Aunque cueste descifrarlo, un misterio citadino une a los paranaenses que eligen la plaza Alvear como punto de encuentro vespertino. No se ve el occidente desde allí, con el sol zambulléndose en el ancho Paraná, a la altura de Bajada Grande; tampoco se divisa el espectáculo del río, más allá de que se lo intuya haciendo olas de plata entre las islas y la costa. Pero la caída del sol en este espacio tiene su imán. Y no deja de ser bueno que a quienes cada tanto experimentamos su atracción no logremos ponernos de acuerdo sobre la razón que sustenta ese encanto recoleto.
Alexa y Elías no olvidaron el detalle del mate y lo invitaron a la rueda.
Valentina y Agustina eligieron el contacto directo con la gramilla para ponerse al día.
Para Agostina y Sofía, las tardes en la plaza Alvear son incomparables.
Las mascotas también disfrutan de la plaza, tal como afirman Miguel, Wolfgang y Toto.