sábado , 23 noviembre 2024
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Los derechos, orientadores de las prácticas terapéuticas

La generación de espacios saludables es una de las claves del trabajo de los TO. Foto: Juliana Faggi

La formación de las y los Terapistas Ocupacionales en el país data de mediados del siglo XX y surge con el arribo de docentes inglesas que habían sido convocadas por el gobierno nacional para dar respuesta al tratamiento de las personas con secuelas de poliomielitis producto de la epidemia de 1956. Este origen se inscribe en el marco de la llegada del modelo de rehabilitación a América latina.

Anabel Arias / Silvana Suppo

Desde esos días hasta la actualidad, los escenarios y las problemáticas que aborda la disciplina se han ido ampliando y diversificando.

Inscripta en la denominada tradición social, entendemos a la Terapia Ocupacional como un conjunto de intervenciones orientadas al trabajo sobre los procesos de salud, enfermedad, atención y cuidado de las personas, sirviéndose del análisis de las actividades y ocupaciones que suceden en la vida cotidiana.

Las actividades y las ocupaciones constituyen la materialidad desde la que se organiza lo social y pueden ser pensadas desde el hacer, qué técnicas o saberes se ponen en juego en su ejecución, qué aprendizajes y gestualidades corporales requieren, pero también involucran aspectos culturales y simbólicos, es decir organizan el tiempo de las personas a partir del desarrollo de rutinas y rituales, posibilitan la trama de los intercambios. “Las actividades y las ocupaciones son los artificios con los cuales la cultura arma el ordenamiento del mundo humano. Son la organización del trabajo necesario para el sostén de ese orden”, dice Martínez Antón.

Es decir que, a partir de ellas, se ponen en juego sentidos, memorias, modos de nombrar, lenguajes que podemos decir son el repertorio de cada persona en el momento histórico en el que desarrolla su existencia. Ese tiempo personal está enhebrado a partir de marcas que se generan en el diálogo entre la cultura y la propia biografía. Este proceso se construye a lo largo de la vida. Atender las dificultades, disrupciones o tensiones que, por diversas circunstancias se producen en ese nudo, constituyen los problemas de los que se encarga la terapia ocupacional.

Unidades

Entendemos así la disciplina, desde una perspectiva integral, en tanto se posiciona críticamente ante las teorías y prácticas que han planteado, desde una mirada positivista, divisiones entre el cuerpo y la mente. En el campo de la salud mental particularmente las categorías biomédicas tienen su base en la representación social de la locura que engloba a gran cantidad de comportamientos que se apartan o desvían de lo que en cada época se considera “lo normal”.

Por el contrario, desde la perspectiva integral en salud, consideramos que las personas son efecto del tránsito por escenarios diversos, emergentes de las prácticas sociales y están atravesadas por lo social. Esas variables inciden sobre los procesos de salud-enfermedad.

Desde la constitución del campo de la salud mental, que podemos ubicarlo en la década del ‘60 del siglo pasado, se ha desarrollado un amplio abanico de técnicas y prácticas -psicoanalíticas, cognitivas, conductuales, psicosociales, comunitarias- que se han materializado en programas, dispositivos e intervenciones. Todos estos proyectos, sostenidos desde enfoques diversos, se consideran válidos en la medida en que sean atravesados por una perspectiva de derechos tal como propone la Ley Nacional de Salud Mental.

Esta ley sancionada en 2010 en nuestro país, junto a otras, plantean la regulación de prácticas dirigidas a diferentes colectivos y se sostiene en el paradigma de derechos humanos. Las mismas constituyen una legislación de vanguardia y buscan producir un cambio cultural respecto de los modos de mirar y entender las diferentes problemáticas de la subjetividad. Este horizonte tiene sus indicadores concretos que son la interdisciplina, la intersectorialidad y la territorialidad.

Propósitos

Se busca a través de diversas acciones promover prácticas que se opongan a la estigmatización y segregación de los sujetos con padecimientos de salud mental. Por esto, es importante comprender cómo los procesos históricos de exclusión/inclusión social atraviesan los colectivos de personas que acompañamos en el proceso de recuperación de su salud. Las intervenciones que construimos deben considerar la potencia de la comunidad y su capacidad de dar trato y alojamiento a estos malestares. Es importante que la misma comunidad genere condiciones de habitabilidad e inclusión social.

Dentro de las propuestas destinadas a trabajar con las dificultades que se presentan en el mundo de los intercambios y en la estructuración y sostenimiento del cotidiano podemos mencionar un conjunto de experiencias donde el entramado de dispositivos grupales y comunitarios mediados por las actividades y ocupaciones han posibilitado re establecer las condiciones de salud en su perspectiva integral. La pintura de un mural, el armado de una asamblea de usuarios, la participación en ferias de microemprendedores son espacios que ponen en diálogo aspectos de la economía social, el arte y lo comunitario.

Desde estos posicionamientos críticos pensamos la salud en tanto la vinculan a la capacidad singular y colectiva de lucha contra las condiciones que la limitan para producir vida. Consideramos la potencia de las personas en su capacidad de crear, de aprender a través de la experiencia y de transformar las circunstancias cambiantes de la vida, por tanto, una noción central si pensamos la salud en clave social es el concepto de cotidiano, entendido como una herramienta de transformación y empoderamiento, emancipación y ciudadanía para sostener mejores condiciones de posibilidades para una vida digna.

En un tiempo de respuestas rápidas a los padecimientos, pensamos que la generación de espacios saludables e inclusivos con base en la comunidad y el territorio, mediados por prácticas de cuidado y solidaridad social, constituyen el horizonte para el desarrollo de nuestras prácticas, siendo la Ley Nacional el faro para sostener esas intervenciones.

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