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El Club Echagüe, una construcción colectiva

Imagen tomada en el acto de inauguración de las piletas del Atlético Echagüe Club (AEC), el 2 de febrero de 1959, con la presencia de autoridades provinciales, municipales y del Club.

Los clubes de barrio y de pueblo son herramientas de inclusión social, de integración, de construcción de lazos comunitarios y sobre todo de ciudadanía. Se trata de espacios de socialización que en Paraná reconocen en su mayor parte un origen barrial, generados por los propios vecinos. Uno de ellos es el Atlético Echagüe Club, entidad con una extensa y fructífera historia en Paraná.

Los clubes de barrio y de pueblo son herramientas de inclusión social, de integración, de construcción de lazos comunitarios y sobre todo de ciudadanía donde crecen los valores  más que deseables en la convivencia social: la solidaridad, el compañerismo, el esfuerzo, el respeto a las reglas. También contribuyen a moldear la identidad, el sentido de pertenencia.

El rol de los dirigentes para el cumplimiento de esas funciones es central. No cabe duda que muchos de ellos dedican su esfuerzo y mucho de su tiempo para mantener a los clubes en pie, aún en contextos difíciles, teniendo presente que si hay algo que debe preservarse y valorarse es la enorme relevancia de los actores sociales que han llevado adelante esta construcción colectiva y la han sostenido en el tiempo, también con esfuerzo y dedicándole en algunos casos, su vida.

Un club no nace de un día para el otro. Es el fruto de un proceso de gestación y desarrollo en etapas. Se  accede a un predio, luego se construye algo  sencillo allí, y más adelante se construye una cancha, sea de básquet o de fútbol,  y luego se inaugura la piscina. Por lo general esos logros son resultado de muchos años de trabajo, un proceso que nace con un sueño y lleva a un grupo a organizarse y hacer el esfuerzo. Pasado el tiempo, el “desarrollo” puede acercar al club a convertirse en una empresa y de ese modo empiezan a perderse aquellas valoraciones que movieron a quienes lo iniciaron y a quienes lo consolidaron, acompañando los cambios en la vida de la ciudad.

La fotografía -perteneciente a una colección privada- refleja el entusiasmo de un grupo de pequeños nadadores del (AEC) en pleno verano de 1961

Marca de origen

La mayor parte de los clubes de Paraná han tenido un origen barrial, tratando de congregar a la comunidad cercana en un centro social, cultural y también, generalmente por afinidad de actividades deportivas.

Tomemos como ejemplo el Club Echagüe, como dice Gustavo Piérola, “a sabiendas de que alrededor de él hay historias de familias, de relaciones, de acciones que están presentes en imágenes y relatos de testigos de varias generaciones. Sin dudas tiene un lugar ganado en la historia de la ciudad y del barrio en que ha crecido”.
En este punto, apelamos al libro del Prof. Piérola “Sueños en la avenida oblicua. Historias del Atlético Echagüe Club” , compartiendo parte de una de las historias que relata.

“… El club del barrio, Echagüe, no tenía piletas. Se rumoreaba sobre sueños dirigenciales de llegar a construirlas; esas serían las primeras en el centro de la ciudad. La familia Scocco era de frecuentar el club pero fundamentalmente los eventos sociales, como fiestas, cenas aniversario y carnavales. Un par de años después, esos sueños pudieron tomar forma merced al esfuerzo y a la tenacidad de aquellos dirigentes.

Un cierto día Héctor Piérola golpea la puerta de la casa de la familia Scocco con una carpeta en la mano. Era sábado por la tarde y el matrimonio conformado por Dante Scocco y María Julia Bernaben  estaba tomando un té en el patio; los tres hijos varones –Piti, Jorge y Carlos–, estaban en el potrero vecino y la más pequeña, Loly, jugaba a las muñecas con una vecinita del barrio.

–Hola Dante, hola María Julia, ¿cómo están? – saludó Piérola.

–Perico, qué gusto, pasá, pasá. ¿Qué andás haciendo?

–Miren, estamos en el club en plena tarea para la construcción de las piletas y largamos una campaña de socios vitalicios para ayudar a financiarla.

Dante se quedó mudo y pensativo. María Julia, conociéndolo, le sonrió sin decir palabras y más aun sabiendo la tranquilidad que esa idea representaba para él.

–Perico, mis hijos serán los primeros nadadores del club, cuenten con nosotros– contestó entusiasmado.

Cuando las piletas se inauguraron aquel 2 de febrero de 1959, todos los Scocco estaban acompañando semejante evento junto a cientos de familias que aportaron a la obra, además de dirigentes, colaboradores y Raúl Uranga, Gobernador de la provincia. Tanto Jorge como Carlos, Piti y Loly fueron partícipes de esas primeras zambullidas. Con el tiempo al que se veía más entusiasmado era al segundo, Carlos Había aprendido con los grandes nadadores del Rowing y llevó todo ese entusiasmo a las piletas azul y negras”.

Al terminar la escuela secundaria, ingresó al Profesorado de Educación Física en Santa Fe. A partir de ese momento, además de nadador del club y colaborador de Tito Blanco en los entrenamientos, participó en la enseñanza de los pequeños, y pasó a ser Profesor. “Ya recibido, se casó con Mary Bournisent, también profesora de Educación Física y tuvieron dos hijos, Diego e Ignacio. Por supuesto, nadadores”.

Carlos y Mary llevan más de cincuenta años enseñando. “Con ellos miles de niños han aprendido a nadar y a defenderse en las aguas de nuestros ríos y arroyos. Cientos de ellos han defendido los colores del club, llegando a altos niveles de competencia nacional e internacional”, señala Piérola en su libro.

Quienes son asiduos del club los han visto entrar durante 50 años con la misma energía, dedicación y pasión del comienzo, sin embargo, hay quienes parecen no haberlo notado. O tal vez sí; y esto resulta molesto.

Hoy a Carlos y a Mary, a la familia Scocco y a todos aquellos que los quieren y valoran, los invade la tristeza, sobre todo, el dolor de lo injusto, el atropello de quienes creen que la historia empieza cuando uno llega a un lugar, subestimando el hecho de que se está al frente de una institución que es una construcción colectiva con una historia previa, en la que estos protagonistas, junto a muchos otros, han tenido y tienen mucho que ver.

El Club Echagüe, es un espacio de construcción de ciudadanía, “es” sus socios, una institución de convivencia social: de solidaridad, compañerismo, esfuerzo, respeto a las reglas y sobre todo a las personas. Es una institución de la que la ciudad está orgullosa.  

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