Flotando entre la corriente, los camalotes bajan por el río. Son un mensaje verde que informa de la creciente del río. Con ellos traen los ecos de las lluvias en el curso superior del Paraná. ¿Cuánto habrán viajado? ¿Centenares de kilómetros? ¿Miles acaso? Su presencia colorida sobre el lomo marrón del curso fluvial es sinónimo de vida. Como nubes cargadas de agua que se mueven en el cielo, estos fragmentos de vegetación a la deriva trasladan también la vida de un punto a otro. A veces, la presencia de alguna flor embellece a estos singulares viajeros que, mecidos por las olas tuvieron un punto de partida para su viaje y desconocen cuál será su destino final. ¿Ser parte de un embancado? ¿Aportar a consolidar un islote? ¿O concluir, humildemente, en la orilla o junto a un muelle?