Daniela Osella es actriz, productora, directora teatral y docente. Su relación con el teatro comenzó en su juventud, y algo que era un pasatiempo pasó a ser su principal actividad. En diálogo con BIEN! dijo: “Me gusta mucho actuar y el encuentro con el público”.
Daniela Osella comenzó a relacionarse con el teatro y la actuación en su adolescencia, pero fue en su juventud que tuvo un mayor acercamiento con el arte escénico y participó de talleres en La Hendija. Transitaba el camino de la biotecnología cuando decidió que quería dedicarse al teatro, y en la fase final de esta carrera universitaria relacionó el conocimiento científico con la actuación, lo que dio lugar a dos obras que se presentaron en el Museo Puerto Ciencia. Desde hace más de veinte años, el teatro es su principal ocupación, ocupando distintos roles que la llevan desde la actuación a la docencia.
Durante el diálogo con BIEN! Osella habló de cómo descubrió su pasión por el teatro, del miedo a la frustración y de la importancia de la educación pública y de espacios de formación artísticos gratuitos. “La formación en arte no es para unos pocos que la pueden pagar en espacios privados, sino que verdaderamente es parte de la formación integral de cualquier ser humano. Todos tenemos que poder acceder a experiencias artísticas, queramos ser artistas o no”, expresó.
—¿Cuándo comienza el vínculo con el teatro?
—Mientras cursaba la escuela secundaria había empezado a participar de algunos talleres de teatro. Cuando terminé el secundario quería estudiar teatro, pero bueno… había que elegir una carrera que te diera de comer.
Elegí licenciatura en Biotecnología, pero en forma paralela participaba de talleres municipales y de algunos otros que se daban en La Hendija, donde a modo de trueque por la cuota trabajaba de técnica. En ese momento, vienen unos argentinos que viven en España y me invitan a hacer una beca de seis meses para irme de técnica con ellos a España. Entonces, justo terminaba de cursar la carrera, estaba haciendo la tesis y me fui.
—¿Qué pasó cuando regresaste?
—Volví de España muy convencida de que me daba mucho placer el teatro, y tengo como el recuerdo de decir: “No quiero ser frustrada”. Creo que también soy hija de una generación de muchas frustraciones. Sabía que esto tenía un costo, que siendo biotecnóloga tendría otro pasar económico. Pero yo tengo una necesidad de no vivir frustrada, y creo que de ahí saqué la fuerza para este gran cambio, aunque siempre fui bastante tozuda, -dice mi mamá. Terminé la tesis y me volqué al teatro. Me recibí y estuve un añito hasta que me pude organizar económicamente para vivir del teatro, dando clases en escuelas secundarias o nocturnas de física, química y fisicoquímica. Después me dediqué al teatro cien por ciento.
—¿Cómo fue el camino?
—Sin actuar no puedo vivir y la experiencia en España me marcó mucho. Así que me lo propuse y no fue fácil, y tuve que ir encontrando también los lugares donde quería estar y con quiénes dentro de ese campo teatral. Se fueron presentando posibilidades, siempre digo que soy una persona con muchísima suerte, una privilegiada, porque así como se dio lo de España después surgió hacer una pasantía en Brasil. Y después pude estudiar la Licenciatura en Teatro y ahora estoy terminando una Maestría, cosas que fueron saliendo. Me he cruzado con gente que me permitió ir construyendo este camino.
—¿Cómo es el trabajo de la autogestión?
—Duro, pero tiene sus ventajas y sus desventajas. Creo que en el ámbito teatral somos unos afortunados en tener lo que es la Ley Nacional del Teatro, que le da conformación al Instituto Nacional del Teatro, y eso también nos permite contar con un apoyo, que sin eso sería bastante más difícil.
Lo mismo, que la Ley Provincial de Teatro que también fue una movida de teatristas autoconvocados, que trabajamos en la autogestión y que de alguna manera permite que la actividad pueda contar con un apoyo. Siempre entre la autogestión y la docencia en espacios estatales, que para mí es super importante que haya espacios de relación pública vinculadas al arte, como es la Escuela de Música, la Escuela de Danza, la Escuela de Circo, el profesorado de Teatro de Uader. Mi trabajo, si bien por un lado tiene de la autogestión, en donde hago de todo, dirijo, actúo, investigo, etcétera, también soy docente y está ese compromiso con la escuela pública. Fui a escuelas públicas toda la vida, y fui a la universidad pública, y creo que poder participar en espacios de formación artística pública, tanto de nivel medio como universitario es una manera de sostener ideológicamente que la formación en arte no es para unos pocos que la pueden pagar en espacios privados, sino que verdaderamente es parte de la formación integral de cualquier ser humano, que todos tenemos que tener derecho a acceder a experiencias artísticas, queramos ser artistas o no.
