sábado , 23 noviembre 2024
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Una sonrisa compartida

Leandro Bogado y Verónica Spahn. Foto: Juliana Faggi
Leandro Bogado y Verónica Spahn. Foto: Juliana Faggi
Montoto y Magoya, una dupla divertida. Fotos: Juliana Faggi
Leandro Bogado y Verónica Spahn son actores, productores y docentes. Montoto y Magoya son una pareja de artistas que comparten la actuación y la vida real. En distintos espacios de la ciudad, sus condiciones y la empatía con el público generan un ida y vuelta con risas y reflexiones.

La vida real entrecruzó los caminos de la ficción que transitan desde hace veinticuatro años, Leandro Bogado y Verónica Spahn, la pareja de payasos, Montoto y Magoya. Ellos son actores, productores y docentes. Se conocieron en Santa Elena, en la juventud donde todos los veranos coincidían para unas vacaciones. Leandro llegaba a descansar junto a sus padres santaelenenses; mientras que Verónica retornaba a su ciudad tras haberse marchado a Córdoba para estudiar. Así comenzó esta relación que los mantiene unidos junto a tres hijos, Catalina, Felipe y Antonio. A la par se dedican a la actuación, a producir espectáculos y tienen a cargo desde hace catorce años un taller de Juego Artístico destinado a niños de 4 a 7 años. En la Redacción de EL DIARIO, durante el diálogo con BIEN! destacaron que “desde el arte, de forma divertida, en la infancia se puede tener el primer encuentro con las disciplinas artísticas”.

—¿Cuándo comienza este camino teatral?

LB: —Bueno, yo tenía dieciséis años, iba a la ENET N° 5 y hacía fútbol en el club Belgrano, estaba todo el día con varones. Un día le consulto a mi hermana mayor qué podía hacer para relacionarme con chicas, y me sugiere comenzar teatro. No sabía dónde y fui a La Hendija. Un día de verano le pido a un amigo que me acompañe, llegamos y nos encontramos con el candado inmenso en la puerta. Nos quedamos un rato ahí, y nos encontramos con otro compañero de la secundaria, que cuenta que otro chico de la escuela también quería empezar, que lo había invitado la profesora de inglés. La profe era Graciela Crolla, de Arteatro. Así que cuando empezamos la escuela, al poco tiempo arranqué teatro y empezamos a preparar una obra, “Cartas a Moreno”. Éramos tantos adolescentes que había dos elencos, Cartas 1 y Cartas 2. Hacíamos la misma obra, los sábados un grupo y los domingos el otro. Se armó una movida tan grande, había chicos de distintas escuelas, de la periferia y del centro, todos haciendo teatro. Después de eso, nos invitaban a encuentros de teatro. Al año siguiente, empezamos con Rubén Clavenzani a hacer un taller y no paramos más.

—La motivación de conocer chicas te llevó a descubrir la vocación…

LB: —Así fue, esto que tenía como objetivo conocer chicas, que también pasó, —risas—, se terminó convirtiendo en una vocación. Primero como un hobby y después mientras estudiaba Comunicación Social e intentaba conseguir laburo, empezaban a salir animaciones de fiestas y la posibilidad de dar clases de teatro en un jardín. Lo tomaba como changas, pero pasó que no conseguía trabajo de otra cosa y en esto me iba cada vez mejor y me fui encontrando con la profesión.

—¿Cómo continuaron los talleres de la adolescencia?

LB: —En esa época te formabas haciendo seminarios, talleres, cursos y con el hacer de otros grupos. Entonces, por ejemplo, íbamos al Festival de Teatro de San Fernando porque éramos del grupo Juan L. Ortiz, y aprendíamos a andar en zancos, a hacer malabares, a tocar murga. Todo eso te servía para tus funciones en la plaza o para una convocatoria en la puerta del Teatro 3 de Febrero. Todo era muy innovador, y lo incorporabas a una llamada con zancos y murga, y así armamos el FEI (Festival de Espectáculos Infantiles. La gente empezaba a darse cuenta que algo sucedía en Paraná, salíamos a la Peatonal a avisar que había un festival de invierno para chicos, para ir con toda la familia. Esto que nos apasionaba se empezó a convertir en un laburo, nos dimos cuenta que podíamos vivir de lo que nos gustaba.

