El cuidado y renovación de especies vegetales en la ciudad es uno de los aspectos que deben ser contemplados en la dinámica ciudadana. Paraná tuvo en María de Lourde Cura una defensora y promotora del cuidado y plantación de árboles que embellecen la capital de la provincia.
Más que “estar” en el espacio urbano –dice Giandoménico Amendola- nos movemos en él, de un punto a otro y como usuarios nos identificamos de diferentes formas con el mismo. Sin dudas, las transformaciones o las substituciones que se den allí inciden sobre las relaciones sociales y el modo de vivirlos, aunque a veces son las estructuras y comportamientos sociales los que condicionan la función y las características del espacio público.
Resulta lógico que la ciudad se reconfigure, que se recomponga cuando algún fenómeno la desarticula, que se redimensione cuando algún hecho se lo impone, como debió hacerlo Paraná cuando asumió la Capitalidad de la Confederación. En ninguna de estas posibilidades debe perderse de vista que la ciudad está atravesada por su propia memoria y que tiene señalamientos específicos en su urdimbre, a veces materiales, otras veces no. En consecuencia y vinculando loa anterior a la identidad que los sujetos de su historia vienen construyendo, es de interés público la toma de decisiones acerca de qué y cómo se conserva, se planta, se demuele, se transforma o se sustituye, alguna de aquellas marcas.
Los árboles de la ciudad, solos o agrupados, constituyen algunas de esas marcas, más allá de su condición de vitales ante el cambio climático. Es necesario compensar su pérdida, mantenerlos sanos, multiplicarlos para naturalizar la ciudad. Más árboles, mejor vida urbana, moderan las temperaturas, limpian el aire que respiramos, mejoran el espacio público compartido.
PATRIMONIO VEGETAL
El Historiador Enrique de Udaondo, publicó en 1903 un libro en el cual registraba árboles relacionados con hechos históricos y personajes relevantes de nuestro país y la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos considerándolo de interés, promovió el cultivo de retoños e impulsó la realización de actividades educativas, entre ellas la celebración del día árbol (29 de Agosto) que ya había sido propuesta en 1900 por Estanislao Zeballos. El criterio se amplió más allá de lo histórico incorporando a la consideración la monumentalidad, el carácter único en la región o en la ciudad, la antigüedad, de los árboles.
Tenemos la fortuna de vivir en una ciudad que tiene más de 70.000 árboles, queremos preservarlos y queremos muchos más.
De aquellos tres árboles testigos, cargados de historia ciudadana, que existían en nuestra plaza desde 1890, cuando ésta fue remodelada por don Santos Domínguez y Benguria, nos queda uno, el Ciprés de Lawson, de madera duradera y aromática, ya que a otro de esos históricos ejemplares, un Cedro del Líbano, se decidió conservarlo en 1987 en forma de hermosa escultura nominada Plegaria del árbol. Y la vieja Encina que cobijó tantos sucesos -ahorcamientos, celebraciones, ferias-, bajó sus ramas hace un par de años aunque de vez en cuando, algún brote llena de esperanza a quienes aman los árboles y la ciudad.
Con carga identitaria, queda en nuestra Plaza 1° de mayo el vástago del pino histórico que vio al Gral. San Martín redactar el parte del Combate de San Lorenzo.
LA PROTECTORA
María de Lourde Cura, incansable protectora de los árboles de nuestra ciudad, durante muchos años, aportó a la memoria colectiva enseñándonos a conocer y valorar a nuestros árboles, referenciando aquellos especialmente importantes por su relación con nuestra historia. Para proyectar esa memoria, dejó esas enseñanzas en su libro Paraná y sus monumentos vegetales. Con justicia, una calle de nuestra cuidad lleva su nombre, María de Lourde Cura (Ex calle N° 1414) ubicada en la zona de Villa Uranga.
Durante 1996, El Diario de Paraná, tuvo como colaboradora a María de Lourde. De sus numerosos artículos publicados seleccionamos la referencia al vástago del pino de San Lorenzo (1996) que tiene como base el rescate documental realizado por el Ing. Juan Manuel Jozami (1963).
“En la plaza más antigua de nuestra ciudad, la 1° de Mayo, frente al Palacio episcopal se yergue un vástago del pino de San Lorenzo”, señalaba en el texto Cura. Se trata de un Pino piñonero originario de la Isla de Creta (Grecia), árbol de copa globosa, hojas persistentes, madera útil, las semillas son `piñones´.
El histórico ejemplar fue obtenido por semilla del famoso pino que se levanta en San Lorenzo (Rosario) y bajo el cual el Gral José de San Martín escribió sus partes en el combate de San Lorenzo en las inmediaciones del Convento donde se alojó con sus granaderos a caballo. Ese árbol “fue testigo del memorable hecho de San Martín contra los españoles y primera gloria de los granaderos”.
En el archivo municipal de Paraná, en el tomo 1925-26 de Foja 103 con fecha 17 de septiembre de 1925 existe una nota en la cual la “Comisión del Primer Centenario de la fundación de Paraná” (sic) – entronización del Patronazgo de la Virgen del Rosario – firmada por el Dr. Juan L. Chiara (Presidente) y el Dr. J.R. Alvarez Prado, se dirigen al entonces intendente municipal ingeniero José Adam Blanda, solicitándole “indicar el lugar en la Plaza de Mayo donde ha de hacerse la plantación del pino histórico traído de San Lorenzo y hacer el Señor Intendente uso de la palabra en dicho acto.”
“Desde entonces nos acompaña – señala Lourde Cura en su texto publicado en EL DIARIO- rescatando del olvido un acontecimiento valioso de nuestra gesta libertadora y con su presencia reaviva el recuerdo de jornadas heroicas en las que se entrelazan nombres queridos de nuestra historia nacional.”
CUIDADOS
En una oportunidad, en 1987, en que se colocaron cables con motivo de una feria, el histórico ejemplar recibió una descarga eléctrica. Una de sus ramas sufrió el impacto. La Asociación Amigos del árbol reclamó enérgicamente a las autoridades municipales por este hecho exigiendo que jamás se le coloquen elementos extraños. “Gracias a nuestra tenacidad, en otra ocasión se le practicaron curas en las raíces afectadas por hongos y microorganismos, trabajo realizado bajo la dirección del ingeniero Enrique René de Parques y Paseos”, recordó la ambientalista.
En la publicación, María de Lourde Cura recordaba que al píe del pino “existe una placa de la Sociedad Sanmartiniana. Poseer un vástago del glorioso pino de San Martin nos valora como ciudadanos y da muestras de nuestra cultura.”
Y finalizaba: “Nuestros maestros deben traer a los niños a visitar (el histórico ejemplar) en la semana de agosto pues él es símbolo de paz, de unión y libertad”.