sábado , 21 diciembre 2024
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Séraphine, en el ciclo Miércoles de Cine

Séraphine, la última película de Martin Provost, ganadora de siete premios César, es una fábula sombría y seria, como las mejores películas francesas, sobre el éxtasis artístico.
El ciclo dedicado al séptimo arte continuará este miércoles con la proyección de Séraphine, largometraje del francés Martin Provost. Se trata de una comedia política ingeniosa y excéntrica, con sólidas interpretaciones de Fabrie Luchini y Anaïs Demoustier. La actividad se desarrollará desde las 20.45 en el auditorio del Círculo Odontológico.


Séraphine lleva una vida humilde y solitaria. Es casi invisible para el mundo y los pocos que la registran la creen una idiota. Deambula por el pueblo con su canasto de ropa sucia, les roba aceite a las lámparas votivas de la Iglesia y cuando cruza el campo no puede frenar el impulso de treparse a un árbol altísimo.


A los pocos minutos de comenzada la película, la cámara la muestra allá arriba, colgando de una rama, oteando el horizonte con el viento de frente, y entonces caemos en la cuenta de que esta mujer en apariencia con menos gracia que una bolsa de papas está escuchando algo que nosotros no podemos.


Séraphine, la última película de Martin Provost, ganadora de siete premios César, es una fábula sombría y seria, como las mejores películas francesas, sobre el éxtasis artístico.


La película narra la vida real de Séraphine Louis, una lavandera nacida en 1864 en el pueblo francés de Senlis, que pintaba en secreto retratos de flores y frutas de una potencia alucinante.


La hipótesis de Provost es que Séraphine era una visionaria. Excéntrica y algo patética, protegía su dignidad con un carácter agudo y una intensa comunicación con los ángeles que le ordenaban que pintara.


Sucede que un buen día Séraphine es enviada a trabajar a lo de un crítico y coleccionista alemán, Wilhelm Uhde, que se ha refugiado en Senlis para escribir sus artículos sobre arte moderno. Uhde es uno de los primeros coleccionistas de Picasso y Braque, y el descubridor de un joven aduanero belga que pinta cosas que parecen venir de otro mundo y que terminará grabado en la conciencia moderna con el nombre de Rousseau. Pero al comienzo, Uhde ve en Séraphine lo que todos ven: una suerte de mueble desvencijado. Hasta que se topa con sus cuadros. Entusiasmado, le paga, la elogia, le pide que pinte más.


Es un coleccionista de valores: “No colecciono para vender, vendo para coleccionar”, o “una colección representa la formación espiritual del hombre que la hizo”. Pero es también un patrón inconstante luchando contra sus propios demonios y en vísperas de la Primera Guerra Mundial huye de Francia.

CONTRASTES

A su regreso se encuentra con otra Séraphine. Sus pinturas se han vuelto enormes y salvajes. Sus flores vibran con belleza y amenaza. “Como si hubiera insectos por detrás”, le dice una vecina. “A mí también me asustan”, contesta ella. Tan tremendas que uno duda si su talento es un regalo o una maldición.


Séraphine empezó a pintar a los 42 años porque “escuchaba una voz que se lo pedía”. Ella misma preparaba sus pinturas mezclando tierra y pigmentos en unas recetas que guardó siempre en celoso secreto y gracias a las cuales logró algunos de los rojos más virulentos que se han visto sobre un lienzo.


Murió el 11 diciembre de 1942, con 78 años de edad, en el hospital de Villers-sous-Erquery bajo las duras condiciones de los asilos en Francia bajo la ocupación nazi, y fue enterrada en una fosa común.  De Séraphine Louis existen unos 70 cuadros dispersos por museos del mundo.

PROFUNDA  ACTUACIÓN

Lo que Yolande Moreau hace como Séraphine es tan inescrutable y conmovedor como las mejores pinturas de la artista. Una mujer gorda, de paso lento, con la cara macilenta de una fruta pasada de estación y con apenas unas líneas de diálogo en toda la película. Un rostro como de arcilla lleno de conciencia, sus ojos destellando una grandeza interna lastimada por el mundo. Te puede convencer de que ella misma ha pintado cada cuadro, y que los ha vivido antes de pintarlos. Pero no hay nada “actuado” en ella, más bien parece que viene directo de hablar con los dioses en el campo.


La cita es en el auditorio del Círculo Odontológico (Corrientes 218), a las 20.45, con entrada libre y gratuita.
Los organizadores agradecen la colaboración con un alimento no perecedero que se destina al Comedor Merendero Nuestros Niños (Barrio Los Berros).


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