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Una traición convirtió a Kafka en escritor de culto

En un café de Praga, un fotógrafo capturó la mirada sobresaliente de Kafka.
Pionero en mezclar el realismo y lo fantástico, Franz Kafka legó sin querer una obra literaria que resultó sumamente influyente para escritores y lectores del siglo XX y XXI. Maestro del relato corto y la novela, sus escritos reflejaron el conflicto y la complejidad, la angustia, la culpa, la ansiedad y el absurdo.

El incumplimiento de promesas o, directamente, la traición es considerada la mayor de las indignidades. Incluso el Dante, en La Divina Comedia, ubica a los traidores en el noveno y último círculo del infierno, al considerar a la traición como el mayor pecado de todos. Víctor Hugo, por su parte, considera a la traición como el alma de los miserables.

Sin embargo, en cierta ocasión, una traición (o una palabra incumplida) posibilitó a la Humanidad el acceso a obras que conforman unas de las cumbres de la literatura alemana y se considera una de las más influyentes e innovadoras del siglo XX.

Franz Kafka (1883-1924) había publicado algunas historias cortas durante su vida, lo que conformaba solo una pequeña parte de su producción. Le pidió a un amigo suyo, Max Brod, su compañero de estudios en la carrera de Derecho, que incinerara todos sus manuscritos luego de su muerte. “Mi última petición. Todo lo que dejo atrás, en forma de cuadernos, manuscritos, cartas, borradores, etc. deberá incinerarse sin leerse y hasta la última página”, había sido su deseo.

Brod, conociendo la calidad intelectual de Kafka, desoyó el pedido, traicionó su palabra, supervisó esos manuscritos y terminó publicando la mayor parte de ellos, con el acuerdo del padre de Franz, mediante contrato. A su vez, la última compañera de Kafka, la actriz Dora Diamant (1898-1952), guardó secretamente 20 cuadernos y 35 cartas originales, que fueron confiscadas por la Gestapo y parte de ellas se encuentran perdidas.

Kafka había conocido a Max Brod como compañero de estudio. Forjaron rápidamente una sólida amistad, cimentada por la integración que consiguieron combinando la personalidad enérgica y activa de Brod con la introversión y el temor que mantuvo durante toda su vida Kafka.

A instancias de Brod, en 1913, Kafka seleccionó escritos de su diario personal, que desde 1910 llevaba con una prosa lírica y dramática. Tenía un estilo renovador al publicar su primer libro, Meditaciones, que pasó desapercibido más allá de un reducido círculo íntimo de amigos y allegados.

Camino

Franz Kafka había nacido en Praga el 3 de julio de 1883 en el seno de una familia de judíos eskenazies residentes en el gueto ubicado en esa ciudad. Su padre, era un comerciante textil originario de la Bohemia, una de las tres regiones históricas que integran la República Checa. Procuraba adaptarse a la sociedad checa, diferenciándose de su origen judío y sostenía una buena posición económica. Con él, Kafka, mantendría una relación tirante durante toda su vida reflejada en las Cartas a mi padre, que en realidad nunca se las remitiría en vida. Su madre, por su parte, también era de una familia de origen judío, germanoparlante y de igual manera, de buena fortuna económica. Tenía, por otra parte, inclinaciones bohemias y un profundo interés por el arte.

La familia Kafka tuvo seis hijos. Dos varones, además de Franz, que era el mayor, fallecieron a poco de nacer, lo que motivó un sentido de culpa en él durante el resto de su vida. Las tres hermanas, perecieron en los campos de concentración de Theresienstadt y Auschwitz.

En una apretada síntesis de la notable obra de Kafka, que ha influido a escritores tan significativos del siglo XX, como Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Haruki Murakami, siempre se ha planteado que la misma se enfocaba en el sentido del absurdo en la vida cotidiana, la angustia del hombre frente a la existencia con una perpetua postergación indefinida de necesidades que se manifiestan insatisfechas.

Esa situación ha tornado que se tomara a su apellido como definitorio de ese estado de cosas, que en sucesos de la vida real se perciben complejos, burocráticos y concomitantemente, irracionales, paradójicos, incoherentes o ilógicos. A propósito, el biógrafo Reiner Stach, ha dicho: “La gente por lo general quiere decir algo absurdo y al mismo tiempo misterioso, sobre todo se trata de algún tipo de relaciones de poder: si aquellos que ocupan el centro del poder permanecen en la oscuridad, entonces se siente que la situación es kafkiana”.

Franz Kafka observó a fondo, sin acusar el vértigo, la condición del ser humano en una realidad que cada vez era más compleja

La influencia del contexto

De igual forma, se ha considerado que el absurdo genialmente descripto por Kafka se relaciona con el existencialismo que, en derredor de la Segunda Guerra Mundial, desarrollaron tanto Albert Camus como Jean-Paul Sartre, con miradas disímiles, pero reconociendo la influencia del escritor checo.

En sus años juveniles, Kafka se había interesado por Nietzche, Darwin y Haeckel, el naturalista y filósofo alemán que difundió en Alemania las teorías de Darwin. Había estudiado francés y sus autores favoritos en ficción eran Flaubert, Dickens, Cervantes y Goethe. Valoraba la solidaridad que percibía en las ideas socialistas y se sentía atraído por la historia del arte y las ciencias naturales. Su origen judío no impidió que se considerara ateo. No obstante, en años posteriores, a partir del compromiso de Max Brod con el sionismo, estudió hebreo y manifestó un interés por residir en Palestina, cuando, evidentemente, no estaba constituido aún el Estado de Israel.
Era de un carácter tímido, en cierta medida, retraído. La influencia de su padre supervisando sus relaciones amorosas lo tornó buceador del deseo y no solo no se casó, sino que en los amoríos estables que mantuvo se sintió torturado y llevó una agitada vida con frecuentes visitas a burdeles y evidenció referencias homoeróticas en algunos de sus obras.

La editora y docente Alessia Tagliaventi ha afirmado que Franz “observó a fondo, sin acusar el vértigo, la condición del ser humano en una realidad que cada vez era más compleja. Frente al surgimiento de nuevas leyes y de un mundo nuevo, Kafka reaccionó mostrando un sentimiento que ya no es habitual en el hombre moderno: el estupor”.

Por otra parte, también, señaló que “la escritura de Kafka es notablemente visual, y su lenguaje de una objetividad espectral; plantea muchas preguntas, pero no se sabe dónde hay que buscar las respuestas”.

El 3 de junio de 1924, hace cien años, falleció en un sanatorio de la pequeña ciudad austríaca de Kierling, sin conocer que los elementos fantásticos, y las incoherencias físicas y psicológicas que engalanaron su obra, fueron superadas por el horror y la destrucción que la Segunda Guerra Mundial produjo en la humanidad. Y que el nivel de absurdo y locura equizofrénica con que han actuado algunos dirigentes han seguido provocando mayor angustia en las sociedades contemporáneas.
Dejó las novelas El proceso, El castillo, América, La metamorfosis, innumerables relatos cortos, las cartas a su padre y a una de sus novias, Felice Bauer, a su hermana Ottila y a su amiga Milena Jesenska.

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