lunes , 25 noviembre 2024
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Música, a los golpecitos

En diálogo con BIEN! dijo: “Hay que seguir nuestra llama interior porque esa es la pasión. Fotos: Sergio Ruiz

José Luis Viggiano es un legendario baterista de la capital provincial. Golpeando ollas y cajas comenzó a hacer percusión en la niñez. En la adolescencia inició los estudios y abrazó la carrera de músico. Se destacó en la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos e integró numerosas grupalidades. Su presencia jerarquiza los escenarios y cautiva al público.

José Luis Viggiano, en un ensayo en la Asociación Verdiana. Fotos: Sergio Ruiz
En diálogo con BIEN! puso de manifiesto su gran pasión por la música. Fotos: Sergio Ruiz

José Luis Viggiano tiene una vitalidad inaudible. Cada vez que se sienta frente a la batería, la energía viaja por su organismo y llega al público con los sonidos del instrumento. Tiene la habilidad de combinar golpes y ejecutar virtuosamente diferentes estilos musicales. Desde corta edad, la vocación prendió muy fuerte en el nene que acompañaba pegándole a ollas y cajas, el traqueteo de la máquina de coser de su mamá. Su pasión fue tan fuerte que echó por tierra el oficio de zapatero. En la adolescencia, trabajó dos años ayudando a su padre para juntar el dinero para comprar una batería. La familia aceptó que no sería zapatero y lo acompañó en su elección. A los quince años compró su primera batería y nunca dejó de hacer música. Inició su formación en la capital provincial con Horacio Motura, formador de bateristas, —ya fallecido. Su maestro lo guió, le enseñó a leer música y a tocar. En la actualidad, es un baterista referente. El jazz y la salsa ocupan gran parte de su repertorio, disfruta de cada presentación y arranca aplausos con el toque de sus palillos. En diálogo con BIEN! dijo: “Hay que seguir nuestra llama interior porque esa es la pasión. A las penurias económicas hay que sobreponerse, seguir aprendiendo y haciendo música que tantas satisfacciones da”.

—José Luis, ¿cómo llega a la música?
—Solo porque empecé cuando era chico, tenía cinco años, y comencé tocar tambores con las ollas, en la mesa, con los cubiertos arriba de los vasos. Siempre fue la percusión y nació sola, siempre fascinado por los tambores. Recuerdo que me armé una batería con cajas de cartón, con latas de dulce de batata. Siempre tuve muchas ganas de tocar la batería, me atrapaba más que la música. En mi casa siempre había mucha música, mis viejos eran re tanos, ponían música todo el tiempo, corrían las mesas y a bailar. Siempre había mucha alegría, los fines de semana o para los cumpleaños se iba a la casa de los parientes y había música, todo era una fiesta. Y siempre me llevaban a los bailes con orquestas en vivo, me quedaba anclado mirando al baterista mientras ellos bailaban.

—¿Qué se escuchaba en su casa?
—Tuve una infancia con mucha música, se escuchaba de todo. Pero recuerdo que mi vieja decía: “poné tarantela” y después ya era paso doble, y yo era el DJ con el Winco, me encantaba eso. Luego, venían los tangos de mi viejo, que era paraguayo, llegó al Chaco, después a trabajar a Buenos Aires y de ahí a Paraná.

—¿Acompañó la familia su interés por la batería?
—Mi padre era zapatero de oficio, al igual que los hermanos, Zapatería Viggiano. Mi hermano siguió con la tradición y yo me dediqué a la música, al principio acompañaban pero pensaban que iba a ser pasajero. Cuando tenía 13 años, le pedí a mi padre una batería, un tambor, algo, porque era muy fuerte la necesidad de tocar, ya las cajas se rompían y las volvía a emparchar. Me ofreció trabajar en la zapatería, comencé y anoté cada día en un cuadernito. A los dos años, le dije a mi padre: “listo, ahora dame el dinero que ya me alcanza para comprar la batería”. Y así fue, mi padre me preguntó si estaba seguro y me acompañó a Santa Fe a comprar una batería usada. Yo no sabía nada, pero llegué, la armé y empecé a tocar.

—Ya estaba la batería, había que empezar a estudiar…
—Antes no había institutos, la formación era más autodidacta. Así que, intentó darme un par de clases un amigo pero no acepté, yo dquería tomar clases con alguien que dominara el instrumento. Así fue que llegué al domicilio de Horacio Motura, reconocido baterista ya fallecido. Y mirá lo que son las cosas, el profe, el famoso “Negro” Motura, vivía en una casa en calle Laprida, donde habíamos vivido con la familia. Él vio que yo tenía muchas ganas de estudiar y me aceptó. Estuve cinco años con él, aprendí a leer música y salí tocando mucho.

Un camino de grupalidades


A los 17 años ingresó a la Banda del Ejército. “Necesitaban un baterista, no me gustaba el régimen, pero me permitía tocar mucho y tenía un sueldo para comprar platillos y cosas que me faltaban. Se tocaba música variada, muchos ritmos, marchas, vals, samba, tarantela, paso doble, jazz, swing y todo se hacía con batería. La gente escuchaba la banda en la plaza, en la escuela, en diversos shows de la ciudad, había mucha actividad”, rememoró Viggiano.
Mientras tanto, el joven músico seguía estudiando con el profesor Motura. “Él me contaba su historia como baterista en Buenos Aires, y yo soñaba con irme a tocar. Me aconsejaba que no lo hiciera, me decía que ya estaba todo mal en Buenos Aires, que no iba a aprender nada, que me convenía más quedarme acá”, narró.
Pero a los dos años dejó la banda para seguir tocando en Buenos Aires. “Estuve siete años, del 80 al 87, tocando con muchas bandas, big band, aprendí a tocar jazz, salsa con orquesta de salsa, candombe, mucha música”.

