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Marie Anne Perichón, desafiante de los mandatos 

“La Perichona” le decían a Marie Anne sus críticos.

Heredera de la cultura francesa, Marie Anne Perichón desafió las convenciones sociales en la Buenos Aires de principios del siglo XIX. No le bastó ser considerada de la alta alcurnia: disfrutaba incomodando a los exponentes de una moral tradicional.

Marie Anne Perichón de Vandeuil nació en 1775. Perteneciente a la aristocracia francesa, llegó a nuestro país luego de vivir en la Isla Mauricio. Su familia estuvo la mayor parte del tiempo en un hotel parisino perteneciente a sus ancestros, en la Rue Saint-Denis. Era hija de Esteban Perichón y de Juana Abeille. Su historia es conocida por su relación escandalosa con el Virrey Santiago de Liniers: ser señalada como su amante le valió el sobrenombre, utilizado despectivamente, de La Perichona. 

En la película Camila, de María Luisa Bemberg, Marie Anne es interpretada por la actriz Mona Maris. Camila O’Gorman era su nieta. Marie Anne arribó al Río de la Plata junto a sus padres, hermanos y esposo en 1797, a bordo de la fragata francesa María Eugenia.

La escritora Silvia Miguens en su libro Ana y el virrey, se enfoca en aquella relación desde la perspectiva de la novela histórica ya que una vez más ese recurso logra suplir el vacío que provoca la ausencia de documentación suficiente para hablar de estos acontecimientos. “Ana Perichón de O’Gorman no sabe muy bien qué es la patria: ha nacido en una isla lejana; huyendo de la Revolución Francesa ha llegado con su familia a la Santa María de los Buenos Aires, una colonia española que de un momento a otro puede pasar a ser inglesa, portuguesa, francesa y hasta independiente, según rumores poco confiables.

Ana Perichón es coqueta y propensa a las traiciones, rebelde y amante de la libertad. Como Buenos Aires. Es capaz del mayor de los amores y del mayor de los odios, de mentir y de matar por un hombre, Santiago de Liniers, que nunca podrá ser del todo suyo”, dice Miguens. El marido de Marie Anne estuvo ausente la mayor parte del tiempo. Afirman que se dedicaba al contrabando, de hecho, no consta una convivencia sostenida en su arribo a la Argentina. 

Vínculos

En Buenos Aires quienes pretendían ser considerados parte de la élite valoraban la pertenencia a las familias tradicionales y las relaciones entre esos sectores respetables de la sociedad. La obtención de cargos dependía de eso como también los intereses comerciales y la actividad económica en general. Las mujeres eran importantes para hacer vínculos ante los parientes en favor de sus maridos, operaban para los emprendimientos familiares.

Paul Groussac (quien fuera director de la Biblioteca Nacional) en su texto sobre Santiago de Liniers, de 1907, cuenta que fue Ana Perichón quien le arrojó un pañuelo bordado y perfumado a Liniers mientras avanzaba por la actual Avenida Corrientes en 1806. Como homenaje, él lo recogió con la punta de su espada y a partir de ese momento comenzó su romance. Esa relación escandalosa de una mujer de 31 años que se instaló en la casa del Virrey y se trasladaba acompañada por una escolta, logró su punto de máxima indignación de los círculos de la alta sociedad cuando para acentuar la provocación a las damas se paseaba a caballo con uniforme militar.

La periodista y escritora Florencia Canale, autora del libro La libertina. Madame Perichón, una espía en el Río de la Plata, sostiene que Ana Perichón no estaba perdidamente enamorada de ninguno de sus amantes, porque lo que la caracterizaba era su deseo por mantener la adrenalina del peligro, de lo prohibido, de ir contra la opinión de la época que la señalaba como una pecadora.

“En Francia, la práctica del libertinaje, del amor libertino, muchas veces instalaba el matrimonio como un lugar de reposo. Pero tanto los hombres como las mujeres tenían la posibilidad real de llevar a cabo estas prácticas. Otra cosa era el matrimonio para una sociedad como la española, dominada por la Iglesia Católica, por la Inquisición y por toda esa moral, que es bastante hipócrita. Porque los hombres hacían lo que se les venía en ganas, no se les tenían vedadas las vidas por fuera de sus matrimonios. Francia es otra cosa. De ahí lo exótico y lo particular del desembarco de esta mujer con su familia, que traía la educación francesa, de otro tipo de vida, de práctica, de deseos. Además, nació en una isla, casi paraíso terrenal y el reconocimiento del cuerpo la transformaba en una suerte de animal salvaje con la cultura. Un personaje fascinante. Una mujer digna de su época, de la caída del Antiguo Régimen a esta libertad porque Francia tenía otras ideas, otras cuestiones. Tan temida Francia para algunos.” 

Contextos

La situación se complicó cuando Napoleón decidió apoderarse de España entronizando a José, su hermano. La condición de franceses de Liniers y Perichón los puso en una situación muy incómoda provocada por los ataques del rico comerciante Martín de Álzaga que hizo redactar un oficio del Cabildo contra la pareja. Esta circunstancia se agudizó cuando la hija de Liniers quiso casarse con el hermano menor de Ana: Juan Bautista Perichón. Ana fue expulsada a Río de Janeiro, para ser luego de un tiempo deportada y embarcada, acusada de espionaje a Buenos Aires. Recién después de la Revolución de Mayo la Junta decretó que ella podía bajar a tierra. Permaneció encerrada en la estancia familiar durante treinta años. Falleció en Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1847. Fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta, aunque, a pesar de figurar su ingreso en el registro del Cementerio sabemos que no fue sepultada en la bóveda de Tomás O’Gorman.

Con luz propia

La idea de “Las otras en nosotros” es poner la lupa en biografías de mujeres que en otro tiempo y en otro lugar acompañaron a personajes célebres de la historia: fueron hijas, hermanas, esposas, amantes, maestras, que brillaron con luz propia, pero quedaron recordadas en un segundo plano y hasta fueron olvidadas por las crónicas de época o tímidamente mencionadas. 

La mayoría de los casos guarda relación con esta circunstancia, la de pertenecer a un círculo de ámbitos como los de la ciencia, la política, el arte, y las organizaciones sociales. Sin embargo, también haremos referencia a mujeres que, por su carácter temerario, sus aventuras fuera de lugar o su intrepidez quedaron fijadas en un imaginario popular que alimentó esos mitos con anécdotas y relatos que otorgaron rasgos ficcionales a sus personalidades o actuaciones.

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