—¿Cuándo se suma Verónica a las propuestas?

VS: —Cuando nos fuimos a vivir juntos, en el 2000. Teníamos que hacer algo y Leandro ya estaba con los talleres y había empezado a hacer animación de cumpleaños y esto era el único sustento que teníamos. Entonces, yo me agregué a la animación de cumples, siempre ligado a lo infantil. Después, la misma necesidad de ir haciendo cosas para tener otra oferta te iba llevando a hacer cosa, y empecé a formarme con Vicente (José Vicentín, de Saltimbanquis). Empecé actuando, y después arranqué talleres.

—El teatro infantil fue muy bien recibido en la ciudad…

LB: —Sí, sí, casi que no existía el teatro infantil acá. Había un teatro para adultos, para reflexionar, para pensar… Y cuando se da esto del teatro infantil la comunidad, la ciudad lo abrazó.

VS: —También se dio esto con el teatro callejero. Se hacían más cosas al aire libre, en la Peatonal, en alguna plaza. Las producciones salieron de las salas y el público las encontró.

LB: —También pasó que el sector intelectual nos apoyó mucho, porque muchos de nosotros pertenecíamos a esos espacios, éramos estudiantes de alguna facultad. Además, siempre tuvimos mucho acompañamiento de los medios. En Paraná se da algo muy especial, que no sucede con los medios de comunicación de otras ciudades, los artistas tenemos un vínculo muy cercano con los diarios, canales y las radios y siempre nos hacen una nota o difunden lo que necesitemos sin pedir ninguna retribución.

Taller de Juego Artístico

Desde hace catorce años, Leandro y Verónica coordinan el Taller de Juego Artístico, donde concurren niños de 4 a 7 años a la sala Saltimbanquis, en Feliciano 546.

“Nos fuimos dando cuenta que nos gustaba ponernos a jugar con los chicos. Desde el arte podemos empezar de forma divertida, a tener el primer encuentro con las distintas disciplinas artísticas. No se necesita de una inspiración superior para empezar a hacer música, a pintar, sino que es parte de la vida misma”, expresó Leandro. Y “acceder desde tan chicos a este encuentro con los distintos juegos artísticos, de una forma de acceso popular, es muy beneficioso”.

Verónica añadió que “tratamos de generar el interés en los chicos, que nos atraviesa a nosotros porque nos encanta lo que hacemos.

Incluso ahí en el taller de juego artístico nosotros al principio, En los primeros años, teníamos divididos los grupos por edades, uno de 4 y 5 años; y otro, de 6 y 7 años. Pero hace un tiempo nos pareció que estaba bueno volver a cruzar las edades, y el taller es de 4 a 7 años, que es un poco lo que pasaba cuando de niño salías a jugar con tus vecinos y te encontrabas con el chiquito y el más grande, donde todos se divertían y compartían un momento”.

Por su parte, Leandro manifestó que “es una experiencia enriquecedora porque no todos los chicos tienen hermanos, y se dan situaciones donde los más chicos tienen cosas para enseñar, para compartir con los mayores”.

—¿En qué consiste esta propuesta de juego artístico?

VS: —Es un espacio de juego, donde nosotros cada día proponemos algo distinto que tiene que ver con alguna disciplina artística, con la fotografía, el cine, el teatro, la música. Nos interesa que ellos sepan que van a jugar. A nosotros nos enseña un montón.

El Festival de Espectáculos Infantiles

“Con el FEI se instaló la propuesta de ir en familia a ver un espectáculo teatral. Esto se da mucho en el teatro infantil, y el FEI siempre tuvo una entrada popular, se pensó para que sea accesible. La idea del FEI era un poco formar público, que los artistas locales trabajen porque en principio era sólo para elencos de Paraná, y que la entrada sea popular. Todo esto se hizo y Paraná se apropió de este festival”, comentó Spahn.

En tanto, Leandro destacó que “cuando accedés a tan temprana edad al teatro, a estos espacios y a estos espectáculos, el ciudadano pasa a tener mucho más contacto con la esfera cultural”.

—¿Cómo nace la dupla de Montoto y Magoya?