—¿Qué pasó cuando regresó a Paraná?
—Volví y no había trabajo, era una tristeza en el 87, una malaria, todo el mundo se iba. Pero yo ya estaba casado y había nacido mi hijo, me había ido con mi familia a Buenos Aires. También allá tratando de subsistir y al estar tan mal, volvimos.
A pesar que no quería saber nada, había un puesto en la Banda de la Policía y entré. Tenía una negación con eso, quería algo mejor. En el 88 tuve la oportunidad de ingresar a la Orquesta Sinfónica de Entre Ríos con el maestro Reinaldo Zemba, —ya fallecido—, y ahí me quedé hasta que me jubilé. Estuve 35 años en la orquesta de música clásica, que era un lugar en el que me faltaba aprender y que me fascinaba ese oficio del percusionista sinfónico, que no tiene nada que ver con la batería. Hoy en día, en la Orquesta se toca mucha batería y más música popular, pero antes era música clásica y aprendí mucho. He ganado estos lugares por tocar de oficio, con la experiencia y la llama que sigue adentro mío, con las mismas ganas de siempre.

En la vecina orilla


Viggiano no se detuvo nunca, sumó experiencia también en la ciudad de Santa Fe. “Al poco tiempo de haber vuelto a Paraná, me convocaron del Jazz Ensamble en Santa Fe. Además, seguía tocando con gente que venía del interior, de Buenos Aires
gente de otros lados, del interior venían, o de Buenos Aires. Una vez tocamos con Fats Fernández, trompetista reconocido que había estado en Nueva York. Siempre fui muy convocado, y eso me enorgullece”, admitió el baterista.

Tocar en grupo


Viggiano confió que “tocar en Santa Fe me permitió estar en contacto con más gente. Se armó un grupo de salsa, incursioné en ese estilo, en la fusión, no sólo en jazz. En el latín jazz y armamos una banda con ese nombre pero mal escrito, Latyn Jas. Se grabó un disco, incursionamos en el tango, mezclando un poco de Piazzolla. Hubo muchos grupos, pero este fue un referente de la fusión”.
Después, siguieron muchas más bandas, con Francisco Lo Vuolo, Adrián Barbet, José Luis Viggiano y José Piccioni, entre otros. “Al regreso de Santa Fe, armamos Nube Negra con el “Negro” Aguirre”, comentó a BIEN!

—¿Qué es lo que más le gusta tocar?
—Un poco es el estilo, la mezcla. He indagado bastante en la música de Brasil, samba, he incursionado y he estudiado bastante sobre esos ritmos. También música de la parte caribeña, de los ritmos cubanos. El tango moderno, en la música árabe, me gustó abrir el abanico con los folclores diversos. Además de la música española, peruana, la música negra porque rítmicamente África se ha expandido mucho sobre todo, en Latinoamérica. Hasta el día de hoy, sigo aprendiendo.

La enseñanza


Viggiano dicta clases particulares de batería y de percusión latina (congas y timbales), talleres y ofrece guías de seguimiento a sus alumnos. “Siempre he estado apoyando a quienes se interesan por la batería. Para mí, es un placer enseñar, algunos ya son maestros y siguen estudiando. Hemos compartido escenarios con músicos que fueron alumnos, como Fede Sgarbanti y Gonzalo Díaz.

—¿Recomendaría estudiar música?
—Pero sí, la música nutre y uno se enriquece con los instrumentos. Yo tuve una pasión muy fuerte, de dejar todo por la batería y hacer música. Lo fundamental, es seguir nuestra llama interior.


Los jóvenes y el jazz


“Me gusta estar cerca de los pibes, con chicos jóvenes que piensan diferente y que están un poco aprendiendo también. Me entusiasma poder mostrarles un poco el camino a quienes tienen esa avidez de aprender. A raíz de esto, se armó un grupo con chicos que venían de la Racing Jam, -una peña de jazz- y tocamos en el ciclo del Museo de Bellas Artes, con New Jazz Trío, con Martín Echeverría y Tavo Pérez”. Luego, Viggiano volvió a presentarse con el trío conformado con Alfonso Bekes y Chino Sánchez.


Breve bio


José Luis Viggiano nació en Paraná, el 18 de septiembre de 1961. Es el tercer hijo de Eligio Viggiano y Elsa Catalina Casteluchi, ambos fallecidos. Tiene dos hermanos mayores, Roberto y Luisa. Es divorciado, tiene un hijo, Lucas Martín; y una nieta, Catalina.
Cursó la escuela primaria en la Centenario y el secundario en la Industrial. Además, concurrió a la Escuela de Música Constancio Carminio. Estudió piano y guitarra.
Sus maestros: Ángel Horacio Motura (fallecido) y Horacio López, en Buenos Aires.
Momentos memorables: “Con la Orquesta (Sinfónica de Entre Ríos) hemos tocado con mucha gente, muchos músicos grosos, una vez lo hicimos con Pavarotti (Luciano) en Uruguay. Fue ante 45.000 personas, en un estadio repleto”, confió Viggiano.

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