Roberto Romani es comunicador social, escritor, poeta, narrador, compositor y cantante. Fundamentalmente, un hombre orgulloso de ser entrerriano, de sus raíces, que recorre la provincia y el país divulgando historias de nuestra tierra.
Roberto Romani nació en Larroque, creció en el campo en Pehuajó Sud donde cultivó el amor por las tradiciones y las costumbres entrerrianas. Atesora historias, protagonistas de su infancia, recuerda con mucho cariño y agradecimiento a las Hermanas Franciscanas de Gante y al sacerdote Alberto Paoli Lovera, a quienes reconoce como “personas inquietas que te ayudaban a descubrir vocaciones”.
En la sede de la Editorial de Entre Ríos, en calle 25 de Junio 39 de Paraná, Romani cumple sus funciones de Asesor cultural de la Provincia, y allí recibió a BIEN! Su oficina, de puertas abiertas está al otro lado del patio, allí llegamos dispuestas a retratarlo, a compartir un diálogo y a escuchar los exquisitos relatos que atesora y declama animosamente en las reuniones. Con un saludo afectuoso agradece nuestra presencia e inmediatamente, pasa a contarnos que las instalaciones que ocupa la Editorial fueron la residencia de Enrique Mihura, quien fuera gobernador de la provincia de Entre Ríos entre 1939 y 1943. La cita, a pesar del día lluvioso de este noviembre, está pintada de colores, de paisajes entrerrianos y de personajes que nos presenta Roberto y cobran vida con su voz. “Tenemos que transmitir nuestras raíces, la historia de nuestro país”, expresó a BIEN!
—¿Cómo fue su niñez?
—De quince años en el campo, una vida absolutamente feliz dentro de la precariedad de recursos económicos, de condición muy humilde pero nunca nos faltó qué comer ni cariño, y con eso se puede vivir. Tuve una infancia muy linda, con mis hermanos, mis primos, íbamos todos a caballo a la escuela. Éramos todos alumnos de la escuelita 91 de Pehuajó Sur. La maestra vivía en la propia escuela, por lo tanto nunca se suspendieron las clases ni por lluvias. No faltamos jamás, era una aventura ir los días lluviosos.
Una vida muy linda hasta la década del 70 que empecé el secundario, e iba a caballo a tomar el ómnibus o a hacer dedo a la ruta hasta que nos fuimos a vivir a Larroque.
—¿El interés por la cultura, por la historia comienza desde niño?
—Sí, tímidamente, porque en mi casa no había ningún libro y en la casa de mis abuelos tampoco. Yo creo que estaría en mí esa necesidad de comunicarme, de leer, porque cuando fui a Larroque a la escuela, iba a la biblioteca, a la única librería que había y encargaba libros. Fueron fundamentales dos personas, el padre Alberto Paoli Lovera, que era el cura párroco pero además era un dramaturgo muy reconocido; y las Hermanas Franciscanas de Gante, que no eran solamente educadoras, eran personas inquietas que te ayudaban a descubrir vocaciones. Las Hermanas me hicieron entender que la vida podía ser más linda si desde el arte aportábamos a nuestro pequeño pueblo propuestas. Por ejemplo, había coros, había elencos de teatro, nosotros formamos un grupo musical mientras estábamos en la escuela, y ellas nos apoyaban fuertemente. Así que ahí desperté definitivamente, a la necesidad del arte, del poema, de la canción y me gustaba mucho la historia. Así fue que aquella semillita que sembraron mi corazón las Franciscana de Gante se multiplicó y dio su fruto.
La poesía
—¿Cuándo se despierta el gusto por la poesía, por escribir?
—En el secundario empezó por las Franciscanas de Gante y por el cura. Después, con el tiempo fundé una escuela de teatro para niños con el sacerdote y la mamá de Atilio Benedetti, doña Teresita Luque, a quien quiero entrañablemente como a ese cura Lovera, que eran personas luminosas y me llevaron de la mano a todo esto. Empecé a escribir experiencias comunitarias y con amigos, y en el 1980 publiqué mi primer libro y y edité primer disco, de larga duración. El libro se llamaba Bajo el cielo de Entre Ríos, y el disco De mi Entre Ríos, la flor, con otro grupo de artistas mucho mejores que yo, que me apuntalaron fuertemente para esa grabación. Y me di cuenta que la poesía era un medio maravilloso para comunicarme emocionalmente con el pueblo, y no paré más. Cada dos, tres años siempre edité algún libro, un disco y acompañé la puesta en escena de obras de teatro. He sido muy feliz haciendo todos los días eso que se inició en aquel tiempo en la ciudad de Las Diagonales.
—De la tranquilidad de Larroque a La Plata para estudiar en la facultad, ¿cómo continuó su vida?
—Así fue, me recibí de perito mercantil y me fui a estudiar Comunicación Social a La Plata. Allí di rienda suelta a todas esas vocaciones y fue un placer porque pude estudiar teatro, historia, música y literatura, todas las cosas que me sirvieron en la vida después para comunicarme, para trabajar, para ganar el sustento y para una mejor vida. Estudiaba y trabajaba muy bien. Me recibí pero yo quería vivir en Entre Ríos, así que renuncié a todo y me vine a buscar trabajo.
