Enfocada en la concientización y conservación de la fauna y la flora, la fotografía en entornos naturales se volvió una disciplina que crece a la par de la importancia de la preservación del medio ambiente. Tres fotógrafos dialogan sobre ese oficio apasionante que ejercen de manera respetuosa detrás de la lente.
Milena Heinrich
Un mono que mira la cámara, un ciervo que camina sobre un pantano, un pequeñísimo insecto de colores y formas increíbles, un ave a punto de despegar su vuelo: las imágenes de animales en sus entornos tienen un encanto que detienen el tiempo de quien las mira, y las redes sociales parecen sus mejores aliadas para ser compartidas, en tanto obra de belleza y espejo de lo que se debe cuidar. ¿Cómo se logran esas fotos? ¿Cuál es el límite entre el respeto por los seres vivos y la tentación de avanzar sobre terrenos que no están habilitados para lograr el hechizo visual que vuelve a la imagen una pieza maestra?
Esteban Argerich es fotógrafo y presidente de Afona, la Asociación Argentina de Fotógrafos de Naturaleza que trabaja en el desarrollo de la fotografía de naturaleza como herramienta de sensibilización, conservación y difusión artística. Durante una entrevista apunta una definición sobre la especificidad de la disciplina. “Todos los fotógrafos de naturaleza somos embajadores de la conservación del medio ambiente y sus especies”.
Experto en fotografía de vida silvestre, una actividad que define como “emocionante y gratificante”, Argerich asegura que las imágenes de quienes trabajan en estos entornos “visibilizan nuestros paisajes, ambientes naturales, nuestra flora y fauna nativa”. Y visibilizar es una forma de cuidar. Se refiere a que “se cuida lo que se conoce y en este punto la fotografía desarrolla toda su potencia como herramienta de conservación. Todo fotógrafo en la naturaleza debe siempre priorizar el bienestar del sujeto y la conservación del entorno por sobre la obtención de una fotografía”.
En esa línea coincide Belén Etchegaray, fotógrafa que despliega su área de trabajo fundamentalmente en Iberá, Corrientes, donde con su cámara retrata fauna local como carpinchos, ciervos de los pantanos, monos Carayá, yacarés o aves como yetapá de collar. En sus expediciones o cursos de fotografía que organiza como directora de la revista digital Argentina Photo Nature, hay un principio que la guía y es que “nunca la obtención de una fotografía es más importante que lo que buscamos retratar”. “Esa es mi mayor responsabilidad -dice-: no molestar, no interferir y dejar todo como estaba al momento de llegar. Si no logro la fotografía que me hubiera gustado, sé que la naturaleza me dará nuevas oportunidades en el futuro”.
Principios
Detrás de este campo hay, sobre todo, una ética. Bióloga, investigadora independiente de Conicet y fotógrafa, Paula Taraborelli considera “primordial” el tema de la ética en la fotografía de entornos naturales. Ella misma la aplica como académica y como socia de Afona, organización que tiene un contundente protocolo para pautar la forma en la que se debe realizar la actividad. “Siempre priorizo el cuidado y respeto de la naturaleza sobre la fotografía, no acercarme a los animales que voy a fotografiar; aprendí a partir de mis estudios que cuando un individuo deja de hacer el comportamiento que estaba realizando y te empezó a prestar atención, ya cruzaste un límite y lo empezaste a molestar. Y más aún cuando provocás un comportamiento de huida donde el animal se estresó y está gastando energía en algo que no debería. ¿Y por una fotografía? No, no lo vale. El bienestar del sujeto y la conservación del entorno son siempre más importantes”.
En reservas y parques nacionales los senderos establecen límites y marcan los lugares habilitados para recorrer, un trazado que no es arbitrario y responde a las áreas de protección y preservación de las especies. “Ser éticamente correcta -argumenta a su turno, Etchegaray- implica desafíos, ya que nos vemos tentados de salir de los senderos para lograr un mejor ángulo, o de acercarnos más de lo necesario para alcanzar un mejor retrato de una determinada especie; incluso de acercarnos demasiado a los nidos o madrigueras para retratar la ternura de los pichones o crías”.
Lo cierto es que las y los fotógrafos de la naturaleza pasan mucho tiempo a la espera de ese momento mágico de conexión con lo que se retrata. Una especie de golpe de suerte que en el fondo tiene mucho de conocimiento. “Los animales silvestres no solo no posan, sino que en general no se muestran. Podés pasar horas, días o incluso semanas esperando el momento perfecto para una toma. El éxito o el fracaso depende de muchos factores que no podemos controlar, el comportamiento del animal, el clima, el momento del año”, explica Argerich.
Confluencias
Este trabajo combina, por un lado, el conocimiento sobre la naturaleza que se busca retratar, con un saber de tipo técnico, sostiene Etchegaray. “La fotografía de la naturaleza requiere equipos especializados, como cámaras de alta resolución, lentes macro, teleobjetivos, trípodes robustos, disparadores remotos, flashes, barreras infrarrojas y a menudo escondites o refugios para acercarse a los sujetos sin asustarlos”.
Así lo resume Etchegaray con su práctica: “Siento un alto respeto por lo que veo por el visor de la cámara y no solo busco registrarlo de la manera más natural posible, sino sin alterarlo en lo más mínimo; esto implica no acercarme más de lo que esa especie me permita, no alterar su normal comportamiento buscando una determinada acción, respetar los senderos en reservas y parques, no fotografiar nidos o pichones a corta distancia siguiendo los pasos del Código de Ética del fotógrafo de naturaleza”.
