Para los que buscan pulir su escritura es todo un desafío que los talleres encuentren atractivos que parecen haber perdido. Escribir cartas y leerlas en grupo como si estuvieran dirigidas a cada asistente es un recurso que puede resultar potente.
Emilia Racciatti
La escritura es para la crítica literaria argentina, Gabriela Borrelli Azara, una forma de conversación que puede convertirse en un poema, en una novela, en un ensayo o, como ocurre en su más reciente trabajo, Cartas a jóvenes poetas, puede adquirir el formato de misiva a partir de las cartas que fue escribiendo al grupo de alumnas de su taller de poesía que ya lleva casi diez años.
“No pienso que un poema cambia el mundo, pero está ahí para decir que no estamos solo en el mundo para sufrir y llenarle los bolsillos a los ricos”, sostiene la poeta, gestora cultural, escritora y conductora de radio. La entrevista tuvo lugar en la librería Atlántica, del barrio de Caballito, la misma que fue sede del taller de poesía en el que se gestó el libro.
Durante meses, cada encuentro fue iniciado por Borrelli (Monte Grande, 1980) con la lectura de una de las cartas que ahora integran el libro editado por Paidós. “Son cartas para que crezca la creatividad y la pregunta, para que la respuesta la encuentres en el próximo libro que leas o en el próximo texto que escribas”, dice la autora en la introducción.
Así van apareciendo cartas tituladas Las peñas: poesía y política, Rilke y Bifo: la respiración en la poesía o Perder o el arte, que van hilvanando recomendaciones de lecturas, obras de teatro, poesías y la práctica de cultivar el secreto para indagar en el misterio a partir de la escritura.
“El secreto ya no se usa más tampoco, ¿no? Y digo no se usa en el sentido de que ya nadie parece cultivar el secreto, de sus dosis mínimas: hacer cosas y no fotografiarlo, no mandar un mensaje cuando se está a punto de llegar hasta alguien, por ejemplo. Esas pequeñas cosas cercanas al secreto son cada vez más difíciles”, escribe Borrelli, que invita a las talleristas primero y a los lectores de este libro después, a que estas cartas “porten algo de secreto, aunque no contengan secretos”.
Entre Argentina y Estados Unidos -porque su esposa da clases en ese país-, la autora de la novela Vidrio y libros de poemas como “Océano” y “Hamaca Paraguaya”, cuenta que está escribiendo una novela, que va a salir un nuevo libro de poemas y que sigue trabajando con la historiadora Julia Rosemberg en una investigación sobre Libertad Demitrópulos, María Granata y Aurora Venturini, tres autoras peronistas, cuyas lecturas de sus obras, como señala Borrelli, estuvieran desfasadas por “el odio al peronismo”.
–¿Cómo tomaron estas cartas forma de libro?
–Estaba cansada del ritmo tallerístico; entonces, se me ocurrió empezar a escribirles algunas cartas. Me molestaba que vinieran a las 19.15, 19.10 entonces dije “yo a las 19 empiezo a leer la carta, el que está, está; y ese será el tema del encuentro”. Notaba que las entusiasmaba mucho, que se las querían llevar, les decía que eran secretas, que no podían compartirlas por fuera del taller. Después Ana Ojeda -editora de Paidós- me propuso escribir un libro que tuviera que ver con estos cruces de feminismo, literatura y le dije: “mirá, tengo unas cartas”.
Dialogar
–Como sucedió con Lecturas feministas, es un libro que se genera a partir de la conversación y a su vez apunta a generar nuevas conversaciones.
–Me encanta conversar, es lo que más hago. Aprendí mucho de la conversación. Fui a la facultad y aprendí mucho conversando. A mí todo me lo contaron, me lo dijeron. Las historias de los poetas que me gustan me las contó gente que sabía que yo había leído esas obras. Todo ese conocimiento que hay en la conversación me interesa trasladarlo al libro. “Lecturas feministas” fueron un poco eso. El primero fue traer los textos que estaban dando vueltas alrededor de asambleas, movilizaciones. El segundo fue sobre literatura argentina. Estas son las conversaciones del taller, de encuentros de poesía.
–Está tu ingreso al universo de la poesía como un proceso que te costó o que implicó cierta incomodidad inicial. ¿Cómo te interesa pensar estos circuitos de lecturas, congresos, talleres? ¿Hay cambios en ese sentido?
–Creo que algo estalló y esas centralidades de la literatura están rotas. La literatura no tiene más una centralidad y hay muchos núcleos.
