De tanto en tanto, para recordar al ser humano la real dimensión de su presencia en el planeta, un fenómeno climático expone la potencia de la naturaleza. La tierra envía sus mensajes contundentes. En las últimas semanas, el pariente del mar, ha dado en todo su curso una muestra de ello. La gigantesca curiyú -en la celebrada imagen de Ramón Ayala- que baja desde Brasil, ha engrosado su imponente cuerpo marrón tras un recordado período de sequía. En la ribera de la ciudad, el río -que no se somete a la torpe `domesticación´ a la que intenta someterlo el humano-, avanza sobre espacios públicos, playas y construcciones realizadas, empañando los preparativos y tareas en balnearios y zona costanera en vistas al verano que se aproxima.