Hoy es el Día del Arqueólogo Argentino, recordando el nacimiento de Florentino Ameghino, naturalista, paleontólogo, geólogo y antropólogo fallecido en 1911.
Florencia Alamos
Descubrir huellas, hallar arte rupestre en cuevas de difícil acceso y analizar elementos de los primeros ocupantes de lo que hoy es Argentina para comprender las sociedades en el pasado, lo que permite “accionar en el presente”, es la síntesis de las tantas acciones que definen la labor de la y el arqueólogo, según lo explicó una profesional que trabaja en el Macizo del Deseado, en Santa Cruz, y en la meseta de Somuncurá, en Río Negro.
“La arqueología no es una profesión, es un modo de vida, uno está constantemente relacionado con el campo y los lugares que va a investigar”, comentó a Télam Virginia Lynch, licenciada en Antropología y doctora en Ciencias Naturales de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
UNA PASIÓN
Para ella, también investigadora del Conicet, la arqueología “no es un trabajo, es un privilegio que se lleva adelante con pasión”, aunque reconoció que “tiene ciertos sacrificios, como el estar aislados por semanas en lugares, en los que, por ejemplo, no hay Internet”.
En la víspera de un nuevo aniversario del nacimiento de Florentino Ameghino, cuando se conmemore el Día de la y el Arqueólogo, Lynch definió a esta rama de la ciencia como el “conocimiento básico del pasado, pero, en alguna medida, entender el pasado que permite accionar en el presente, ver hacia dónde vamos, ayuda en ese sentido. No es una ciencia como la medicina que genera un avance a nivel tecnológico, es el conocimiento ´per se´”.
Lynch decidió estudiar Ciencias Naturales atraída por todo lo relacionado a la naturaleza. “Siempre me gustó el campo, quería ser guardaparques había averiguado para estudiar eso, pero mi familia no estaba de acuerdo porque tenía que viajar, así que no me anoté, pero viajar sigue siendo mi pasión, no me imagino quedándome en un lugar”, señaló.
VIAJES DE CAMPAÑA
Sin poder escapar a ese destino o a su genuina vocación, hoy realiza dos veces al año viajes de campaña en los que por 15 o 20 días busca en el campo, cuevas, aleros, estructuras y material en superficie para luego realizar un “análisis funcional” en el microscopio y dar cuenta de qué herramientas se usaron y para qué las usaron las primeras ocupaciones de pobladores.
“Trabajo en un grupo de investigación a cargo de la doctora Laura Miotti, que tiene como eje el estudio de grupos cazadores-recolectores nómades que habitaron la Patagonia Argentina desde la transición Pleistoceno-Holoceno y Holoceno temprano hasta el Holoceno tardío”, comentó al referirse a un período de hace aproximadamente 11.000 años AP (antes del presente).
Las investigaciones las realizan junto a este equipo en dos grandes áreas de estudio, en el Macizo del Deseado, ubicado en la provincia de Santa Cruz, y en la meseta de Somuncurá, en la provincia de Río Negro.
HERRAMIENTAS EN ROCA
“Me especializo en el análisis tecno-morfológico de tecnologías líticas, es decir, herramientas hechas sobre rocas, específicamente en el uso que se les dio a esas herramientas en el pasado mediante diferentes técnicas de microscopía lo que se llama análisis funcional de base microscópica”, dijo.
A partir de este análisis, no sólo es posible determinar si esas herramientas trabajaron sobre materiales como madera, hueso, o cuero, sino también, “el modo en que lo hicieron al igual que analizar los microresiduos que quedaron de estas actividades desarrolladas en el pasado”.
“Desde nuestra disciplina, lo que intentamos es indagar, generar e incrementar nuevos conocimientos acerca de las sociedades que habitaron en el pasado nuestro actual territorio argentino, a partir de los restos materiales que se preservan en el tiempo (hueso, lítico, arte rupestre)”, definió la científica.
Ejemplo de ello, son las emblemáticas Cuevas de las Manos, sitio arqueológico con pinturas rupestres, ubicado en el profundo cañón del río Pinturas, al noroeste de la provincia de Santa Cruz, en donde, subrayó, esas pinturas dan cuenta de cómo “distintos grupos habitaron, modificaron ese lugar y sobrevivieron porque tenían un conocimiento increíble de la zona”.
“La arqueología nos recuerda lo efímero que podemos ser los seres humanos y todo lo que enfrentamos, y eso súper valioso. El patrimonio cultural y social que es fundamental preservar y para eso hay que conocer”, remarcó.
La cuestión de género
Entre los desafíos que tiene una arqueóloga en la actualidad, mencionó a los “subsidios para solventar las campañas”, y fortalecer la cuestión del género dentro de la profesión.
En esa línea, señaló que hace unos años, “si eras mujer había otro trato, ahora es más habitual ver mujeres en los equipos, aunque sigue siendo difícil acceder con la gente local, sobre todo los mayores”.
“Mi directora es mujer y cuando llegamos al campo muchos no pueden entender que sea ella la cabeza del grupo, ven a un hombre y le hablan a él”, manifestó.