Memorias dolorosas
Roberto Romani comenzó la Licenciatura en Ciencias de la Información en la Universidad de La Plata, en 1975 y estudió durante la dictadura militar. “Hubo tiempos alegres y muchos muy dolorosos, como La noche de los lápices. Fui muy feliz porque tuve compañeros maravillosos. Éramos ochenta y tres alumnos que empezamos en primer año, y nos recibimos sólo tres. Muchos se fueron y muchos perdimos, desaparecieron. La represión fue tremenda en todas las áreas relacionadas con el pensamiento, algo de libertad, de resistencia, fue borrado, aniquilado. Perdimos excelentes profesores, fue terrible”, confió. Y Tengo varias cicatrices cerca de la nuca, me pegaron muchas veces en las manifestaciones que hacíamos con los estudiantes cuando no abrían las facultades y cuando nos cerraron el comedor universitario. Fue de lucha, de convicciones, pero también de dolor por la pérdida de tantos seres queridos”, lamentó Roberto.
En contraposición a tanto dolor, Romani recordó sus primeros empleos y las vivencias de estudiante universitario. “Conocí los primeros amigos, incursioné en el arte, iba a cantar y tuve los primeros programas de radio. También trabajé en una revista de automovilismo, que seguía la trayectoria de los fititos, así que viajábamos por la provincia de Buenos Aires. Comencé a presentar espectáculos en peñas. Estaba el dolor de la dictadura y la alegría de poder hacer mis primeras cosas en el arte y en el periodismo”, dijo.
—¿Cómo fue volver al pago?
—Me recibí y a los tres días renuncié a todas esas actividades y me vine a Larroque. A los pocos días empecé a trabajar en el diario Noticias de Gualeguaychú; y al año, me invitaron a formar parte de radio Gualeguay, donde estuve veinticuatro años como director artístico.
El amor por lo nuestro
“En los tiempos que vivimos a veces nos vamos demasiado lejos de las cosas de nosotros, de las cosas que nos pertenecen. Cómo no le vamos a transmitir a un niño, al gurí que está en una escuela de la ciudad o de campo el amor por lo nuestro, la necesidad de conocer con nombres propios el pájaro que canta, el árbol, el río, que corre al lado nuestro. De saber que en nuestro castellano tenemos cantidad de voces de los pueblos originarios y afro. Y a modo de ejemplo, mencionó: “Si digo gurí estoy hablando en charrúa; si digo Paraná, Uruguay, en lengua guaraní; laucha, en lengua araucana; que si digo: ‘mirá qué linda la flor del macachino’ es un término mapuche; y si digo tango, milonga, mondongo, quilombo, es lengua afro. Sin embargo, nosotros los tenemos incorporados y los empleamos sin darnos cuenta. Siento la necesidad de inculcar esas cosas que me transmitieron los mayores y que a lo mejor en este tiempo con tanta comunicación y con tanta tecnología, hemos perdido un poco. Es decir, la justa valoración de las cosas que nos pertenecen, de aquello que forma parte de nuestra razón de ser y que será siempre nuestra carta de presentación ante el mundo”, remarcó Romani.
Orgullosamente entrerriano
Roberto Romani destacó que “siempre vamos a ser entrerrianos arrastrando las erres. A lo mejor, soy excesivamente orgulloso de nuestros caudillos de los hombres y mujeres que hicieron la historia grande del país. Tenemos que hacer un esfuerzo por transmitir las raíces, nuestra historia”.
Función pública
“Hace veinte años que vengo en la función pública, y el 10 de diciembre termino este ciclo porque vienen otras autoridades. Otra gente, seguramente, más capaz a hacer este todo lo que hemos hecho o intentado hacer cada día. No estamos satisfechos por lo hecho, pero nos queda la alegría interior de haber intentado todos los días, sembrar una semillita y haber tratado que los demás puedan gozar de las cosas que a nosotros nos han hecho bien. Es decir, hubo personas que nunca en su vida habían escuchado un concierto, música clásica. Nunca nadie les había leído un poema, ni les habían llevado un cuadro pintado por un entrerriano”, advirtió emocionado el funcionario. Y remarcó: “Todo eso es lo que tiene que hacer el Estado, hacer posibles los sueños, especialmente de los que tienen menos”.
Breve bio
Roberto Alonso Romani nació el 26 de enero de 1957 en Larroque. Es hijo de Roberto Alonso (fallecido) y de Elsa Getti. Es el mayor de cinco hermanos, Elsa, Susana, Patricia y Remigio. Está casado con Patricia Juan y tienen dos hijas, Lorena y Lucia.
Estudios: la escuela primaria en la N° 91 de Pehuajó Sur y el secundario en el Instituto Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Larroque. Es licenciado con Comunicación Social, de la Universidad de La Plata.
Ha trabajado en medios de comunicación, en el campo de la investigación histórica, creación literaria, composición musical y dirección teatral, mereciendo el Premio Santa Clara de Asís, la Faja de Honor de la Asociación de Escritores Argentinos y el título Prócer de la Cultura, otorgado por la Fundación Juan de los Santos Amores, el Instituto de Arte Folclórico y el Museo del Cabildo de Buenos Aires. Actualmente se desempeña como asesor cultural de la provincia de Entre Ríos.
Es autor de quince libros, entre los que se destaca la flamante publicación de “La última estrella”, que fue presentado esta semana. Tiene numerosos libros compartidos, obras musicales y grabaciones con poemas y melodías del litoral que forman parte de su aporte a la cultura de la región.