El árbol es un elemento indispensable para la vida en el planeta. Por ello, países alrededor del mundo, establecieron diferentes fechas para concientizar sobre su importancia. El origen de esta celebración en la Argentina tiene su propia singularidad.
Redacción EL DIARIO
Hace muchos años el doctor Estanislao Zeballos, un exponente de la Generación del ‘80, estableció en el Consejo Nacional de Educación un día especial dedicado a uno de los mejores y más nobles compañeros de la vida humana: el árbol.
En efecto, el 29 de agosto de 1900 Zeballos fijó un día que tiene como objetivo sobre todo señalar conciencia acerca de cuidar y proteger superficies arboladas y establecer una política para plantar espacies en diferentes espacios.
Zeballos dirigió dos veces la Sociedad Rural, fue escritor, periodista, e inició la campaña para establecer el Día del árbol con un claro objetivo ecologista, a punto tal que con el paso de los años se volvió un llamado para alertar sobre el cambio climático y la tala indiscriminada.
En la actualidad variaron muchas cosas, pero sobre todo se intensificó la deforestación. Esta acción del hombre es uno de los principales motivos, junto a la sequía, del incontrolable incendio en el Amazonas, las islas del Paraná y otras zonas boscosas alrededor del mundo.
Otro precursor de la forestación fue Domingo Faustino Sarmiento quien señaló que “el cultivo de los árboles conviene a un país pastoril como el nuestro, porque no sólo la arboricultura se une perfectamente a la ganadería, sino que debe considerarse un complemento indispensable” y agregó: “La Pampa es como nuestra República, tala rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una nación. Es necesario escribir sobre ella ¡Arboles! ¡Planten árboles!”.
Bosques nativos
En Argentina, desde hace casi 13 años, está vigente la Ley 26.331 de Bosques Nativos, una herramienta imprescindible para planificar el uso de estos ecosistemas permitiendo equilibrar producción y conservación de la naturaleza.
La Ley de Bosques -fuertemente promovida desde la sociedad civil- modificó el escenario nacional de protección de bosques nativos y visibilizó la problemática y la importancia de la conservación de estos ecosistemas. Además, fomentó una disminución progresiva en la tasa anual de deforestación en la Argentina, estabilizándose en los últimos años.
Sin embargo, a pesar de contar con esta Ley, los bosques nativos de Argentina vienen sufriendo grandes modificaciones producto del cambio de uso del suelo para actividades agropecuarias, urbanísticas y viales. Desde el 2007, en Argentina se perdieron 3.500.000 de hectáreas de bosques nativos y con ellos todos los beneficios asociados. El ritmo promedio ha sido de aproximadamente 300.000 hectáreas deforestadas por año: el equivalente a la superficie de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por mes.
El 60% de los bosques nativos argentinos se encuentran en la región chaqueña, que ocupa 11 de las 23 provincias de nuestro país. El Gran Chaco es la ecorregión boscosa más grande de Latinoamérica después del Amazonas y ocupa también parte de Paraguay y Bolivia. Su riqueza e importancia radican tanto en su biodiversidad, su potencial productivo, como en las culturas que lo habitan y los servicios ecosistémicos que los bosques proveen a las poblaciones locales y del país.
Pero debido al avance de la deforestación y conversión de sus ambientes naturales, hoy se encuentra entre los 11 lugares más deforestados del planeta. En Argentina ya hemos perdido el 30% de los bosques chaqueños.
El avance de la deforestación y conversión de los ambientes naturales para las actividades humanas ocasiona graves consecuencias sociales, ambientales y económicas, muchas veces, irreversibles. Necesitamos frenar la deforestación, ya que mientras continúe, seguiremos perdiendo árboles, bosques, culturas, biodiversidad, servicios ambientales y oportunidades de un real desarrollo sustentable.
Nuestro entorno
El fenómeno es mundial pero nos alcanza. Sin dudas, las recurrentes inundaciones y las modificaciones ambientales que se han producido y acelerado en los últimos años encuentran fundamentos en la notable deforestación de bosques y montes nativos en el país y Latinoamérica. Esas áreas actuaban como esponjas y mitigaban el impacto de abundantes precipitaciones. Pero, progresivamente, han variado sus usos y sus funciones, lo que derivó en la degradación y pérdida de beneficios múltiples.
Para tener una mejor idea, en Entre Ríos, durante el período 2007-2017 se perdieron 135.000 hectáreas por deforestación.
El problema incluye no sólo el proceso de pérdida de superficie del bosque o deforestación, sino también la degradación de las áreas arboladas remanentes remanente.
En las últimas décadas, en Entre Ríos, la pérdida y fragmentación del bosque nativo se ha dado fundamentalmente por la llamada expansión agrícola, sobre todo por el cultivo de soja. Otro factor que ha afectado la situación es la degradación por manejo ganadero extensivo y la tala selectiva.
Es cierto, la producción ganadera bajo bosque nativo es una práctica que se viene desarrollando desde la colonización española y constituye la base de los sistemas productivos predominantes en gran parte del Espinal entrerriano. No obstante, estos ambientes en que se realiza ganadería bajo bosque se encuentran degradados por sobrepastoreo al exceder la carga ganadera que se recomienda.
A nivel mundial se tiene por cierto que entre las consecuencias negativas del reemplazo de bosques secos como los del Espinal por cultivos, se encuentra el ascenso de napas y el transporte de sales a la superficie lo que repercute en la fertilidad de los suelos productivos.
El proceso es complejo pero, esquemáticamente, puede entenderse si se explica que los bosques absorben y utilizan más agua proveniente de las precipitaciones en comparación a los cultivos, reducen los flujos hacia las napas y acumulan sales, manteniendo los niveles freáticos más profundos. Este proceso ha sido comprobado para la región central de Argentina, comparando sitios deforestados con uso agrícola y sitios con remanentes de bosques, lo cual se vincularía con las inundaciones y el proceso de salinización en la región.
Distinciones
Se denomina bosque nativo o bosque primario a la superficie boscosa que conserva inalterables sus características naturales. Esto quiere decir que se trata de bosques que no han sido modificados por el ser humano a través de sus acciones.
En un bosque nativo no se registran explotaciones productivas ni deforestación. En los bosques secundarios, en cambio, es posible advertir la influencia del hombre. Actualmente la mayoría de los bosques son secundarios debido a la urbanización y a las actividades económicas que se desarrollan en este tipo de lugares.