A fines del siglo XIX existió un cuerpo militar con características especiales, conocido como el Batallón boca de fuego. El mismo era conducido por un respetado veterano de la Guerra del Paraguay: el Mayor Ramón Maciel.
Cuando existe la oportunidad de acceder al relato memorioso de hechos del pasado ya sea de testigos presenciales o mediados por sus descendientes, vinculados a lo de todos los días, puede comprenderse que es necesario que lo cotidiano se convierta en historia para que la historia sea de todos. Es necesario también un narrador ordenado y que gustosamente cuente su experiencia de modo tal que genere en quien recibe su relato la imagen de lo narrado, particularmente cuando incorpora elementos que aún constituyen marcas en nuestra ciudad del presente. “Es como que narradores y escuchas se hablaran cara a cara” asegura Franco Ferrarotti en La Historia y lo cotidiano.
Con ese marco introductorio, situemos el relato de esta entrega de Historias paranaseras en contexto. Ya habían pasado las revueltas jordanistas y Entre Ríos desenvolvía su acción en el trabajo pacífico procurando reconstruir lo que la lucha armada había arruinado o retrasado en la marcha del progreso. Paraná procuraba mejorar su vida económica y social al amparo del trabajo esforzado. Florecieron por aquel tiempo las caleras que enviaban su producción a Buenos Aires; los saladeros que exportaban su tasajo al Brasil; varias jabonerías que hacían llegar sus productos a la capital. También se elaboraban otros productos de menor importancia, pero que otorgaban más impulso a la economía y mejoraban las condiciones de vida de la población.
En ese contexto de recuperación se organizó una de las primeras municipalidades que, al ocuparse de los problemas edilicios, mejoró el alumbrado público extendiéndolo a todos los barrios de la ciudad, con faroles que funcionaban con kerosene y se mejoraron las calles de la ciudad, pavimentándolas con macadam, articulándolas con los caminos de acceso a la población. Se reglamentó asimismo el tránsito urbano y se puso nombre a las calles.
Valioso testimonio
Nos introducimos en ese contexto de las últimas décadas del siglo XIX a través de un relato de don Francisco Segovia, de cuyo libro Del pasado entrerriano, hemos extractado un hermoso testimonio que relata hechos, personajes y lugares de aquel momento, fusionando su memoria con la de sus padres.
Por entonces, “contribuía a la obra edilicia una política bien organizada y muy principalmente el batallón de guardia de cárceles que, con los penados sometidos a su custodia, siempre que no fueran engrillados, concurría, en determinados días de la semana, a la cantera municipal para extraer piedra que se utilizaba en construir cordones, canaletas y afirmados de las calles. Esto ocurría allá por el año 1877. La cantera municipal estaba en las proximidades de lo que es hoy Puerto Nuevo y casi donde termina el Parque Urquiza”.
“Los viejos vecinos de Paraná -continúa Francisco Segovia- no habrán olvidado los desfiles del `Batallón boca de Fuego´, como llamaban al guardia de cárcel, que tenía su sede en una parte de ésta, situada entonces en la calle Perú entre las de Pellegrini y San Martín y frente a una de las cortadas que dan acceso al Mercado Central y en la acera del lado norte de la citada calle”.
“El desfile con los presos -prosigue el testimonio- se hacía por calles céntricas de la ciudad y en el camino más corto para llegar a la cantera, o de ésta a la cárcel. El grupo de penados marchaba entre dos pelotones de soldados y algunos oficiales. El jefe del batallón marchaba siempre en el grupo de la derecha. El resto del batallón quedaba en la cárcel custodiando los presos imposibilitados de ir a trabajar. Era el jefe de la guardia de cárcel el Mayor Maciel, hombre de color, que vestía siempre con orgullo su uniforme de soldado de la Nación. Era persona culta y fina en sus modales a quien todo el pueblo de Paraná respetaba y le tenía gran consideración. Llegó al grado de mayor durante la guerra del Paraguay, en la que se distinguió por su valor como soldado y fue ascendido en los campos de batalla. La vida militar tuvo para él una consagración única. El organizó y mandó siempre aquel batallón que cuidó el orden y la seguridad pública, apoyando la justicia y sirviendo al tranquilo desarrollo de la vida civil. Sus soldados eran tan correctos y respetuosos como el jefe”.
“En el tránsito por las calles de la ciudad jamás un soldado del batallón quitaba la acera a un civil y menos a una dama.”
Origen de la denominación
En su relato, Segovia explica que “… Lo llamaron Batallón Boca de Fuego porque estuvo formado en su mayoría por negros de los que habían actuado antes en nuestras luchas armadas. Estuvo mucho tiempo equipado con fusiles de los que sirvieron en la guerra del Paraguay y en los primeros tiempos de las revueltas jordanistas. Eran de cargar por la boca y ceba o estopín en el oído para hacer el disparo. Los fusiles estaban siempre limpios y brillosos porque era la disciplina en el cuidado de las armas, a la que el Mayor Maciel atendía con todo celo… había soldados de recorrida diurna y nocturna”.
En la parte final de su evocación, Francisco Segovia expresa: “Han pasado muchos años y el Batallón Boca de Fuego, al evolucionar en su composición y en su carácter militar se ha ido, porque todos sus componentes han seguido por la senda inevitable y casi se han borrado en el recuerdo. ¡Ah, cuantos servidores de aquella patria primitiva que preparó esta patria de hoy, partieron sin una flor, sin un homenaje póstumo, sin un recuerdo de gratitud! Ya nadie verá más al Mayor Maciel, aquel moreno afable, cortés y respetuoso de todo el mundo y respetado. No se formarán las tertulias y mateadas con que reunía a sus amigos el Capitán Natalio Cantero, apodado Capitán Cuerito, aquel valiente que fue Sargento del VI de línea donde probó su valor de soldado antes de acompañar al Mayor Marciel … Por esto, hoy que el célebre batallón se ha ido, quiero hacer esta evocación con el cariñoso recuerdo de los que fueron en su paso por la vida, un grupo de nobles servidores del progreso de Paraná, que es un pedazo de la Patria grande del presente”.
¡A la carga!
Lo llamaron Batallón Boca de Fuego porque estuvo formado en su mayoría por negros de los que habían actuado antes en nuestras luchas armadas. Estuvo mucho tiempo equipado con fusiles de los que sirvieron en la guerra del Paraguay y en los primeros tiempos de las revueltas jordanistas. Eran de cargar por la boca y ceba o estopín en el oído para hacer el disparo.