El canadiense Xavier Dolan es un fenómeno del cine actual, que escribe, produce, dirige y actúa. Su obra es un maremoto de emociones y sentimientos propios de un alma joven que no para de buscar su lugar en el mundo. Es, a la vez, una mirada fresca para el séptimo arte en tanto lleva a la pantalla problemáticas de absoluta contemporaneidad.
Gustavo Labriola
Especial para EL DIARIO
Xavier Dolan viene configurando una carrera cinematográfica que le ha hecho decir a numerosos críticos que estamos en presencia de un genio inigualable. Semejante elogio se potencia si se considera que Orson Welles filmó Ciudadano Kane a los 25 años mientras que Dolan realizó la ópera prima Yo maté a mi madre, a los 19.
Dolan, guionista, actor, productor, pero fundamentalmente director, nació en Quebec, Canadá, el 20 de marzo de 1989. Su filmografía es propia de un auténtico cine de autor. Con Yo maté a mi madre, en el Festival de Cannes de 2009, Dolan recibió tres galardones y la fama mundial.
Las películas de Dolan son temáticamente definidas, estéticamente brillantes y cronológicamente actuales. Aborda, sin prejuicios, pero sobre todo, con notable cuidado de los personajes y de la evolución de sus sentimientos, la problemática de la identidad de género y la realidad de las familias disfuncionales.
Como dijimos, un adecuado recorrido por la trayectoria de Dolan, podría comenzar con su primera película. En efecto, Yo maté a mi madre, es un título provocador, atractivo y prometedor. El filme, que cuenta con el protagonismo del propio director es, en parte, autobiográfico. Pone el foco en la conflictiva relación de un hijo homosexual con su madre. La estadía de Hubert, el joven, en un internado para varones no hace más que sumar complicación a la traumática vinculación con Chantale, su madre. Esa situación ambigua y el interés que el protagonista (y el propio Dolan) mantiene con la literatura, genera que la cita literaria de Guy de Maupassant con que inicia el filme sea “amamos a nuestra madre sin saberlo. Sólo tras el último adiós somos conscientes de la profundidad de ese amor”.
Dilemas
Tom en la granja, película en la que Dolan actuó y dirigió, está basada en una obra de teatro de Michel Marc Bouchard. Un joven llega a una granja alejada de todo centro urbano para homenajear a su amigo, del que se supone era pareja, recientemente fallecido. Se encuentra con la madre y el hermano de éste que desconocían su existencia. No obstante, se establecen lazos afectivos entre Tom (el protagonista) que combinan lo cariñoso por parte de Agathe (la madre) con lo violento y ofensivo de parte de Francis (el hermano taciturno y agresivo) que, se manifiestan bajo una sensación de permanente thriller no exento de una ligazón que se torna obsesiva.
Bouchard, al referirse a su obra, que tuvo una versión en Rosario en el año 2019, con la dirección de Aquiles Pelanda expresa que “explora las consecuencias en la edad adulta de la homofobia sufrida durante la adolescencia y los años de formación de la personalidad cuando más vulnerable somos. Es un thriller psicosexual donde el drama del homosexual rechazado y humillado es tan sólo la puerta a otros temas principales como el dolor de la pérdida repentina, la mentira como forma de supervivencia y como forma de amar y vivir, la búsqueda pertinaz del amor incondicional y la desesperada necesidad de encontrar respuestas”.
En una permanente búsqueda que implica encausar la negación de las realidades individuales y el dolor y la angustia que deriva de la ausencia, Dolan incorpora en el comienzo una frase que anticipa la mutación anímica, sentimental y melancólica que va procesando Tom. “Hoy, una parte de mí, ha muerto y no puedo llorar porque he olvidado todos los sinónimos de la palabra tristeza. Ahora todo lo que puedo hacer es reemplazarte.”
Un año antes de Tom en la granja, Xavier Dolan dirigió su película más celebrada, Laurence Anyways, notable filme sobre un reconocido escritor y docente universitario (Laurence, el extraordinario Melvil Poupand) que mientras mantiene una relación intensa, afectiva e íntegra con su novia, se percibe como una mujer, y en el transcurso del filme se cuenta la transición que aborda el protagonista.
Estilos
Ambientada a finales de la década del ‘80 y la de los ‘90, en un lapso de diez años, cuando la temática queer no era considerada ni contemplada, Dolan desarrolla en un guion de su autoría una mirada valiente, desafiante y sin ambigüedad en el sentido de plantear la audacia del protagonista de decidir individualmente en función de su particular concepción y autoreconocimiento, en procura de una lucha incansable de ser uno mismo. Las discusiones con su madre y la pérdida de la cátedra luego de que Laurence concurre a dictar clases con ropas femeninas, es una prueba cabal de las consecuencias que las decisiones implican en contextos inundados por rígidas concepciones.
Lo estimable del guion es el prolijo y cuidadoso tratamiento que le da Dolan a la importancia de la identidad, que incluso excede a una mera cuestión de género. Con un claro posicionamiento, avanza en exponer el interior de los personajes sin confundirse ni envilecer el argumento con la superficialidad de la elección sexual. Por eso, con singular precisión, las últimas palabras de la película es una alusión al título “C´est Laurence Anyways” (Es Laurence, de cualquier forma). Lo que exterioriza que, siendo hombre o mujer, lo que es en esencia, no cambia.
Xavier Dolan, un admirador confeso de Jean-Luc Godard y Francois Truffaut, entre los grandes de la Nouvelle Vague, y con reminiscencias de los artilugios artísticos de Pedro Almodóvar y Wong Kar-Wai, ha sabido componer un cine poético que expresa su descollante personalidad mediante una identidad visual y auditiva que convierte a sus filmes en auténticas creaciones estéticamente logradas e intelectualmente consistentes y contundentes.