VS: —Surge de las animaciones porque en realidad Leandro tenía otro nombre de clown, que cuando él trabajaba con otro compañero. Yo me agregué cuando este muchacho se fue a vivir a Buenos Aires, y empezamos a hacer animaciones juntos. Ahí comenzamos a buscar, a discutir el nombre porque ellos eran Matraca y Maraca, dos elementos que eran festivos. En esa búsqueda dimos vueltas hasta que apareció Montoto y Magoya, por el “andá quejate a Montoto y que te lo pague Magoya”. Siguiendo la idea de buscar una dupla de nombres.

—¿Cómo surgen las obras?

VS: —Por esa necesidad de querer sumar otras cosas, de tener otro abanico de posibilidades para otros espacios. Por ejemplo, te llaman para una fiesta de un Día del Niño en un municipio que lo hacen en el anfiteatro, que es masivo y, no es lo mismo hacer una animación, un sketch chiquito para poca gente.

LB: —Las primeras obras eran más circenses por lo convocante de las disciplinas de zancos, malabares, equilibrio. Pero siempre nos dimos cuenta que nuestro fuerte era más lo teatral. Así fue que empezamos a darle más importancia al mensaje, a ver dónde podíamos llegar y qué era lo que queríamos contar. A proponer historias que nos permitan acceder al patio de una escuela y que tenga un contenido acerca de la salud. Por ejemplo, una de nuestras obras tiene que ver con la salud bucal.

Leandro Bogado y Verónica Spahn. Foto: Juliana Faggi

—¿Cómo es vivir de la autogestión?

LB: —¡Uf! para nosotros es natural. Hoy, por supuesto, nos cuesta muchísimo, porque se hace muy cuesta arriba y no están dadas las condiciones.

VS: —Lo bueno de todo esto es que la creatividad la tenés a flor de piel. Siempre estás pensando en reinventarte y ver qué se puede hacer desde el recorrido que se tiene, la experiencia y con las herramientas que se cuenta. Pero, en los momentos más críticos, como la pandemia y lo que estamos atravesando ahora, hay mucha solidaridad con otros artistas y se trabaja en equipo.

LB: —En los peores momentos tenés que intentar sacar la sonrisa porque la tragedia o el bajón no vende, no convoca. En los momentos duros de la pandemia, en el que los artistas no fuimos considerados, con Saltimbanquis, con Vicente (José Vincentín) y con Jimena (González) nos pusimos a pensar cómo podíamos hacer para llegar de forma feliz, de forma alegre a la comunidad. Así surgió Bici payasa, El ring raje payaso, propuestas para salir a mostrar alegría y sacar una sonrisa a quienes veíamos en una visita fugaz. Había gente que daba vueltas con sus chicos para volvernos a encontrar un payaso en una esquina. Eso nos ayudó mucho porque cuando te dicen que no sos esencial, cuando te robaron hasta el aplauso, nuestra mirada siguió puesta en el público.

Breve bio

Leandro Bogado nació el 30 de marzo de 1975, en Paraná. Es hijo de Alcides Bogado y de Amalia Viana. Es el segundo de tres hermanos, Mariela, la mayor; y Dana, la menor. Hizo la escuela primaria en la Ceferino Namuncurá y en Mercedarias; y el secundario en la ENET N° 5. Estudió Licenciatura en Comunicación Social, y Licenciatura en Teatro en Santa Fe. Está casado con Verónica Spahn, quien nació el 25 de julio de 1977 en Córdoba, y a los cuatro años se mudó a Santa Elena. En la localidad entrerriana se conocieron en vacaciones de verano y se enamoraron. Ella se radicó en Paraná, se casaron y tienen tres hijos, Catalina, Felipe y Antonio.

Leandro Bogado y Verónica Spahn. Foto: Juliana Faggi

Tienen a cargo un Taller de Juego Artístico en Saltimbanquis, en Feliciano 546 de Paraná. Además, en Oro Verde y en el Centro de Arte del club Universitario.

Leandro y Verónica forman parte de la comisión organizadora del X Festival de Teatro Callejero, Corriendo la Coneja que este año se desarrollará en el mes de octubre. El mismo tendrá carácter internacional.

Por su parte, Bogado dirige las obras “Vida y Vuelta”, con Ezequiel Caridad y Paula Righelato; y “Mundo Imaginario de Cartón”, con Emmanuel Alassia.

En tanto, Verónica protagoniza además, la obra “Estación Curupí”, que dirige José Vicentín.

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