A comienzos de febrero de 1870, la visita de Domingo Faustino Sarmiento a Justo José de Urquiza, fue un acontecimiento político de primera magnitud. Ambos se encontraron en el Palacio San José. La llegada del presidente de la República alteró el ritmo habitual de Concepción del Uruguay y conmocionó a Colón y la colonia San José, a las cuales también llegó el mandatario.
Rubén Bourlot
Especial para EL DIARIO
– ¿De modo que va a Entre Ríos, presidente? – Le preguntaron a Sarmiento en la redacción del diario La Tribuna.
– Sí -respondió- vamos a visitar la guarida del Tigre de Montiel.
-Mire -replicó alguien- que Urquiza vive en un…
-¡Qué va a vivir en un palacio! – replicó Sarmiento.
Este diálogo recreado por Oscar Urquiza Almadoz (Historia de Concepción del Uruguay, T. II) es parte de los prolegómenos de la visita de Domingo Faustino Sarmiento a Entre Ríos el 3 de febrero de 1870 –aniversario de la batalla de Caseros- tal vez anticipo de la tragedia que sucedería meses después. No se puede establecer una relación directa entre esta visita y el asesinato de Justo José de Urquiza el 11 de abril pero sin dudas que la presencia del entonces presidente de la Nación reverdeció viejos odios y despertó sospechas de sumisión del caudillo federal al poder centralista del gobierno nacional. Volvía a centro de la escena Pavón, la derrota autoinfligida de la Confederación que muchos adjudicaban al propósito de forzar la unificación nacional a cualquier precio.
Luego de Pavón (1861) Sarmiento le había enviado una carta al presidente Bartolomé Mitre: “Necesito ir a las provincias. Usted sabe mi doctrina. Los candidatos están hechos de antemano. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos. No deje cicatrizar la herida de Pavón. Urquiza debe desaparecer de la escena, cueste lo que cueste. Southampton o la horca.”
Urquiza, entonces gobernador, había cursado la invitación al Presidente para que visitara la provincia y éste respondió favorablemente. La llegada a Entre Ríos se enmarcó en la primera gira presidencial por el país que incluyó Santa Fe y Córdoba.
Sarmiento partió en el vapor Pavón rumbo a Rosario, con escala previa en San Nicolás, por tierra a Córdoba y retornó para dirigirse a Entre Ríos remontando el río Uruguay.
En la guarida del Organizador, el monumental Palacio San José erigido en medio del monte entrerriano, se realizaban los aprestos para recibir con todos los honores al ilustre visitante.
Si bien Urquiza no bebía alcohol, tenía una buena provisión de vinos de Burdeos, espumantes y licores caseros para ofrecer a los huéspedes. Por el calor de febrero le pidió a un yerno, el coronel Simón Santa Cruz (casado con Juana Urquiza), que le prestara la máquina de fabricar helado.
Según la tradición oral el acceso del palacio fue tapizado pétalos de rosas rojas y una gran alfombra de la misma tonalidad cubría el patio principal, color emblemático del federalismo.
En el Palacio San José se conserva como reliquia la cama en la que durmió el sanjuanino y la instalación una canilla de agua corriente en el interior de su habitación para asombro del visitante.
LA LLEGADA DE PAVÓN
En la mañana del 3 de febrero de 1870, aniversario de la batalla de Caseros, Sarmiento desembarcó del vapor Pavón -¿nombre casual?- en el puerto de Concepción del Uruguay y en el propio muelle se confundió en un abrazo con el general Urquiza. Acompañaban al presidente el ministro de Hacienda José Benjamín Gorostiaga, el gobernador de Santa Fe Mariano Cabal y los representantes diplomáticos de los Estados Unidos de América, Rusia, Francia y España, oficiales y periodistas. La delegación se dirigió a la casa del coronel Santa Cruz (el dueño de la máquina para hacer helado), donde desayunaron. Luego emprendieron el viaje a la residencia de San José, situada a treinta kilómetros de Concepción del Uruguay.
En el Palacio disfrutaron de un almuerzo frugal previo a una siesta reparadora.
A la tarde, cuando se retomó la actividad protocolar, en el patio principal se habían dispuesto mesas para los ciento cincuenta comensales. En el centro se habían colocado los pabellones de la Argentina, Uruguay, Brasil y Entre Ríos, correspondientes a los ejércitos que vencieron en Caseros.
A las seis de la tarde se inició el banquete con un discurso del Presidente que versó sobre la trascendencia que había tenido la victoria de Urquiza en Caseros. El otro orador fue el senador Benjamín Victorica, quien propuso un brindis por el visitante ilustre. La comida transcurrió en un tono distendido y poco a poco comenzaron a levantarse y caminar, cuando el sonido de un violín convocó a todos al salón de dibujo.
Lola Urquiza, acompañada por su hermana Justa en el piano, interpretaron temas clásicos para la concurrencia. Cuando terminó el compacto concierto y los huéspedes regresaron al patio, ya no estaban las mesas. El espacio se había convertido en una pista de baile, iluminada por un centenar de velas.
Al día siguiente se repitió la escena, salvo que el banquete dio inicio a las cuatro de la tarde con un puchero criollo cargado de calorías, un poco excesivas para las jornadas estivales.
VISITA A LA COLONIA
La gira presidencial continuó en Concepción del Uruguay donde la comitiva asistió a un Tedéum oficiado por el canónigo Piñero, y, con posterioridad, presenciaron el desfile del Batallón Entrerriano que volvía de guerrear en el Paraguay.
En horas de la noche, el teatro 1° de Mayo, ubicado frente a la plaza principal, fue escenario de un nuevo baile.
El domingo 6 de febrero, a bordo del vapor Pavón, la comitiva partió rumbo al puerto de la incipiente villa de Colón y luego se encaminó a la colonia San José donde fue recibida por los miembros de la “comisión de fiesta”.
Luego de la cena que compartieron en una enramada en la plaza de la Colonia pronunció un discurso el colono Crepy y cerró Alejo Peyret, administrador de la colonia e integrante de la “comisión de fiesta”. Entre otros conceptos expresó que “el vecindario de esta población nueva, compuesta en su totalidad por extranjeros, se congratula de recibir al Presidente de una nación generosa y simpática, cuya constitución brinda sus hospitalarias playas a todos los habitantes del mundo que quieran vivir en el suelo feraz, bajo su hermosos cielo.”
Luego agregó: “El mismo hombre que había desenvainado la espada por la Constitución del país y la libre navegación de los ríos, debía, para complementar su obra, llamar la inmigración a estas tierras hasta entonces desconocidas y hacer penetrar la colonización en el corazón del continente americano.
“Así fue: la fundación de estas colonias es el complemento de la victoria de Caseros.”
Y aseveraba con optimismo que “los Estados Unidos del Sur serán el contrapeso de los Estados Unidos del Norte.
A su retorno en Buenos Aires se cita que Sarmiento habría expresado que, con el espaldarazo de Urquiza, “ahora sí que me creo presidente de la República, fuerte por el prestigio de la ley y el poderoso concurso de los pueblos”.
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