El paranaense Federico Aguilar dijo presente en los recientes Juegos Olímpicos París 2024, como entrenador de la montehermoseña Catalina Turienzo. Felicidad y emoción, las sensaciones distintivas de un ícono del kite argentino.
GABRIEL BALDI
El anhelo de cualquier deportista es ser parte de los Juegos Olímpicos. De la manera que fuere. En el caso del paranaense Federico Aguilar, se dio en el rol de entrenador de la montehermoseña Catalina Turienzo.
‘Fede’, un hijo pródigo del Club Náutico Paraná y ‘Cata’, pupila del entrerriano y representante hoy día también, de la misma institución, llegaron al lugar donde todos quieren estar en base a un notable sacrificio.
La historia de Aguilar y Turienzo tiene tambié mucho esfuerzo, dedicación y superación. “Catalina comenzó a los 14 años en la capital entrerriana y poquitos años más tarde llegó a los Juegos Olímpicos. En el último día de competencia logró un tercer puesto, con todo lo que eso implica”, indicó Aguilar.
“Haber estado en los Juegos Olímpicos fue algo único. De no creer. Lo disfruté mucho, de principio a fin. Lo viví con ganas, con mucho entusiasmo. Con alegría”, declaró.
“Estar ahí, donde estuve, te obliga a mirar atrás y repasar el camino recorrido. Con Catalina arrancamos de cero, ella tenía mucha proyección. Empezamos en Paraná. Ella llegó con su papá, probamos en el río y desde ahí arrancamos”, recordó. La mención del río no es casual. Las aguas del Paraná fueron el primer escenario donde Catalina comenzó a forjar su sueño olímpico, bajo la atenta mirada de un entrenador que, al igual que ella, sabía lo que era luchar contra la corriente.
UN ENTORNO DESAFIANTE
El camino hacia París no solo estuvo marcado por el rigor de los entrenamientos, sino también por las dificultades económicas. “Todo se hizo muy cuesta arriba, pero llegamos”, compartió Aguilar. Este sacrificio fue una apuesta arriesgada, pero necesaria para que Catalina pudiera adaptarse a las exigencias de una competencia del más alto nivel.
Vivir cada día al máximo, como si fuera el último. Avanzar y cumplir sueños. De eso se trata la vida. Y los objetivos del paranaense Federico Aguilar, 25 años atrás, pasaron por alcanzar lo desconocido. Cansado de los deportes tradicionales, sus metas en aquel tiempo fueron experimentar un deporte que brinde sensaciones diferentes a las de cualquier otro. Su meta fue introducirse en un mundo casi desconocido para la región. Fue entonces que dio con el kitesurf.
Después de una vasta entrega y dedicación, Fede llegó a transformarse en un referente en la disciplina no solo a nivel provincial, sino también en el ámbito nacional.
MOMENTOS MÁGICOS
El esfuerzo de meses de preparación tuvo su recompensa en Francia. En el último día de los Juegos Olímpicos, puntualmente, se dio una satisfacción enorme para Aguilar. “Necesitábamos tener un buen resultado y en el último día logramos demostrar de lo que éramos capaces”, comentó Aguilar. El tercer puesto de Catalina Turienzo fue la culminación de un sueño que comenzó en las aguas del Paraná y que se materializó en la mágica atmósfera de París. La falta de viento en Marsella, donde se dieron las competencias náuticas, impidió que continúe la actividad del kite. Sin embargo, el decimotercer puesto de la bonaerense fue una señal de un deber más que cumplido.
“Recién nos relajamos y disfrutamos una vez que terminó la competencia”, reconoció Aguilar, que remarcó: “Estar en los Juegos Olímpicos fue como estar con los Dioses del Olimpo”. Rodeado de atletas de elite, el paranaense logró inscribir su nombre y el de Catalina Turienzo en la historia del deporte argentino. Una historia que, sin duda, inspirará a futuras generaciones de deportistas a creer en sus sueños, sin importar cuán lejanos o inalcanzables puedan parecer.
