domingo , 30 junio 2024
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Las Tribus de Paraná

Foto que permite apreciar la primera etapa del edificio actual de la Escuela Normal y parte de la Casa de Gobierno de la Confederación, aún en pie. (Colección Museo Histórico de Entre Ríos).

La celebración por los 211 años de elevación a Villa de la Baxada del Paraná, brindan motivos para rescatar más de dos siglos de historia de la ciudad a partir de reconocer el legado histórico en las edificaciones ubicadas en torno a la plaza 1 de Mayo, como la Casa de Gobierno de la Confederación, en el predio que hoy ocupa la Escuela Normal José María Torres.

En estos días de celebraciones ciudadanas por los 211 años de la Bajada, matriz de nuestra ciudad, los edificios del casco histórico, a través de las instituciones que los habitan, abrieron sus puertas a partir de una propuesta del Municipio, invitando a vecinos y turistas a aproximarse para una visita que refresque la historia que explica el espacio del que es centro nuestra Plaza 1° de Mayo.
Entre esas instituciones, la Escuela Normal José María Torres es una marca fuerte en la ciudad y un espacio cargado de historia. Precisamente, como parte de la propuesta para revalorizar hechos y lugares históricos, el sábado 15 de junio se llevó a cabo una visita guiada, para aproximarse al interior de este Monumento Histórico Nacional que muchos paranaenses solo conocen desde fuera.
Para iniciar el recorrido, se remarcó la doble significación del espacio en que el edificio está construido, ya que ese fue el sitio donde se levantó la Casa de Gobierno de la Confederación, al asumir Paraná su condición de Capital de la misma, desde donde Urquiza, los Legisladores y Ministros construyeron la base de la República, al instalar las instituciones de la Constitución de 1953.
En esa misma casa, una vez terminada la capitalidad de Paraná la ciudad sufrió una especie de vaciamiento pero a poco de andar empezó a funcionar, en la ex Casa de Gobierno, la primera Escuela Normal del país. Y allí estuvo desde su fundación hasta 1927, en que el viejo edificio fue demolido para construir, en ese solar, el que existe actualmente.

ESPACIO DINAMIZADOR

La Escuela Normal y todos sus actores iniciales dieron nueva vida a la ciudad, también fueron cambiando su perfil, desde el punto de vista cultural, ya que la presencia de profesores y maestras y estudiantes introdujeron una nueva dinámica, nuevos detalles a la vestimenta y a las costumbres e impulsaron nuevos temas y tonos de debate, algunos muy fuertes como el de la educación laica.
Como ejemplo, nos cuenta Sara Figueroa que “La casa de D. Eloy Escobar, sita en calle Urquiza esquina Comercio (hoy Pellegrini) frente al Banco de Italia (que actualmente es un paseo comercial) era el punto de reunión de muchos profesores de la Escuela y de alumnos de los cursos superiores, así como de gente de preparación, que era ajena al establecimiento educacional citado”.
En lo de Bavio, cuñado de Escobar, “sesionaba los sábados por la noche, una asociación fundada por alumnos de 3° a 5° año llamada Sociedad Estudios Rivadavia, que sostenía la revista que se llamó Brisas de Paraná. Al mismo tiempo, los cursos de 1° y 2° tenían otro centro que se llamó San Martín, cuyas reuniones se hacían en el salón de actos de la Escuela”.
Una tercera Sociedad fue la Bartolomé Mitre, que nació en las clases de Ernesto Bavio y produjo la Revista Sarmiento.
Por otra parte, los alumnos, también, agrupados y constituidos en Tribus, según relata la autora del libro Escuela Normal de Paraná. Datos Históricos, inundaron pensiones y casas ofrecidas en alquiler y poblaron las calles.

LAS TRIBUS

“En general -añade Sara Figueroa- los alquileres de las casas eran reducidos, así se explica que los jóvenes llegados de una misma provincia o los que se relacionaban en la Escuela, buscasen algunas de esas pequeñas casas y las alquilasen para vivir en ellas”.
“Una mujer del pueblo servía de cocinera y de mucama al mismo tiempo. El mobiliario, sencillo y rústico, se reducía a los catres, una mesa de estudio, sobre la que brillaba la lámpara de kerosene o la vela, buenas compañeras de alegrías y tristezas, y algunas sillas.”
Cuando por cualquier razón debían mudarse a otra casa, los mismos estudiantes hacían el acarreo, aprovechando las altas horas de la noche o las primeras de la madrugada, para cruzar las calles con sus baúles o sus colchones al hombro.
Durante las épocas en que los haberes no llegaban con puntualidad, los faroles del alumbrado público, en los barrios más apartados, proveían a las necesidades más apremiantes; la necesidad, dice el proverbio, “carece de ley”. “Salían, pues, en grupos de tres jóvenes, dos de los cuáles quedaban apostados en las esquinas próximas, para hacer la señal de alarma, llegado el momento, y el tercero, que siempre era el más ágil e intrépido, se encaramaba a la reja próxima, o a la misma pared, y traspasaba el líquido de la lámpara, al frasco que para tal objeto llevaban, teniendo buen cuidado de no dejar la primera completamente exhausta para que pudiera seguir encendida durante algún tiempo todavía.”
“Con el botín, triunfantes, regresaban a casa, donde los demás compañeros habían entretenido su nerviosidad, caminando desde la puerta hasta la esquina cercana, temiendo siempre por la suerte del que había expuesto su libertad para ganarse la necesaria luz aquella noche.”
Las familias de estudiantes formadas por estas asociaciones, fueron llamadas “tribus”, y se distinguían entre ellas con el nombre de aquel que resultaba suficientemente capacitado para servir de jefe. Así fueron conocidas y famosas las tribus de Antequeda, de Avellaneda y otros.
Había también casas de pensión, entre las cuales fue muy conocida la de “Misia Socorro”. “Estuvo ubicada primero en la calle San Martín, a cuadra y media de la plaza; y después en calle Buenos Aires. Era la Señora Socorro Casado de Bonilla”.
A más de un siglo de aquel momento, es posible concebir a quienes protagonizaron aquellos orígenes institucionales, “tal vez por la forma en que los hemos leído, como acartonados, enfrascados solo en el enseñar y aprender”.
Sin embargo la historia de esos inicios deja ver personas convencidas de lo que debían hacer, sacrificadas en muchos sentidos, trabajando o estudiando en un contexto tan distinto del suyo en algunos casos, con alegrías y tristezas profundas como la que debe haber sufrido George Stearns, su primer Director, o los alumnos por el alejamiento de sus familias y las dificultades para su mantenimiento cuando el aporte de becas no llegaba. La Escuela Normal de Paraná, es más que un edificio monumental, atesora su historia y también todas aquellas emociones.

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