El conocimiento científico y el teatro
—Has llevado el conocimiento científico al teatro, ¿cómo se dio esa experiencia?
—Era un proyecto vinculado un poco con mi veta de la biotecnología, porque terminando la carrera tenés materias de ética. En criollo, la biotecnología manipula genéticamente lo que se pueda para conseguir lo que se necesite, y en torno a esto se generaban muchas discusiones sobre a quién le pertenece el conocimiento y con qué fines se desarrolla. Así fue que con todo eso y con la parte artística quería hacer algo, ya que no me iba a dedicar a la biotecnología. Entonces, mi papá trabajó mucho tiempo en el proyecto Puerto Ciencia, en el museo interactivo, yo me sentía muy cerca de todo eso, y quería hacer un aporte para pensar desde otro lugar cómo acercarnos a determinados conocimientos que parecen lejanos, como el arte y la ciencia para unos pocos. Trabajamos esto con Los Tocomochos y presentamos dos obras, intentando generar la pregunta, la incomodidad, no cerrando la respuesta. En la obra sobre el Principio de Arquímedes, salían y nos decían: “no sé si entendí el Principio”, y era bueno empezar a charlar sobre eso para con los elementos de la obra, construir la respuesta. Esas incomodidades o esa sensación de no entender, me gusta un poco provocarlas.
Roles visibilizados y legitimados
—Hay como una red de mujeres teatreras a las que no sólo se las ve actuando, sino que están produciendo, escribiendo y dirigiendo, roles que socialmente, estaban reservados para los varones.
—Sí, yo creo que estaban por un lado reservados, sobre todo aquellos que eran visibilizados y legitimados por sobre todas las cosas. Desde el Centro de Documentación hemos empezado a encontrar que esos roles eran ejercidos por mujeres y no eran visibilizadas. Entonces, creo que lo que cambia es que, por un lado, nos empoderamos en el sentido que se nos reconoce como hacedoras y le damos ese valor. Soy directora, hacedora, gestora, investigadora, docente y poder decirlo, es todo un camino en el que siempre están los grandes maestros o los padres del teatro”, afirmó Osella.
En el Encuentro Provincial de Teatro, que se desarrolló en Concepción del Uruguay, hubo homenajes y reconocimientos. “Se le dio premió la trayectoria de Socorro Barcia y de Judith Diment, que son hacedoras que han hecho un gran trabajo en nuestra comunidad y que al lado de determinados nombres, masculinos, han sido mucho menos reconocidas”, afirmó. Y agregó: “También hay que reconocer las épocas, porque a veces uno se pone retrospectivo y le exige a quienes vivieron en otros momentos históricos lo de hoy”.
—¿Recomendarías hacer teatro y por qué?
—Si tiene ganas o si alguna vez sintió curiosidad, que lo haga. Hay algo que nos conecta con uno y con el otro, en esa es delgada línea de encontrarse uno para salirse y encontrarse con el otro. Creo que hay algo del teatro que nos ubica en ese en ese vínculo humano, entre uno mismo y el otro, que algunos dicen que tiene que ver con la desinhibición, con mover el cuerpo, con contar historias, con relacionarse con otras personas. Para mí es parte de tu constitución como ser humano, aumenta nuestra humanidad, y eso me gusta.
Manada
Daniela Osella es codirectora junto a Victoria Roldán de “Manada” que fue seleccionada y se presentó en el Encuentro Provincial de Teatro. “Era un desafío, es una obra no convencional y fue una experiencia disruptiva. Hubo gente que salió muy molesta, pero creemos que está bueno que pasen esas cosas. La obra se mete con cuestiones complejas como el bullying, con cómo constituimos nuestras identidades y elecciones sexuales, cómo nos vinculamos a través de las redes y cómo nos vinculamos después en el cara a cara, cómo somos parte de esa esa doble moneda en donde por momentos somos la víctima y en otros, el victimario. También abordamos la corporalidad de las mujeres, de las disidencias, es bastante provocadora y nos bancamos las consecuencias”, admitió Osella.
Breve bio
Daniela Osella nació en Rosario el 26 de noviembre de 1981, y a los 4 años llegó a Paraná. Es hija de María Eugenia Torres y César Osella. Tiene tres hermanos, Julia, Esteban y Guillermina. Está en pareja con Pablo Vallejo, también actor.
Cursó la escuela primaria en la República de Entre Ríos y la secundaria en la Centenario. Es licenciada en Biotecnología y Licenciada en Teatro.
Es docente en el Profesorado de Teatro de la Escuela de Música, de Uader; dicta talleres para la tercera edad y para estudiantes de la UNER; y otros particulares.
Recientemente, en Concepción del Uruguay, en el Encuentro Provincial de Teatro se presentó el libro “Teatro Estudio Casacuberta (1948-1963)” del Centro de Documentación Teatral de Paraná, que realizó Osella junto a Pablo Vallejo.