudicadas la calidad de los alimentos que ingieren, aunque eso se puede afrontar informándose mejor sobre las cualidades de cada insumo, lo que incluye la distinción entre un producto de estación y otro que no lo es.

“El riesgo es que, con la urgencia de bajar costos operativos, las personas y familias vean perjudicadas la calidad de los alimentos que ingieren”.

Bajo la lupa.

Diversos estudios sobre los hábitos de consumo de alimentos de los argentinos han revelado que la población prefiere comprar productos en oferta que se encuentran en los supermercados y que adquieren únicamente lo que van a consumir en el corto plazo, como táctica para contrarrestar la inflación creciente.

También es preponderante el criterio según el cual el dinero es el aspecto más relevante a la hora de mejorar la propia alimentación, mientras que la segunda motivación para lo mismo es el compromiso con la buena salud o la motivación personal.

Se tiene por cierto que hay factores que motivan la selección de los alimentos: que sean agradables en sabor, aroma y textura y de buena calidad, figuran entre los más importantes.

Otro dato relevante es que tres de cuatro consumidores se asume omnívoro, es decir que se alimenta de toda clase de sustancias orgánicas, tanto vegetales como animales. Los vegetarianos pertenecen a un colectivo más numerosos que los veganos, actitud consistente en rechazar el uso de productos de origen animal, en conjunto con una doctrina o filosofía que no concibe a los animales como mercancías, ya se trate de indumentaria, medicamentos, cosméticos, transporte, experimentación, ayuda en el trabajo o entretenimiento.

Respecto de las carnes, se ha detectado una tendencia a incorporar distintos tipos a la canasta. También se ha notado que este insumo tiene mayor preponderancia en la dieta de varones que en la de mujeres. Según distintas encuestas, uno de cada seis consultados se sentiría bien con una dieta sin carne. De todos modos, se advierte un cambio de hábito por el que las carnes van perdiendo terreno en las comidas en favor de los vegetales.

Si bien se considera que hacer ejercicio físico y cuidar la propia alimentación son valores a ponderar, una mínima parte de los consumidores declara que comer sano y variado es una tarea sencilla.

Los consumidores deben estar cada vez más atentos a las ofertas. Fotos: Sergio Ruiz

Presente y futuro.

A propósito de la posibilidad de mejorar los hábitos alimenticios, cada vez son más los que aprenden a leer las etiquetas para chequear el valor alimenticio de lo que se compra.

Asimismo, parece ser alta la aceptación de los beneficios de la Ley de Etiquetado Frontal para la salud, pero no tanto la creencia de que logrará que las industrias alimentarias modifiquen la oferta de productos por otros más saludables.

Las personas entrevistadas en distintos relevamientos se manifestaron a favor de dos ideas. Por un lado, que la advertencia de excesos de grasas, sodio y azúcares ayudará a combatir la obesidad, la hipertensión y los riesgos cardíacos. Por el otro, que la prohibición de venta de alimentos con exceso de grasas, sodio y azúcares en las escuelas disminuirá la malnutrición en niños y niñas.

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