Las barrancas se yerguen majestuosas, en la ribera del río. El paisaje invita a ser recorrido mansamente, al ritmo del fluir del Paraná, que lento va en su camino hacia el mar. Caminar por la costanera mientras se descubre por primera vez un sitio al que no se ha prestado atención. O se redescubren espacios con una mirada renovada. Mientras muchos se mueven a paso vivo o con el desplazamiento lento del turista, otros prefieren la tibieza del sol en la mañana de invierno que invita a compartir palabras y confidencias con mate de por medio.