Si la ética supone un compromiso, supone también una sensibilidad, como cuenta Taraborelli. Aunque la bióloga empezó con las fotos como registro de especies para sus muestreos, con el tiempo se fue “enamorando” de la disciplina; tomó cursos, talleres y se sigue formando, ahora en Córdoba donde vive y trabaja y donde forma parte de un proyecto de restauración de bosques de tabaquillos en el Parque Nacional El Condorito con la ONG Manos que Tejen Bosques.
Al igual que en ese segundo en el que “se conjuga ojo, mente, corazón y cámara”, lo que intenta con sus fotografías es plasmar “las sensaciones que me inundan al descubrir algún individuo de nuestra fauna nativa o un paisaje”. Una forma de “educar” a través de las fotografías, que en su caso, se bifurca en distintas actividades: visita escuelas, tiene un emprendimiento de juegos didácticos y escribe cuentos infantiles, todos alusivos al medio ambiente.
Cuidadores
A su turno, a Etchegaray le gusta definirse como una “corresponsal de la naturaleza” porque entiende que esa subdisciplina está “íntimamente ligada a la difusión, concientización y conservación de las especies y sus espacios naturales” y en ese sentido cree que quienes como ella trabajan en medios estrictamente naturales buscan dar a conocer y sumar “nuestro granito de arena en un cambio en su conservación, algo que el planeta está necesitando cada vez más”.
Al igual que Taraborelli encuentra en la fotografía la posibilidad de difundir y concientizar. “Trato de que la fotografía sea mi vínculo, mi nexo con las personas, para que conozcan y se enamoren de nuestras especies y tomen conciencia de lo fundamental que es protegerlas a igual que su ambiente”, dice esta bióloga que en la observación de la naturaleza encuentra una calma que la vuelve “atemporal”. Taraborelli retrata fauna y entornos y las imágenes que saca pueden ser en sus salidas a campo o en el patio de su casa.
Como dice Argerich, “la cantidad de locaciones para disfrutar de esta actividad es infinita, ya que se puede hacer fotos de un insecto en una maceta en un balcón, de un ciervo de los pantanos en el Delta del Paraná, de un ave en una plaza urbana, pasando por selvas tropicales, montañas, desiertos y humedales. La elección de la locación depende de tus objetivos y la vida silvestre que deseas capturar”. La clave, en su opinión, está en el conocimiento a fondo de “tus sujetos”, esto es: reconocer su comportamiento, hábitats, patrones de migración y otras técnicas que permiten acercarse sin perturbar.
Por eso aconseja que antes de viajar debe haber un trabajo previo de estudio del campo y la biodiversidad que lo habita: “Es importante investigar las especies, los hábitats y los momentos ideales para fotografiarlas. La planificación es la clave. Llegar a algunos destinos es verdaderamente complicado en términos logísticos y en algunos casos demanda un gran esfuerzo físico pero la recompensa de poder disfrutar de esos lugares es inmensa, ambientes y paisajes increíbles, sin alteración humana”.
Práctica de conservación
Esteban Argerich, presidente de la Asociación Argentina de Fotógrafos de Naturaleza, explica que entre los objetivos de esa organización que trabaja en “el desarrollo de la fotografía de naturaleza como herramienta de sensibilización, conservación y difusión artística” una de las claves radica en el poder de la imagen y de la actividad fotográfica, como práctica que promueve la conservación del medio natural.
En la medida en que, como dice Argerich, “todos los fotógrafos de naturaleza somos embajadores de la conservación del medio ambiente y sus especies2, desde la asociación que preside, algunos de los objetivos son “fomentar la protección de la naturaleza y los valores naturales de cada región” y “velar para que la actividad realizada por los fotógrafos de la naturaleza, sean o no miembros de la asociación, se lleve a cabo cuidando normas éticas de respeto a los seres vivos y sus respectivos hábitats naturales”.
Además, desde Afona buscan entablar diálogos interdisciplinarios, esto es, “colaborar con entidades científicas aportando datos de interés que hayan podido obtenerse a través de la fotografía de naturaleza”, así como promover actividades educativas y de difusión a fin de “sensibilizar sobre temas de preservación de los ambientes naturales y sus poblaciones”, plantea el fotógrafo, quien comparte muchas de sus imágenes en la cuenta @argerichesteban.
La asociación, además, tiene su propio código de ética que se puede consultar en la web de la asociación, en la que se detallan pautas de trabajo para quienes se internan en entornos naturales, que van desde las solicitudes de permisos correspondientes hasta la forma de acercarse y mantener las distancias con las especies.
Y si de visibilizar se trata, Belén Etchegaray, también socia de Afona, dirige la revista digital de distribución gratuita Argentina Photo Nature (fna.web.org), que tiene 20 números publicados. En ella, cuenta la editora, “podrán encontrar artículos técnicos, destinos recomendados, reportajes, información sobre especies, fotos premiadas en concursos nacionales e internacionales”. Entre sus secciones más curiosas, una muy interesante es “Cómo se hizo”, en la que fotógrafos cuentan cómo lograron inmortalizar algún segundo extraordinario con su cámara.