En 2020, una manga de langostas venidas desde Paraguay ingresó a la Argentina y llegó a Entre Ríos. La noticia llamó la atención. Sin embargo un siglo atrás, el mismo hecho adquirió tintes dramáticos, ya que esta plaga de insectos también azotó la provincia en otros tiempos, afectando incluso a la capital provincial.
Griselda De Paoli
Especial para EL DIARIO
A fines de la década pasada, tras décadas de ausencia, el azote de la langosta volvió al norte de Entre Ríos, con mangas que se extendieron hasta los departamentos Federación y Feliciano.
Estas incursiones recientes de las langostas son, evidentemente, parte de los efectos del cambio climático, que se traduce, entre otros aspectos, en la sequía.
Estos insectos devoran la a su paso y alertó al Inta y a Senasa que siguieron sus movimientos., acorde al Sistema de alerta langosta.
Se calculó que estas últimas incursiones estuvieron integrados por una cantidad de unos 400 millones de ejemplares, número que tras varios operativos de fumigación y control pudo reducirse a unos 60 millones.
Actualmente está vigente un alerta sanitario (Res.204/24) que declara “alerta fitosanitaria hasta el día 31 de diciembre del año 2025 con respecto a la plaga langosta sudamericana (schistocerca cancellata, serv.)”.
ALERTA
En 2020, el informe del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), comunicaba el problema señalando el ingreso a la provincia : ”El sábado, la manga se desplazó hacia el sur desde el departamento de Curuzú Cuatiá hacia el departamento Sauce, a 45 km del límite con el Departamento Feliciano de Entre Rios”.
Durante varias semanas, equipos de langosteros del Organismo realizaron tareas de sensibilización en la población entrerriana, así como de vigilancia para la detección temprana de langostas, debido a probabilidad de ingreso que finalmente se concretó… Si ves langosta, avisá al Senasa. Si estamos más comunicados, estamos mejor preparados.”.
El informe explicaba, además, que “si bien es una plaga rural, la langosta no tiene problemas en convertirse en urbana y arrasar con todo. Enormes mangas asolaron la provincia a fines de la década del 30 y en la siguiente. Señalaba una especialista que la última campaña contra las langostas se realizó en Entre Ríos entre 1947 y 1948, activando la Junta administradora autónoma de lucha contra la langosta que había creado el gobernador Tibiletti en 1933 (Ley 3073). En aquella fecha se reaccionó en combinación con la delegación local de Defensa Agrícola Nacional, para hacerles frente incluso con la milicia.”
EN PARANÁ
Pero tenemos un antecedente aún más lejano, ya en 1850, debieron disponerse enérgicas medidas para combatir la langosta que invadía a Paraná.
Una resolución al respecto, disponía (6 de diciembre) entre otras medidas: “ 1°.Desde el día 7 y al tiro de cañón que se disparará a las dos de la tarde, deberán cerrarse todas las casas de venta pública, de juego, talleres, escuelas, etc. 2°- Todos los habitantes sin excepción de persona, se presentarán inmediatamente con sus correspondientes Alcaldes de Cuartel, al Departamento de Policía, donde por conducto de los mismos alcaldes recibirán las instrucciones necesarias.” (AHER, Div. Gob. XIL-A. Carp. 2, Leg. 6).
Durante veinte días se trabajó en la eliminación de la plaga y su entierro en grandes fosos, tarea en la que colaboró la población. Un par de años después, en espacios cercanos, como Villa Urquiza, las mangas de langosta contribuyeron a hacer fracasar el incipiente y promisorio cultivo de algodón.
Pero volvamos a la década del 40, que nos permite acceder a un relato ciudadano contemporáneo, el de José María Díaz que nos cuenta, en su rol de testigo presencial con ojos de niño y alma de poeta, cómo vivía una familia la presencia de “la manga de langostas” en Paraná.
“En la claridad del mediodía vimos un gran nubarrón que venía del sur. ¡Tormenta!, dijimos.
Mi madre gritó alarmada:¡Es una manga de langostas! ¡Corran, traigan trapos y busquen tarros para hacerlos sonar como tambor! ¡Hay que espantarlas, que no se asienten!
Al rato estaban sobre el barrio; empezaron a caer como si el cielo se estuviera deshojando.
Corríamos espantándolas de los frutales, de la huerta. Pero los gajos se cubrieron de bichos rojizos amarillentos. Y también, los techos, la pileta de lavar. Cerramos las puertas y las ventanas, y luchamos sofocados para librarnos de ese lloviznar inmundo. ¡Inútil! A la tarde todo era gris, amarillo. Como si hubiera pasado un resplandor de fuego.”
TIERRA ARRASADA
El testimonio del poeta continúa: “Mis padres y los padres de mis amigos, con los brazos caídos y la cara cenicienta, miraban el contorno arrasado. Todo verde había muerto, y se oía el suave serruchar de las langostas. Cuando toda la zona quedó tierra de nadie, polvo sobre polvo, la manga de langostas levantó vuelo. El mundo infantil lo festejó, pues volveríamos a nuestros juegos. Pero la gente mayor, afligida , decía: ¡La langosta desovó, en algunas semanas tenemos saltona!”.
“¿Qué era eso? Pronto lo supimos cuando emergieron de la tierra unas mosquitas. ¡Miles, millones; todo lo invadía! Se desplazaban saltando y comiendo, royendo árboles, aniquilando el incipiente verdor.”
Decían que la Defensa Agrícola había colocado chapas a lo largo de los caminos de acceso para proteger las chacras y la ciudad. Que había gente trabajando de `langosteros´, que las quemaban con lanzallamas, que cuadras y cuadras de saltonas venían arrasando.”
“Fueron días de oír lamentaciones, de caras afligidas. Que no había pastos para los animales, que faltaría la leche, que vendrían epidemias. Y supimos que esa plaga de langostas había oscurecido nuestra infancia viendo el penar de nuestros padres. ¡Y de los campos venía un intenso afligimiento!”, concluye el recuerdo del autor de Patria de la Miel.