Eso tiene su lado bueno y su lado malo porque esa falta de centralidad produce atomizaciones. Hay circuitos y grupetes que no dialogan con otros. Creo que no hay una centralidad, hay grandes nombres dando vueltas, pero no una centralidad literaria y mucho menos poética.
–En una de las cartas cuestionás que cuando se habla de vanguardias, la crítica muchas veces no ubica ahí a la poesía.
–Esa es la carta en la que estaba más enojada. Leo mucha crítica, mucho ensayo y me gustaría que haya más crítica de poesía. Lo que hay es mucha efervescencia poética, ciclos, talleres, pero no se traduce en tantos libros analizando esos procesos creativos.
–¿Qué balance hacés del Festival Poesía Ya, de cuya programación estuviste a cargo?
–Cuando no tenemos que defender la política pública por el fascismo, nos dedicamos a hacer ejercicios para ampliarla, para pensar de qué manera puede funcionar un festival de poesía bancado por el Ministerio de Cultura.
Nos hicimos muchas preguntas, fue muy pensado, por eso quisimos hacer convocatorias abiertas para que vengan a leer poetas y no lo decidiera un curador sino un grupo que pudiera recibir gente que está afuera del circuito, que se pregunte cómo me meto en un festival en el que no conozco a nadie.
Hay mucha gente que escribe y no conoce a gente que escribe y a veces hay gente que escribe mal, pero conoce gente que escribe.
El Poesía Ya! fue probar una forma diferente a cómo se venían haciendo otros festivales, tendiendo puentes con el teatro, con la música, con el rap, el free style y con un cupo federal que tuvimos en cuenta. Con talleres gratuitos para que la gente pudiera probar.
Lo que más me gusta del festival son los talleres, es una forma de abrirle a alguien la posibilidad de pensar cómo es un taller de poesía. Una política pública tiene que ser eso: dar a conocer algo que si no era por esa posibilidad no te cruzabas.
Exhibición
–Planteás que el secreto aparece como algo difícil en estos tiempos de proliferación de redes sociales. ¿Qué resquicio plantea la poesía en ese sentido?
–Me interesa mucho pensar en eso por esta idea de que siempre sabés mucho, podés saber mucho del otro, a partir de las redes sociales y la literatura o la creación literaria es un poco entrar en el misterio del otro o imaginar.
Y la poesía y esa idea literaria de la poesía como secreto, como descubrimiento, era una manera de volver a traerles a las poetas jóvenes eso de que el secreto es una herramienta para leer y para escribir.
Lo siento más como una herramienta para no perder la idea del secreto. Por eso, con estas cartas, la idea fue que no las difundieran. Ahora las publiqué y, de alguna forma, las traicioné. Me gustaba que las cartas sean tan actuales.
–En la carta en la que unís poesía y política, citás a Diana Bellessi cuando te dijo que “todo poema de amor es político”. ¿Cómo leés este cruce en este contexto?
–Cualquier poema por su sola existencia hace algo en el mundo. Hay poemas que en sus contenidos pueden mostrar o iluminar una realidad. No tienen un sentido utilitario, sí tienen un sentido.
En estos días lo escuchaba a Martín Kohan, con quien tengo un diálogo lector, que decía que el neofascismo que estamos viviendo en Argentina considera que somos meros reproductores de un capital. Bueno, todo lo contrario acerca del ser humano, no somos solo meros reproductores de un capital. Somos otra cosa: para definirla es que escribimos poemas, cantamos canciones, pintamos cuadros, para explorar todo eso que somos por fuera de lo reproductivo.
En ese sentido, así pienso el entramado entre poesía y política, no pienso que un poema cambia el mundo, pero está ahí para decir que no estamos solo en el mundo para sufrir y llenarle los bolsillos a los ricos.
Todo es comercializable, el tema es cuánta resistencia le ponemos a eso. La poesía es todo lo contrario al mercado.
Producción
–Estás escribiendo una novela, con el proyecto de libro con Julia Rosemberg. ¿Conviven todos los proyectos o te tomás un tiempo para la escritura de poesía o novela?
–Siempre convive todo y estoy escribiendo a la vez. Los talleres los hago de manera discontinuada. Suelen ser de tres meses y después descanso tres. Cuando doy los dos meses de taller me dedico a eso. Con la novela estoy hace dos años, en el medio van a salir unos poemas por Patronus, y salieron estas cartas, que estaban escritas, pero las retrabajé para el libro.